Después de 2016, la militancia de los partidos políticos ha pasado de poco más de 16 millones a 5.5 millones en 2021. Si bien las razones para explicar esta baja son múltiples, cada caso debe ser explicado por separado para entender una conclusión obvia, a los ciudadanos les importa votar no militar en algún instituto político.
El caso de Acción Nacional es ilustrativo de una fuerza política que fue capaz de ganar la presidencia en dos ocasiones, pero que no ha logrado contar con un padrón que supere el millón y medio de militantes, a pesar de contar con una votación en las últimas elecciones federales que promedia el 20% de los sufragios.
Activos y adherentes
Fundado en 1939, el Partido Acción Nacional se propuso, de acuerdo a sus documentos fundacionales, ser una escuela de ciudadanía y representar una opción ética frente a las prácticas que se presentaban en el partido oficial.
A lo largo de las décadas, la militancia partidista se nutrió con las recomendaciones que sus miembros hacían, pues para poder ingresar al padrón uno de los requisitos, además de tomar un curso de inducción, era contar con el aval de un miembro activo, categoría que junto a la de miembros adherentes –o simpatizantes– integraba el padrón del blanquiazul.
A partir de la década de los años 80, dos eventos cambiaron el rumbo del partido y afectaron la militancia del azul: primero, la aceptación, durante la presidencia de Abel Vicencio Tovar, de las prerrogativas oficiales para financiar las actividades del partido, con lo que se creó una burocracia remunerada que –al menos en teoría– iba a profesionalizar las tareas partidistas; y segundo, la victoria en 1989 en la gubernatura en Baja California, algo que provocó –en palabras del primer gobernador panista, Ernesto Ruffo Appel– un fenómeno que no ha sido posible erradicar hasta la fecha: “el amor a la nómina”, no a los ideales azules.
Así, con otras victorias en gubernaturas como Chihuahua, Jalisco y Guanajuato, la militancia panista comenzó a crecer hasta llegar a su máximo histórico luego de la victoria en las elecciones federales del año 2000: más de un millón de militantes.
Pero en lugar de aplicar el concepto de “escuela de ciudadanía” y formar a sus cuadros, el panismo entró en lo que internamente se conoce como “onda grupera” –la presencia de grupos que controlan presupuestos, afiliaciones y candidaturas–, que obligó al menos en lo que va del presente siglo a dos proceso de depuración, en una de las cuales, durante la presidencia de Gustavo Madero, se perdió el 30% de los militantes.
Es también con Madero que los estatutos panistas se modifican para que el presidente del partido sea electo directamente por la militancia, por lo que el padrón azul se convierte en algo estratégico para los grupos que lo controlan pues mediante éste se eligen candidatos y dirigentes partidistas a nivel nacional y estatal.
Adicionalmente, hubo un proceso de refrendo –es decir, la solicitud a los militantes para que confirmaran su deseo de seguir siendo parte del padrón–, que provocó más bajas, a lo que se ha sumado distintas denuncias de afiliaciones masivas que fueron confirmadas por auditorías que mostraron como en locales comerciales se ubicaba el domicilio de una decena de militantes, quienes no vivían ahí en realidad.
Con César Nava como presidente nacional del blanquiazul, se llevó a cabo una campaña de afiliación, actividad que se repitió en la presidencia de Ricardo Anaya y, ahora de nueva cuenta, con Marko Cortés; en los dos casos anteriores, si bien se logró superar la barrera de los 300 mil militantes, incluso acercarse al medio millón, a los pocos años se volvió a los números que han provocado que el registro del partido sea cuestionado por no cumplir con el requisito legal para mantenerlo.
Es claro que muchos ciudadanos ingresan al partido y se decepcionan por el camino que ha recorrido o por decisiones que se han tomado –como la negativa a darle la candidatura a Margarita Zavala–, por lo que eligen renunciar y dejar de ser parte de una militancia que anteriormente mostraba con orgullo su credencial que la acreditaba como panista.
La “onda grupera” ha sido señalada como uno de los factores que influyen en este tema, pero poco se ha hecho por resolver este problema además de condenarlo y repetir que debe ser erradicado.
De tener más de un millón de militantes a inicio de la pasada década a los poco más de 250 mil que se tiene en la actualidad, el PAN ha mostrado que dejó de ser atractivo para ciudadanos que desean participar en política, aunque no para quienes buscan esta vía para ganar dinero.
Un padrón pequeño es más controlable para los grupos que controlan al partido, por lo que no es sorpresa que se mantenga en las cifras que hemos visto el presente año, tampoco que los militantes renuncien continuamente, por lo que se espera que la militancia panista se mantenga en estos niveles.
De los demás partidos platicamos en la siguiente entrega.