Diego Martín Velázquez Caballero
El populismo latinoamericano se refiere a la organización clientelar de los grupos sociales marginados, en la mayor parte de los casos esta situación generó caudillismos y épocas conflictivas, pocos modelos lograron un control del fenómeno. Una de esas situaciones donde el populismo se transformó en corporativismo fue el PRI, lo que llevó a este instituto político a convertirse en el Partido de Masas que traumatizó el siglo XX mexicano.
Para José Alarcón Hernández existe una relación directa proporcional entre pobreza, cacicazgo y priismo. Una errática memoria lleva a interpretar: mientras haya pobres, habrá PRI. Y esta férrea conexión provocativa de Alarcón Hernández en el país donde todos somos Juan Preciado, construye un círculo hermenéutico de México.
Pedro Páramo es el priista que gobierna a los pueblos del hambre milenaria, el caudillo al que todo mundo “se la pela”; principalmente la autoridad. Mientras los caciques ejercen el mando, el PRI tendrá una larga vida. Porque el PRI es superestructura; pero, sobre todo, estructura, un fenómeno dialéctico que los marxistas no entienden, o no quieren entender, mientras el país no se modernice siempre será su velocidad histórica el despotismo asiático; o sea, priista.
El cacique es el verdaero dinosaurio, la rémora culpable del atraso nacional y de la existencia del país. España, la Contrarreforma Católica, Estados Unidos, el priismo de la Revolución Mexicana, juntos o separados, no han logrado extinguir al cacique –ahora huachicolero o narcotraficante- siempre activo líder y diligente proveedor. Todos prefieren incluirlo, aunque luego los destruya cuando decide cruzarse de brazos a capricho y nadie lo encuentra ni lo puede tocar para desquitarse. Todos somos hijos de Pedro Páramo (versión Jesús Sánchez en la ciudad).
México está desbordado de Comalas, Iztapalapas, Nepantlas o Milpa Alta. México es pobre por los caciques, no porque los mexicanos estén dispersos o concentrados. México es pobre porque así funciona el caciquismo tan benéfico para los poderes fácticos. El eterno atraso (Ugo Pipitone) no es la pobreza sino el cacicazgo, la gran contribución española fue congelarlo, encerrarlo todo en el oscurantismo medieval feudalista; para después contagiar a toda la hispanidad.
La estructura priista nace en los espacios recónditos y pobres del país: los municipios, verdadero estigma de la fracasología nacional (Cassar). Y sus linajes, corporaciones e influencias, llegan hasta las ciudades. Pero el verdadero poder económico de estos Criminales Agresivos (les gusta que les digan Amos porque no comprenden ni necesitan a Norbert Elias) nace en aquellos espacios donde lo invisible es absoluto, así escapan a la domesticación y hacen todas las actividades necesarias para acumular riqueza. En los municipios se ejerce el patrimonialismo que financia a los caudillos caciquiles, acumulan y acumulan, y crecen y crecen. Si son inteligentes, si disminuyen sus comportamientos palurdos y primitivos, aquellas familias y descendientes naturales pueden influir en diputaciones, escuelas, sindicatos, empresas, consejos de dirección, etc., hasta pueden casarse con españoles o extranjeros, llegar a ser obispos, pero no dejan de ser caciques.
Para convertirse en Partido Hegemónico, el PRI requirió de un Laurenti Beria que, a modo de mano negra de Stalin, domesticara a los caciques. La estrategia no fue original, el Gral. Porfirio Díaz lo había establecido y, al no poder, decidió jugar al tapadismo para ser el cacique de caciques. Así terminó su persona y el país. Los caciques se disciplinaron frente al rifle sanitario del presidente de la república mafiosa (Fernando Escalante), pero sólo durante seis años; después el presidente tenía que ser el más disciplinado si no quería terminar en las Islas Fidji. ¿De qué manera logrará el control de los caciques el Movimiento de Regeneración Nacional con tantos tránsfugas?
El PRI fue la muta caciquil de nudos y feudos (Manuel Camacho). Funcionó bien, pero no fue democrático ni modernizador, más bien se convirtió en la fábrica de la pobreza nacional en su versión nacionalista y luego neoliberal. Generar pobreza es redituable para la dominación autoritaria y carismática.
México ha cambiado poco, la pobreza se mantiene y continúa incrementándose. Cuanta razón tiene José Alarcón, Pedro Ángel Palou o Emilio Uranga, tan poblanos, tan semejantes, tan intelectuales orgánicos, tan aporofóbicos. México lleva la pobreza en el alma (José Alfredo Jiménez) y por eso será priista por varios siglos más, priista en varios partidos políticos, priista en varios sentidos.
Fredo Arias Kung nunca ha podido explicarse la razón del PAN para no romper con el antiguo régimen, en el PRIANRD está la respuesta. Los caciques forman parte de la estructura colonial que aprovechan España y Estados Unidos para expoliar el país. Por eso el PRI es indispensable y ubicuo.