El pasado miércoles, el presidente de Morena, Mario Delgado, instruyó a los gobernadores electos de su partido a desaparecer a la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago), con el fin de diseñar un nuevo modelo de relación con el ejecutivo federal. La razón: esta organización se había convertido en un instrumento de politiquería y sólo para exigir al gobierno federal más dinero, sin revisar sus presupuestos. En contraste, Delgado les solicitó instrumentar políticas públicas que distingan a los gobiernos guinda.
En dirección contraria, el portal La Lista publicó una entrevista a Luis Quijano, alcalde electo de la Magdalena Contreras, donde afirmó que la alianza PRI-PAN-PRD en la Ciudad de México crearía una agrupación inédita: la Unión de Alcaldes de la CDMX (Una). Su objetivo sería formar un bloque de diálogo para exigir trato igualitario para los titulares de los gobiernos locales. También afirmó que su proyección es rumbo a 2024.
Ambas declaraciones van por vías distintas. Mientras Delgado habla de refundación y hacer que los gobiernos de Morena se consoliden como alternativa, Quijano habla de presionar al gobierno de la Ciudad de México, pensando en las siguientes elecciones. Si los dos declarantes siguen lógicas distintas, ¿cuál ve hacia adelante y cuál hacia atrás?
La Conago, u organizaciones similares, no tienen fundamento legal: pueden surgir y desaparecer y nada pasa. Son más bien organismos civiles, donde sus integrantes y rango pueden tener una interlocución directa con la federación, pero sus decisiones y resoluciones no son vinculantes. Por lo tanto, su reforma disolución no afecta en absoluto el funcionamiento de las instituciones.
A finales de los años noventa del siglo pasado, los distintos gobernadores se agrupaban según su afiliación partidista, para buscar una interlocución y ejercer una presión organizada al ejecutivo, como la Asociación Nacional de Gobernadores (Anago), que agrupaba a los ejecutivos locales de Acción Nacional.
El primer antecedente de la Conago fue la Reunión de Gobernadores en Mazatlán, Sinaloa, en agosto de 2001, donde asistieron 20 ejecutivos locales. Como tal, se constituyó en julio de 2002 en Cancún Quintana Roo, con la participación de todos los gobernadores del PRI, PAN y PRD. Sus objetivos: establecer una agenda común, buscar el mejor diálogo posible y fortalecer el pacto federal.
En esos años, la Conago era un grupo que tenía interlocución con el gobierno federal, y podía influir en las asignaciones presupuestales. Hablamos de los años de bonanza petrolera, donde se canalizaban recursos a las entidades que eran ejercidos casi a discrecionalidad, mientras los gobernadores competían por ver qué impuestos eliminaban, confiando que siempre habría dinero de la federación.
El cambio de poder, y el declive de la bonanza petrolera, cambiaron los incentivos. Al tener Morena el control sobre la Cámara de Diputados, y con ello el presupuesto, los gobernadores de Aguascalientes, Guanajuato, Jalisco, Coahuila, Colima, Michoacán, Chihuahua, Nuevo León, Durango y Tamaulipas, dejaron el año pasado la Conago, para conformar la Alianza Federalista. Fracasaron en su intento por incidir en el presupuesto de 2021, y con varios gobernadores salientes, su futuro es incierto.
¿Qué futuro tendrá Una? Algo similar, sabiendo que Morena retiene la mayoría del Congreso de la CDMX. Si su estrategia es hacer un frente, tendrán derecho al pataleo para 2024. A fin de cuentas, están usando un recurso institucional agotado, cuando es fácil para el partido en el poder desacreditarlo por los excesos y corruptelas del pasado, como hizo Mario Delgado.
¿Qué hacer? Si la incidencia directa no resulta con mayoría legislativa y un discurso moral, solo queda diferenciarse a través de cosas que los gobernadores no desearían hacer: indicadores de eficacia en la gestión gubernamental, transparencia, descentralización administrativa y, sobre todo, autocrítica.
@FernandoDworak