Si se revisa con cuidado la conversación pública que se da en medios de comunicación y redes sociales, nos podremos dar cuenta que es todo lo que se quiera menos conversación. Es tal el nivel de polarización, que no se puede aspirar a un diálogo civilizado en el que el intercambio de puntos de vista se dé lejos de los terrenos de la lucha por el poder que actualmente tenemos.
Entre ofensas y similares
La conversación pública ha derivado en una serie de evasivas, pues la polarización ha provocado que una gran cantidad de temas deban ser tratados con pinzas, pues no vaya a ser que alguien se siente ofendido y empiece a reclamar algo que para los demás no es ofensivo.
Así, los partidarios de algún político no dejan que se le critique –aunque sea cierta la crítica–, ni mucho menos que se mencione algo negativo acerca del mismo, ya vieron lo que pasó con el diputado de Morena que fue arrestado por acoso a un menor de edad, a quien se quiso disculpar con aquello de que lo hizo en sus horas libres o como se defendió al candidato a la gubernatura de Zacatecas, cuando un video mostró cómo tocaba a una candidata.
La conversación pública, en especial aquella que se da en las redes sociales, se ha convertido en todo, menos en conversación.
Esto es porque las redes sociales, en un principio alabadas –hasta benditas se les calificó– y como un espacio en el que “todos” podían participar, se ha convertido en un lugar en el que “todos” los que coincidan con cierta forma de ver el mundo, ideología, gustos o fobias pueden participar.
Con la posibilidad de bloquear o silenciar, muchas cuentas terminan recibiendo mensajes de quienes piensan de la misma manera –predicando entre creyentes– o de quienes comparten un objetivo, como puede ser denostar a una persona o proyecto político.
Así, no hay una conversación en la pluralidad, sino en términos muy acotados de intercambio, algo que no favorece el enriquecimiento del pensamiento o la construcción de mejores puntos de vista o de la información que puede recibir una persona.
Lo negativo es que muchos están conformes con esto y buscan que siga igual, pues parece que escuchar opiniones distintas ya es mal visto.
Pero también hay otra faceta de este tema preocupante: las redes sociales se han convertido en un espacio en el que la congruencia ha quedado excluida. Vemos a muchos usuarios quejarse por la polarización que provoca el discurso presidencial, pero para a continuación realizar un acto similar y acusar sin pruebas a otras personas y por muy diversos motivos.
También muchos se quejan que el presidente generaliza y mete en el mismo costal a intelectuales, periodistas, políticos de oposición, empresarios y demás, pero para hacer lo mismo en una variedad de asuntos. Y es que no hay mucha diferencia entre decir que todos los que critican al presidente son conservadores y señalar que todos los hombres son machos o que todos los que apoyan al mandatario son chairos.
Lo anterior sin mencionar la problemática por la difusión de noticias falsas, fake news, que algunos –sean del bando que sean– llevan a cabo sin medir las consecuencias de sus actos.
Así, las redes sociales se han visto invadidas por los extremos, que se juntan y no se dan cuenta de cuánto se parecen.
Las recientes elecciones de 2021 nos han dejado varias lecciones en este sentido. Si hay un ganador claro es el presidente López Obrador, pero no por las posiciones obtenidas por su partido, sino por la manera en que ha impuesto una serie de términos que lo mismo son utilizados por sus partidarios que por sus opositores.
Uno de los ejemplos tiene que ver con el término “derecha”, que ahora es utilizado para estigmatizar a quienes se oponen a sus acciones de gobierno.
La candidata perdedora de Morena en la alcaldía Cuauhtémoc, acusó que la candidata de la “derecha” había sido impuesta por la mafia del poder. También, luego de conocerse las alcaldías en la CDMX que ganó la alianza “Va por la Ciudad de México”, que dibujan una entidad partida en dos, se empezó a hablar de que la “derecha” fue la que ganó por una campaña de desprestigio, según la secretaria general de Morena.
Así, la “derecha” ha quedado como algo negativo y como la culpable de todos los males del país. Para muchos usuarios de redes sociales, no pasó desapercibido que Alejandro Gertz Manero recibió un nombramiento como investigador en el SNI, nivel III, sin que se conozca mucho su obra académica –aunque en su defensa se pudo haber dicho que fue rector de una universidad privada–, algo que generó diversas críticas.
Pero desde cuentas afines a la 4T, se le defendió con un argumento –bueno, eso creen sus difusores– que abona a lo que hemos expuesto en este espacio; que se trata de ataques de la derecha y, por lo tanto, son mentiras.
Ni la falta de documentos que el ahora Fiscal pueda presumir, ni la manera en que se hizo el nombramiento, ni la falta de claridad en los criterios con los que fue seleccionado importan, los defensores de la 4T han dicho la última palabra: si es un ataque de la derecha, es mentira y al funcionario hay que defenderlo.
Si se preguntan si esto es real, la respuesta es sí, lamentablemente sí.