Arte y discursos de poder

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Les diré qué es la música clásica para los que no lo sepan. La música clásica es usa música que fue escrita hace mucho, mucho tiempo por un montón de gente que hoy está muerta. Y fue hecha según fórmulas, tal como los cuarenta principales de hoy. Para considerar a una pieza como clásica, debe ajustarse a los criterios académicos que se hallaban vigentes cuando se creó […] Creo que la gente tiene derecho de ser entretenida y divertida. Quizá sea bueno para su salud mental si perciben desviaciones de la norma clásica.

Frank Zappa

Tal vez el acto más subversivo es el creativo, si está orientado que el receptor pueda encontrar nuevas posibilidades para interpretar y relacionarse con el mundo. En contraste también puede ser una excelente herramienta para reforzar la dominación de un régimen si, a través de éste, se inculcan valores y visiones que siempre serán, por necesidad, parciales. Por lo tanto, es importante saber leer los discursos estéticos que promueve un gobierno.

El poder siempre genera discursos, imágenes y percepciones que apuntalen su legitimidad; y el arte juega un papel importante en este proceso. Por lo tanto, no hay nada intrínsecamente “malo” o “bueno” en ese acto: no bastan las leyes para dominar, sino la creencia en que son las mejores para la comunidad. Sin embargo, es responsabilidad de cada uno discernir y buscar las políticas en materia cultural que permitan un entorno más libre y plural.

Desde que la civilización existe el arte ha sido usado como un instrumento para legitimar al poder y un cambio en los cánones significa por lo general el intento por arraigar a nuevos regímenes.

Por ejemplo, en el antiguo Egipto las esculturas de los faraones lucen idénticas pues, en lugar de promover a las personas se trataba de dar lo que entendemos por una “imagen corporativa” del poder. No fue sino hasta el reinado de Amenhotep IV (más conocido por su otro nombre: Akhenatón) y su intento por trastocar el orden político con la introducción del monoteísmo cuando se intentó cambiar esa concepción a través de la exageración de sus rasgos y una fisonomía andrógina. El experimento fracasó y se volvió a la vieja solemnidad.

En breve, el poder siempre ha apoyado a artistas a través del mecenazgo para crear su propia legitimidad a través de la creación artística, sean por ejemplo Pericles y Fidias, Augusto y Virgilio, Luis XIV y Moliere o Hitler y Alfred Speer.

Esto lo hacen también los grupos opositores al régimen en turno, denominándose como expresiones digamos “alternativas” o “de resistencia”. Naturalmente si alguna vez llegasen a conquistar el poder se convertirán en oficiales. De esa forma, casi todas las expresiones artísticas tienen una explicación política, ya sea sirviendo u oponiéndose a un sistema de dominación.

Los discursos del poder se expresan a través de mitos políticos: relatos que se refieren a un pasado sujeto a interpretación histórica, el cual aporta al presente claves para iluminar y justificar las peripecias del hombre o la acción social. Sin embargo, la propia dinámica de la sociedad, sujeta a la constante transformación, replantea los fundamentos del poder político hace que algunos mitos se transformen e incluso desaparezcan, para ser reemplazados por otros. Es en este ejercicio de difusión y cambio donde el arte juega su papel.

¿Esto significa que un artista solamente un propagandista? Desde luego que no, aunque muchos pueden acabar jugando ese papel de manera voluntaria o involuntaria. ¿El arte sólo transmite discursos de poder? No necesariamente. De hecho, las obras que suelen sobrevivir son aquellas que se le oponen no a través de un discurso alternativo político alternativo sino invitando al individuo a emprender sus propias búsquedas a través de enriquecer su relación con el mundo.

Un ejemplo de ello es el arte de la novela y las posibilidades que ofrece a través del juego, la irreverencia ante lo establecido y la defensa a ultranza de la individualidad. Les invito buscar obras como “Gargantua y Pantagruel” de Rabelais, “Jacques el fatalista” de Denis Diderot o “El tambor de hojalata” de Günter Grass. Después lean a – digamos – Bertolt Brecht y verán la diferencia.

¿Cuáles políticas fomentan un ambiente más propicio a la libertad artística? El arte se difunde y socializa mejor cuando hay pluralidad de creadores con discursos distintos y contrapuestos. Es ahí donde se encuentran las posibilidades del contraste, el juego, la innovación y la mutua influencia. Aun asumiendo que el patronazgo jugará por necesidad un papel más o menos relevante, entre más se fomente otras vías de financiamiento o foros para su difusión que no sean públicos, mejor.

@FernandoDworak