Evolución de la Evaluación de las Políticas Públicas: A vuelo de pájaro

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“La existencia dividida por la razón,

deja siempre un resto”. Goethe

El concepto de evaluación responde a los retos de cada período, pues las decisiones sobre políticas públicas plantean exigencias particulares de acuerdo con la época, dejando de lado los paradigmas burocráticos incompatibles con las necesidades de la gestión pública. De ahí que -sin perder rigor técnico ni eficacia operativa- debe atender a necesidades de los decisores en un momento preciso y servirle, también, a nivel estratégico.

Por eso, las dimensiones de la evaluación no pueden perder de vista el bagaje histórico y el contenido teórico y práctico desarrollado a lo largo del tiempo, que la han configurado como una actividad institucional específica, con identidad particular y propia pero -sobre todo- diferente del análisis de Política Públicas.

La evaluación ha evolucionado así, en diferentes formas marcadas por enfoques determinados y con definiciones distintas. Algunas veces, el peso reside más en “medir” la acción pública más que en “valorarla”. En otras, responde a formalidades burocráticas o descriptivas o muestra cómo transformar organizaciones, políticas públicas y la misma sociedad. En todo caso, de estar hermanada y hasta confundida con el análisis, ahora se consideran procesos diferente y se evalúa, para un posterior análisis. Miremos cómo fue.

La Evaluación de Políticas Públicas en los 60: Nace en los Estado Unidos en los 30, como investigación de programas de educación e infraestructuras. Sin embargo, el gran volumen de estudios se origina en los primeros años 60, cuando a finales de esta década, se produce una búsqueda activa de legitimación del Estado por la ciencia, como enfoque metodológico predominante. Así, la evaluación era sinónimo de medición y cuantificación de resultados de la gestión pública y estaba al servicio de los gestores. En los países europeos la práctica de la evaluación de políticas públicas comenzó a extenderse a partir de la conceptualización y del aprendizaje proveniente de los EEUU.

La Evaluación de Políticas Públicas en los 70: Se convierte –fundamentalmente- en una herramienta descriptiva de los programas públicos, para la resolución de los problemas sociales y como instrumento político para la reconsideración de políticas y presupuestos. El enfoque dominante respondía a una evaluación de carácter interno a la propia Administración y a los Gobiernos.

 La Evaluación de Políticas Públicas en los 80: Pasa a interesar también a los Parlamentos y se asimila al juicio sobre políticas públicas y programas, centrándose no sólo en los objetivos de los mismos, sino en los impactos sociales producidos tras la intervención pública. En Europa, la profundización en la gestión y control de los Fondos Estructurales de la Comunidad Europea para el desarrollo y el equilibrio de sus Estados miembros, propició el impulso de los sistemas de evaluación, extendiéndose al conjunto de la sociedad civil y a organizaciones no gubernamentales. En la actualidad, la UE acomete la evaluación desde las más diversas perspectivas académicas y profesionales, institucionalizándose, en mayor medida, en los países del norte de Europa.

La Evaluación de Políticas Públicas en los 90: Se sitúa dentro de un proceso de debate orientado por los valores e intereses de los distintos actores sociales. En este contexto, se producen corrientes favorables a la evaluación en la mayoría de los países de la Unión Europea, surgen Institutos o Sociedades de evaluación y análisis y se desarrolla un amplio movimiento de conocimiento y experiencias que -inserto en la nueva sociedad del conocimiento- se dinamiza a través de redes de intercambio.

La Evaluación de Políticas Públicas en la primera década del tercer milenio: Entra a formar parte inherente del proceso integral de políticas públicas, hasta el punto de que en varios países la aprobación de una politica Pública está condicionada a la asignación de partidas correspondientes, destinadas -concretamente- a su posterior evaluación y análisis

Hoy, la ciudadanía, ayudada por las TIC (tecnologías de información y comunicación) ha entendido su responsabilidad social y como parte de su dinamismo se ha volcado hacia procesos de seguimientos de aquellas políticas públicas que directa o indirectamente les afectan, bien en su actividad cotidiana, en su entorno o en sus respectivos territorios. Ahora, -cada vez más y con mayor profesionalismo- se han desarrollado verdaderas redes de evaluación de políticas públicas, complementarias y algunas veces distintas de las redes de análisis, originando así, una separación entre estos dos procesos.

Este breve recorrido sirve para comprender por qué, cuándo y cómo ponerse las botas de la evaluación, con el fin de prepararse para competir efectivamente en la posterior y siempre competida carrera del análisis, cuidando de no proceder como el alto ejecutivo que siempre usaba botas porque según él, las almas “devotas” iban siempre al cielo.