Tlaxcala, historia de un crimen; poder, sexo, dinero y corrupción

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PRIMERA PARTE

Veinte años atrás un crimen sin precedentes irrumpió en la tranquilidad de la ciudad de Tlaxcala y aún sigue perturbando a la clase política. Ese crimen fue como un hierro ardiente que dejó una marca para siempre en una de las familias más poderosas del estado. En el núcleo de esa familia han surgido tres gobernadores y numerosos parientes disfrutando del poder y el dinero. Cada seis años en la temporada de elecciones una decena de familias luchan sin tregua por la gubernatura. Tlaxcala es el estado más pequeño del país y uno de los más pobres. Cuenta con menos de 4 mil kilómetros cuadrados y está dividido en 60 municipios, con una población de un millón 200 mil habitantes. El estado no ha logrado librarse del peso dramático que ha enfrentado a lo largo de los siglos: el cacique. Una figura tan vieja como el país que ha tomado cuerpos distintos al paso de los años. En Tlaxcala el poder ha dado paso a una compleja red de complicidades y crímenes.

Uno de ellos fue el ocurrido la víspera de Navidad en 2002. Como en las novelas negras, hay elementos que aderezan esta historia con señalamientos de sexo, poder, dinero y corrupción, que lo convirtieron en un asunto público con una pesada carga de intereses políticos. Hasta hace poco algunos medios publicaron la noticia de que seguía activa la investigación. Incluso en el debate electoral de las recientes elecciones una de las candidatas a la gubernatura exhibió un viejo periódico con la noticia del crimen como parte de un espectáculo mediático.

Se trata del crimen de la que fue madre de la gobernadora electa Lorena Cuéllar Cisneros, cuyo gobierno tendrá como prioridad el compromiso de esclarecer los hechos que enlutaron a su familia y que aún sigue sin resolver. No es poca cosa, en Tlaxcala los feminicidios tienen un alto nivel de impunidad, 98 por ciento, según ha documentado el Colectivo Mujer y Utopía, al menos en un centenar y medio de casos.

Aquella mañana del martes 17 de diciembre de 2002 tuvo lugar el  crimen atroz de Margarita Cisneros Fernández. Un acontecimiento que estremeció a todo el pueblo, pero en especial a la clase política. La víctima de 63 años, recibió decenas de puñaladas (un informe forense dice que fueron 21). Muslos, pecho y brazos soportaron el brutal castigo. El corazón no resistió la fiereza de una de las puñaladas ni el cuello que fue prácticamente degollado. De tanto sangrar, la sangre perdió el color. Debió haber sido tanto el odio para llevar a cabo tan abominable delito que los expertos en criminalística terminaron horrorizados. Aunque han pasado casi veinte años de esos hechos, oficialmente no hay una identificación plena del autor material. El caso sigue impune, aunque el procurador José Antonio Aquiáhuatl Sánchez ha declarado que aún “se sigue investigando” y que “no se ha cerrado ninguna línea de investigación”.

En aquel momento el hermano de la víctima era el senador Joaquín Cisneros quien se preparaba para contender por la gubernatura del estado, como lo hizo en 2006 con el apoyo del PRI. Finalmente perdió la elección frente a Alfonso Sánchez Anaya, su viejo compañero de partido quien de la noche a la mañana se pasó al PRD y lo derrotó en las urnas. Joaquín, tenía un apreció muy especial por su hermana Margarita. Fue él quien la persuadió para que abandonara la capital del país y se fuera a vivir a la ciudad de Tlaxcala, al fin y al cabo ahí en ese lugar estaban sus hijas y que mejor que respirar el aire fresco y disfrutar de la tranquilidad del pueblo que apenas llegaba a unos 50 mil habitantes en su casco histórico. Joaquín confiaba en ser gobernador y tomar las riendas de Tlaxcala, como lo fue su padre Joaquín Cisneros Molina, cincuenta años atrás, impulsado por el presidente Adolfo López Mateos. Al concluir su mandato Cisneros Molina se desempeñó como secretario privado del presidente Gustavo Díaz Ordaz, en cuyo sexenio se cometieron los peores crímenes contra los estudiantes la víspera de las Olimpiadas de 1968.

Pueblo chico infierno grande, la ciudad de Tlaxcala era entonces un pueblo pequeño, no como ahora que ha duplicado a su población y cuenta con una mejor economía, aunque no deja de ser un lugar de enormes rezagos sociales, donde siguen ocurriendo crímenes como en muchas partes del país, en especial los feminicidios como el crimen de Margarita que generó consternación debido a la violencia con la que fue masacrada.

La tragedia ocurrió en el pleno barrio del centro histórico a unos cuantos pasos de la sede de los principales poderes del estado. Se presume que antes de la tragedia hubo de por medio una discusión. El ataque tendría lugar entre las cinco y las siete de la mañana, a la hora en que dejan de trabajar quienes se ganan la vida como mariachis y se encuentran dispersos por las noches por todas las calles céntricas de la ciudad muy cerca donde se encuentra la casa donde ocurrió el asesinato. Incluso el mismo domicilio de la avenida Independencia fue muchas veces la sede de innumerables operaciones políticas de la familia Cisneros. Fue la casa de campaña del senador Joaquín Cisneros cuando contendió por la gubernatura, cuatro años después del atentado.

Ante la falta de resultados en la investigación por lo macabro y morboso del crimen de su hermana, Joaquín Cisneros movido por la necesidad de encontrar la verdad detrás del sangriento episodio, contrató los servicios de expertos en criminología pero nunca se divulgaron los resultados de dicha investigación.

El crimen de Margarita lo único que develó fueron los intereses de la clase política y de la alta sociedad por ocultar, en lugar de encontrar, al verdadero culpable. Por lo demás, lo más importante era no dejar el caso en la impunidad, pero las autoridades maniobraron para dejar todo oculto sin hacer referencia a los resultados “preliminares” de la investigación, hasta que “alguien” filtró una parte de un informe atribuido a la procuraduría estatal, aunque con resultados desconocidos por temor a señalar públicamente al verdadero responsable.

Las investigaciones sobre el caso llevadas en los últimos cuatro gobiernos no sólo fueron desaprensivas, además del agraviante a los derechos humanos en la mayoría de quienes fueron detenidos de manera arbitraria por el simple hecho de parecer sospechosos. Investigaciones dirigidas a ninguna parte. Se llegó al extremo de exigir que se hicieran “retratos hablados” que se parecieran algunos de los señalados. Nunca hubo una prosperidad en el caso y las diligencias que llevaron los agentes de la fiscalía, se mantuvieron en el más estricto sigilo político.

Margarita vio abruptamente interrumpidos sus sueños, ella que ansiaba pasar su vida eterna, cultivando las flores de su jardín y criando a sus nietos, pero llegó la hora de perder para siempre esos verosímiles parajes cuando creyó que era más feliz que nunca en su vida.

Qué hubiera dado Margarita por ver a su hija Lorena Cuéllar Cisneros coronada como gobernadora al igual que a su padre Joaquín Cisneros Molina. Pero una cosa es el deseo y otra la realidad: como parte de los daños colaterales del crimen de Margarita, su hija Lorena pasaría a estar en el centro del escándalo.

Continuará…

JOSÉ MARTÍNEZ M. Periodista y escritor. Ha colaborado en los principales diarios del país y en importantes medios del extranjero. Ha obtenido numerosos premios y reconocimientos.