Reloaded, el ciudadano Slim; AMLO – Ebrard, complicidades

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¿De veras Ingeniero, la Línea 12 del Metro es una de las mejores del mundo?

Si alguien le pregunta a Slim ¿Qué es más importante el dinero o la vida? Hasta el más lerdo puede acertar en la respuesta.

Ante el accidente en la que perdieron la vida una treintena de personas y más de un centenar de heridos, Slim mostró una actitud deleznable.

Para el archimillonario no hay responsables de la tragedia. Y como Marcelo Ebrard, él también se lava las manos. Dice que el Grupo Carso es infalible y como acto de buena caridad juega a ser tan bondadoso como la madre Teresa de Calcuta.

En su reciente encuentro con Obrador, se comprometió a “reparar”  las fallas, de las cuales deslindó a su grupo empresarial y adjudicó a “cosas que pasan en la vida”.

Sin duda, Slim ha roto todos los paradigmas. El magnate nos ha restregado en la cara que para triunfar en los negocios es “necesario” ser cínico y no tener escrúpulos.

Todos sabemos que Carlos Slim hizo su fortuna gracias a sus contactos políticos y a la mansedumbre de gobiernos corruptos de todas las tendencias políticas, desde el viejo PRI pasando por el PAN y el PRD hasta llegar a Morena.

No es que Slim posea el don divino de la ubicuidad, pero en su vida mundana ha sabido estar al mismo tiempo en todas partes. Slim es de los que están con Dios y con el diablo, siempre pensando en el dinero.

Hace ya casi tres décadas (noviembre de 1993) de la famosa cena del “pase de la charola” convocada por el presidente Salinas para apoyar la campaña del PRI con Colosio como candidato. El Tigre Azcárraga y Slim ofrecieron, cada uno, 25 millones de pesos de sus bolsillos, los menos –de los empresarios convocados– aportaron un millón de pesos.

El “altruismo” de los conspicuos empresarios –a los que Obrador calificó como “la mafia del poder”, algunos de los cuales son ahora sus “consejeros”, como Carlos Hank Rhon y Ricardo Salinas Pliego– se repitió con Vicente Fox al apoyar incondicionalmente a Marta Sahagún con su fundación que resultó un fraude.

Lo mismo ocurrió con Obrador como jefe de gobierno donde Slim resultó el más beneficiado con el “rescate” del Centro Histórico, y luego con Ebrard con quien Slim hizo pingües negocios, uno de ellos la inefable “línea dorada”.

Con Obrador, el magnate ha mantenido una relación entre el amor y el odio propio de un culebrón.

Cuando el tabasqueño organizó una rocambolesca cena en palacio, los empresarios repitieron aquella escena con Salinas con el famoso pase de la charola, ahora el pretexto fue la rifa del avión presidencial, cuyo sorteo terminó en un descarado fraude. Después Slim aportó 40 millones de dólares para la compra de vacunas, y como en el famoso “juego de la bolita”, la coperacha para el Covid terminó en una estafa.

Detrás de todo este enredo hay un “interés supremo” –si se le puede llamar así a la complicidad y las maniobras sucias– para tratar de proteger la carrera política de Marcelo Ebrard.

Hasta antes del accidente de la Línea 12, el canciller era el más sólido prospecto para suceder a Obrador. Tras la crisis política derivada de la tragedia, Ebrard incluso maniobró para ganar espacios mediáticos con su respuesta a las críticas por la revista The Economist que calificó en su portada a Obrador como un falso mesías, pero lejos de su servil réplica, Ebrard volvió a quedar mal parado al acusar que la prestigiada publicación era un “panfleto” que con sus “ataques” pretendía influir en las elecciones al llamar –según él– a votar en contra del partido del tabasqueño.

Obrador sabe que Ebrard es uno de sus fieles dispuestos a cubrirle las espaldas tan pronto concluya su mandato. Pocos como Ebrard han mostrado a Obrador estar con él hasta la ignominia. Esa “fidelidad”, que el jurista Jaime Cárdenas Gracia definió como “una lealtad ciega”, y cuyas diferencias con el gobierno de la cuarta transformación lo llevaron a renunciar al “instituto para devolverle al pueblo lo robado”. En realidad, esa cosa es una elefante blanco que terminará –tarde que temprano como un monumento a la corrupción obradorista”.

Detrás de este menjurje político subyace una perversa y no menos siniestra complicidad de Slim con Obrador.

El tabasqueño hizo saber el mismo día de su reciente encuentro con el magnate, que “mantiene diferencias” con Slim. Es innegable, pero lo cierto es que detrás de sus discrepancias se impone el “interés supremo” de los negocios y el poder. En este esquema la sombra de Ebrard está presente.

Todos sabemos que Carlos Slim necesita para sus negocios el respaldo del poder político y a cambio de las prebendas de éste con los hombres del poder, goza de una enorme influencia que lo hace intocable, en buena medida por su enorme riqueza, por eso Slim no siquiera se ruborizó al negar la responsabilidad de Grupo Carso en la tragedia del Metro. Para Slim los muertos y los heridos son simples “pelillos a la mar”.

Tenemos clara la respuesta del Ciudadano Slim ante la pregunta: ¿Qué es más importante el dinero o la vida?