Parece que fue ayer, pero han pasado casi cuatro décadas de dos crímenes que conmovieron a México lo mismo que a estados Unidos y sigue reinando la impunidad. Detrás de estos crímenes aparece una figura emblemática de la cuarta transformación: Manuel Bartlett.
Manuel Bartlett y José Antonio Zorrilla se conocieron en 1962. Bartlett ha negado siempre su relación de amistad con Zorrilla. Los dos se conocieron trabajando para Javier Rojo Gómez. Ahí pudiera estar la clave que ata a Bartlett con la autoría intelectual del asesinato del periodista Manuel Buendía. Con Rojo Gómez, Bartlett trabajó como secretario auxiliar en la CNC y Zorrilla entonces encabezaba a las juventudes campesinas del PRI.
Hay una conexión entre los casos de Camarena y Buendía, y los indicios apuntan a la narcopolítica. Ese es el eslabón perdido que apunta hacia Manuel Bartlett.
La justicia estadounidense tiene bajo su escrutinio a Manuel Bartlett por el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena y su piloto Alfredo Zavala Avelar, como lo revelaron en días recientes distintos medios, entre ellos la revista Proceso.
Después del crimen de Camarena, cometido en 1985, Bartlett jamás ha puesto un pie en territorio estadounidense. Sabe que allá puede ser detenido como Rubén Zuno Arce, cuñado del ex presidente Luis Echeverría quien estuvo en prisión desde 1989 hasta su muerte en septiembre de 2012.
Bartlett En México Bartlett sabe que de la mano del presidente Obrador tiene garantizada su impunidad como la obtuvo con Salinas. Después del crimen de Buendía, Bartlett pagó con sus servicios al sistema: cometió el mayor fraude electoral para garantizar la prolongación del PRI en el poder hasta el año 2000 con la “caída del sistema” que impuso a Salinas en el poder con la menor cantidad de votos en las elecciones de las últimas décadas y una de las más bajas de la historia que derivaron en una presidencia carente de legalidad y legitimidad.
Con su experiencia en materia de elecciones, Bartlett fue uno de los impulsores del triunfo electoral de López Obrador.
Y ¡bingo! Existen datos en el pasado de Bartlett que no se pueden borrar. Bartlett también mantenía una relación de amistad con otro implicado en el Caso Camarena: Rubén Zuno Arce, pues éste se desempeña también con Rojo Gómez, como delegado de la CNC en Guerrero y luego en Baja California. Además, Zuno Arce era un hombre de recio carácter que estuvo implicado en 1978 en el asesinato de dos agentes federales por asuntos del narcotráfico. Por la intervención de su cuñado el ex presidente Echeverría, el juez que llevó el caso lo absolvió.
Al margen del Caso Camarena, en paralelo se circunscribe el asesinato del periodista Manuel Buendía, ejecutado un año antes que Camarena.
Desde hace años el Departamento de Justicia de Estados Unidos, ha reclamado que Bartlett se presente en Los Ángeles para testificar ante un gran jurado sobre el secuestro y asesinato de Camarena.
Pese a los indicios en su contra, Bartlett se mantiene aferrado a no comparecer. Sé mantiene inamovible en su actitud, aunque se le han dado razones en su contra. Como resultado, Bartlett no viaja a los Estados Unidos.
En su descargo ha dicho: “Me mencionaron dos veces en una conspiración absurda, acusado por dos o tres matones”, dijo al señalar que el testimonio de los informantes también implicaba a dos ex presidentes mexicanos, un secretario de Defensa y un gobernador del estado. Estas acusaciones no fueron contra mí, fueron contra mi Gobierno.
“Ellos ensuciaron mi nombre”, dijo. “Esto es una gran injusticia, una gran mentira”.
Los criminólogos están divididos sobre la existencia del “crimen perfecto”. Los partidarios de esta versión sostienen que estos delitos se realizan con tal planificación y capacidad que no dejan sospechas sobre los culpables y por eso impera la impunidad.
Del otro lado están quienes consideran que el crimen perfecto no existe y que hay quienes dedican sus vidas a esclarecerlos. Los crímenes ocurren en un determinado lugar y a una hora precisa, y poseen características que los hacen únicos. Y, así como alguien se encarga de cometerlos, hay quienes dedican sus vidas a esclarecerlos. Para ello es muy importante preservar la escena del crimen, porque allí se van a encontrar los elementos, rastros e indicios que determinan la existencia del delito y la identidad del autor, pero en el caso Buendía el escenario del crimen fue alterado.
Han pasado 37 años del asesinato de Buendía y 38 del Caso Camarena. A lo largo de todos estos años Manuel Bartlett reconstruyó su carrera política e incluso la ha fortalecido de la mano del presidente Obrador.
En su libro Entre la historia y la esperanza, publicado en 1995, López Obrador acusó a Manuel Bartlett de estar implicado junto con Ignacio Cobo, yerno del ex gobernador de Tabasco Mario Trujillo en actos de corrupción en negocios inmobiliarios y de obras públicas en Tabasco.
Obrador también fue uno de los que cuestionaron a Bartlett por el fraude electoral de 1988 que impuso a Salinas en el poder. Obrador terminó por traicionar a Cuauhtémoc Cárdenas y al proyecto de transición. El tabasqueño pasó a defender a Bartlett y ahora lo encumbre, aunque él dice que no es “tapadera” de nadie.
Ya sabemos que el asesinato de Buendía seguirá impune por la falta de voluntad político para esclarecerlo. Lo cierto es que las balas que mataron a Manuel Buendía marcaron a toda una generación de periodistas. Los asesinos no doblegaron a la prensa, la fortalecieron.
En el Caso Camarena la justicia estadounidense está dispuesta a no dejar que se imponga la impunidad y están decididos de llevar a Bartlett ante los tribunales, a menos que el presidente Obrador impida el paso a la justicia en ambos casos: Camarena y Buendía.
La vida ha sido más que generosa con Manuel Bartlett. Es rico y poderoso. En el ocaso de su vida, goza del manto protector de Obrador, el presidente que algún día prometió acabar con la impunidad y la corrupción.