PRI. The Golden Club

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Xóchitl Patricia Campos López

Hacia finales del sexenio de Calderón Hinojosa parecía complicado que la sucesión presidencial beneficiara a Enrique Peña Nieto. El gobernador del Estado de México presentaba los más bajos índices de calidad democrática en contraste con los de corrupción, feminicidio, violencia, inseguridad y marginación. No obstante, gracias a la paradójica unidad entre salinismo, Grupo Atlacomulco y ultraderecha (Carlos Ramírez); el regreso autoritario del PRI fue un acto que cimbró la gran mentira de la transición democrática mexicana. La transacción o concertacesión en el sistema político del país quedó evidenciado con el arribo del peñanietismo ¿De qué nivel es el sadomasoquismo de los mexicanos que veneran al PRImatrix ?

El populismo redivivo en el neuromarketing de telenovela fue la estrategia para el renacimiento del PRI. El peor gobernador, los más indecentes empresarios españoles, tecnócratas indolentes, la derecha voraz y una gaviota diva, movieron a México, ¡Y vaya que lo zarandearon! Aunque el sexenio peñanietista se concibe como un pacto caciquil (Andrew Paxman), lo cierto es que fue un Mirreynato (Ricardo Raphael) donde el PRI de los Peñaboys significó el amor idiota producto de una goebbeliana manipulación política.

Es verdad que el PRI de los Peñalords desató una crisis de representación que trasladó el 2006 al 2018; sin embargo, su caso es también un modelo para interpretar el PRI con Alejandro Morena Cárdenas, Peñajunior ciertamente.

El PRI del 2022 se puede convertir en un partido menor o franquicia electoral, realmente es improbable señalar su extinción, si bien el PRI se ha convertido en un lastre para el PAN; lo cierto es que la derecha tecnócrata, neoliberal, empresarial y burocrática -que conservó el cascarón del PRI- se ha ubicado correctamente en una coalición efectiva electoral de centro derecha. A pesar del encono que esto significa para el casticismo español panista, al PRI Mirrey le corresponde ser el parásito como durante décadas se manifestó la lealtad sistémica blanquiazul.

El PRI se mantendrá como una fuerza política importante, con semejante dimensión al Verde Ecologista o Movimiento Ciudadano, porque cuenta con una oligarquía desarrollada a lo largo del ejercicio gubernamental. Esta clase política es mal entendida como cachorros revolucionarios o juniors del poder, pero con apariencia simbólica en el mundo de las redes del poder (Samuel Schmidt). El poder económico y político, acumulado a lo largo de sexenios autoritarios, corruptos y criminales; le sirve al grupo para –dixit Lozoya- “acumular recursos y romper madres”.

El PRI de la afluenza, influencia y corrupción, no se marchará, estará por muchos años junto al PAN porque coincide en su desapego social e individualismo. La coincidencia en espacios de poder, escuelas, burocracia, negocios, etc., desde el avilacamachismo aunque con mayor claridad en los años neoliberales, los hace mantener la vocación de poder que tienen las élites; aún cuando sean enfermas y perversas.

El PRI de Moreno tomó la decisión de ser un Dinojunior, ya sólo queda la rémora de Artemio Cruz y lo revolucionario como marketing, pero cuenta. El dinero compra la posibilidad de clientelas, aliados, marketing y consensos; en los últimos años –ese comportamiento cortesano- les ha permitido controlar empresas, poderes, municipios, ciudades, obispos, criminales y medios. Por eso Morena no los puede destruir y mejor los invita, por eso el PAN es su mejor aliado.