Samuel Schmidt Nedvedovich, Diego Martín Velázquez Caballero y Xóchitl Patricia Campos López
El artículo describe el proyecto geopolítico anticomunista denominado Intermarium, cuya finalidad fue desarrollar una red de grupos para combatir a la izquierda, desde una perspectiva conservadora, católica y capitalista. Este proyecto, según lo han expuesto diversos personajes de las sociedades reservadas en México, fue el origen y modelo del combate al comunismo. En razón de ello, se busca evidenciar los nexos y argumentos históricos para comprobar dicha relación.
Introducción
En el año 2000 el Partido Acción Nacional ganó las elecciones presidenciales, y junto con Vicente Fox Quezada llegó la alternancia a México. Tres años más tarde, en 2003, el periodista Álvaro Delgado publicó un texto evidenciando el acompañamiento de la ultraderecha al presidente de la república mediante una sociedad católica reservada denominada El Yunque. Esta obra dio a conocer un modelo de organización reservada, infiltración, violencia; que asaltó el poder económico, político y social gracias a personajes camuflados de empresarios, académicos, profesionistas y políticos.
La influencia de este tipo de organizaciones se remonta al siglo XIX. Su presencia en México fue importante durante la Guerra Cristera, hasta representar las posiciones más radicales en contra del comunismo. Un dato singular en el origen del Yunque se constituye por los vínculos con una visión geopolítica denominada Proyecto Intermarium, que vinculado al contexto geográfico de Polonia, fue evolucionando hasta ser dirigido por la Santa Sede, primero para reaccionar ante la revolución soviética de 1917 y posteriormente contra el comunismo.
En este artículo se explorará el significado del Intermarium y su influencia en la creación y evolución de la ultraderecha, específicamente del Yunque, con la intención de aportar elementos a la interpretación del nacionalismo católico en México durante la segunda mitad del siglo XX.
Al texto de Álvaro Delgado siguió una serie de obras que abordan al Yunque y la forma en que la ultraderecha mexicana penetra a la política y al gobierno. Manuel Buendía, Clara Lida, Mónica Uribe, Edgar González Ruiz, Fernando M. González, Luis Ángel Hurtado Razo y Santiago Jiménez son solo algunos estudiosos cuyas aportaciones permiten entender dicha organización, empero, a últimas fechas, la propia ultraderecha sale a la luz y se explica. En ese sentido, destaca el testimonio salido de la Universidad creada por el Yunque (Louvier, Díaz y Arrubarrena, 2013) para fundamentar su establecimiento y la acción de los personajes que integraron el Frente Universitario Anticomunista en Puebla.
Para Luis Herrán Ávila (2015), este tipo de sociedades católicas reservadas reprodujo representaciones simbólicas de la experiencia anticomunista en Europa, introduciéndolas a la mentalidad e imaginarios colectivos de la ultraderecha mexicana-latinoamericana y a la forma en que concebían su papel dentro de una cruzada anticomunista, anti masónica y anti judía. La influencia del Intermarium sobre la ultraderecha mexicana ayuda a explicar en parte el sistema de partidos en México, la relación del Estado con ciertos movimientos sociales y los vínculos diplomáticos con la Santa Sede.
El trabajo se desarrolla a partir del análisis historiográfico de fuentes indirectas y secundarias, así como el enfoque teórico realista de la geopolítica. El apego al proyecto Intermarium es declarado por los propios intelectuales orgánicos y protagonistas de la ultraderecha mexicana en distintas ocasiones y en testimonios particulares. Al mismo tiempo, se considera el trabajo en historiadores que –al menos en Norteamérica y Europa- han tratado seriamente el tema del Intermarium a lo largo del Siglo XX.
La Santa Sede como potencia geopolítica
La preocupación que algunos Estados desarrollan por su territorio físico y la seguridad que despliegan a su alrededor generan estrategias que llegan a transformarse en políticas de supervivencia o geopolítica. La protección del espacio vital constituye un argumento para que los nacionalismos se tornen expansionistas o clausuren sus fronteras mientras desarrollan acciones gubernamentales que cohesionan y fortalecen a ciertos grupos internos. La geopolítica influye también las ideologías, induce a desarrollar una visión de aliados y opositores, pertenencia cultural y religiosa, evolución de las instituciones y relación con los actores preponderantes en el sistema nacional e internacional (Hernández y Sánchez, 2015). En la práctica, la geopolítica se caracteriza por un protagonismo territorial que no deja un flanco abierto respecto de los más diversos temas.
Una de las entidades con mayor transcendencia geopolítica es la Santa Sede, institución que constituye el gobierno central de la Iglesia Católica y la jurisdicción episcopal del obispo de Roma. Representa una de las monarquías divinas (Masferrer, 2013, p. 42) más antiguas del mundo y asume posesiones materiales-espirituales en todas aquellas esferas donde existe el catolicismo o se generan relaciones jurídico-diplomáticas con la burocracia eclesial. La trascendencia del catolicismo en el mundo, pero principalmente Europa y América, genera un activismo permanente de la Santa Sede para resguardar lo que considera su espacio vital y extender su hegemonía[4]. De manera sistemática, la geopolítica del catolicismo ha procurado ejercer dominio en aquellas naciones y sociedades que se emanciparon del control clerical del Obispo de Roma; o bien, han mutado en sus preferencias religiosas.
La Santa Sede –representante del Estado Vaticano[5]-, históricamente, es recurrente en sus estrategias para preservar recursos e influencia. Se asume como un imperio atacado incesantemente. En cada época concibe nuevos enemigos o confrontaciones como modo de reinventarse estableciendo principios que influyen identitariamente en diversas sociedades e inclinan a los gobiernos hacia posturas específicas. De forma innegable, se coloca como un poder hegemónico de las relaciones internacionales. Las luchas entre las iglesias nacionales y Católica constituyen un periodo amplio en la tradición por consolidar la cultura liberal, democrática, social y capitalista. A su vez, la evolución de la democracia se distingue por la emancipación del control clerical y teocrático que cosmovisiones religiosas, como el catolicismo apostólico romano, imponen.
La participación de la Santa Sede en los principales eventos geopolíticos que distinguen al siglo XX resulta insoslayable, sobre todo, por su actuación para inhibir, controlar y destruir el comunismo soviético. Esta pugna configuró al Estado Vaticano como uno de los artífices del Nuevo Orden Mundial. Así, la catolicidad contemporánea, no puede explicarse sin el prolongado periodo de conflicto y combate al comunismo.
La experiencia histórica de Polonia
En la actualidad, el Intermarium es un proyecto geopolítico local de Europa Central, considerada un granero y valle europeo, pleno en recursos naturales. Su objetivo es proteger a los países de Europa Central y Oriental contra el imperialismo ruso, consolidando una alianza económica, política y militar que funciona junto con la membresía de la OTAN (Organización del Atlántico Norte) y la alianza con Estados Unidos.
Para algunos países involucrados, su religión sirve como una institución nacional. Es el caso del catolicismo para la mayoría de los polacos, lituanos y eslovacos, la ortodoxia para bielorrusos, ucranianos o rumanos, mientras que los húngaros tienen un fuerte componente protestante a pesar de la mayoría católica, y los checos, en su mayoría seculares. En el pasado, la región fue atacada en nombre de ideologías universalistas, que a menudo servían como cortina de humo para los intereses de naciones que proclamaban estos universalismos. La zona, entonces, representa un escudo contra los rusos, alemanes, tártaros, musulmanes, judíos y ortodoxos.
Para Levy (2006), el Intermarium debe ser interpretado en tres tiempos, temporalización que comparten Jean Meyer (2014), Buchruker (1991) y Borejsza (2002): previo a la Segunda Guerra Mundial, durante la Guerra Fría y en la etapa post comunista, lo que permitiría deducir el temor regional centenario hacia Rusia y la colaboración con diferentes proyectos anti rusos tanto de la Santa Sede como de los movimientos fascistas locales. Durante la Guerra Fría el Intermarium preservó dicho anti rusismo y favoreció la integración de sus ideas a la geopolítica norteamericana mediante el desarrollo de diversos centros de acción política y estudio en América, que desarrollaron el anticomunismo. Actualmente, la rusofobia persiste y el Intermarium aspira al desarrollo de una confederación de países que se oponen a Vladimir Putin y sus políticas imperialistas.
Pero el recelo a Rusia no solo desarrolló proyectos como el Intermarium. Existen experiencias en Polonia[6] y en los países periféricos de la región que, si bien pueden asociarse al clerofascismo y al nazismo, su comportamiento debe analizarse desde el conflicto nacionalista local frente al imperialismo ruso y el cristianismo ortodoxo que ha sido ancestral en la historia de Europa del Este.
No obstante que en el Intermarium participan países con diferentes denominaciones de cristianismo, en algunos el proyecto es exclusivamente católico, tal es el caso de Polonia, lo que se explica por su historia de subordinación al catolicismo durante un período que abarca los últimos 800 años de su existencia; pero, ¿en qué radica la importancia de este país para la Santa Sede? Desde el cisma entre el Imperio romano de Oriente y Occidente, Polonia ha sido estratégicamente empleada por aquella para controlar a musulmanes, judíos, ortodoxos, asiáticos y protestantes. De ahí el interés de la alta clerecía romana por promover una población católica y eslavo-báltica.
El cisma de oriente –la formación de la Iglesia Ortodoxa Cristiana– es el principio de un flanco que se abre en Europa para la convivencia con grupos religiosos y culturales distintos en un plano de nueva competencia. La ruptura con Bizancio y Constantinopla, al inhibir a la Iglesia de Roma para apoderarse de nuevos territorios, resulta más importante que el surgimiento del Protestantismo.
Polonia, por su parte, ha sido tres veces consagrada a la Iglesia Católica durante su historia (Martin, 1991). El cristianismo, como religión de Estado, promovió concordatos y patronatos que subordinaron la nación, sociedad y recursos para con la Santa Sede, empleando diversas meta narrativas de la cristología y mariología con esta finalidad.
Este proyecto recibe en polaco el nombre de Miedzymorze (entre mares). Su fundador, el General Josef Pilsudski, lo concibió como un proyecto de civilización polaca y al mismo tiempo como un bloque para contener tanto a los alemanes como a los rusos, extendiéndose desde Moldavia hasta Suecia. Conformó una organización multinacional de defensa entre el Mar Negro y el Báltico, que floreció por los siglos XVII al XVIII y que renació en Polonia durante los últimos años del siglo XIX y principios del siglo XX[7].
Durante la Segunda Guerra Mundial dicho territorio se convirtió en una obsesión para los geopolíticos. El proyecto, concentrado inicialmente en Polonia, poco a poco fue estableciendo coincidencias con otras naciones que compartían una afinidad cultural, étnica y religiosa. Por lo anterior, las naciones de esta región a menudo tienen una actitud cautelosa hacia los imperialismos.
Desde la perspectiva de Samuel Huntington (1996), esta región de Europa del Este podría denominarse una Zona de fractura, debido a la intención de distinguir una demarcación entre la civilización occidental y la ortodoxa. Los países alrededor de Polonia constantemente son asediados por el imperialismo ruso y germánico, de hecho, existe una división política en la historia de las fuerzas polacas respecto a la integración con Rusia o su asimilación a Europa. El dilema constituye el centro de la identidad que el Intermarium define y se orienta a proponer una civilización propia encabezada por Polonia, a la vez que se emplea como espacio de disuasión entre Oriente y Occidente.
El surgimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) significó un cambio de régimen político en el espacio euroasiático que alteró la marcha de los procesos políticos mundiales. Para Polonia esta fue una situación complicada, puesto que confirmó sus dudas y conflictos sobre la influencia rusa que el catolicismo integral intransigente había sembrado: el comunismo universalista era una pantalla detrás de la cual se ocultaba el imperialismo ruso tradicional y la conspiración judeomasónica. El crecimiento y desarrollo de la URSS implicaban el sometimiento y, quizá, desaparición de la nación polaca.
El comunismo fue la excusa que incrementó el antisemitismo en la región –y Europa-, aun cuando este tiene mil años, cuando menos, de ser fomentado por el cristianismo. Aunque Polonia no fue uno de los objetivos sionistas[8], para la jerarquía católica de dicho país y el Vaticano resultaba peligroso el crecimiento de la población judía. De acuerdo a Kertzer (2001), desde la perspectiva de la Iglesia Católica, la población judía en Polonia constituía un riesgo, tal situación derivó en una judeofobia que constituyó el preámbulo del Holocausto. Un elemento significativo en este contexto fue el auge del Bundismo (movimiento obrero judío distanciado del Sionismo) en la zona y su involucramiento con el Partido Comunista de la URSS.
Antes de acceder al pontificado, Achille Ratti (Pío XI, 1922-1939) pasó una temporada en Polonia para observar la cuestión judía y confirmar ciertos temores que algunos católicos austriacos, alemanes, croatas y otros, señalaban: la inminencia del control económico, social y político por parte de la comunidad judía. Ratti concluyó que al apoderarse de Polonia, la alianza de los judíos con los bolcheviques hacía perentorio un ataque a Europa, lo que derivó en un arrebato religioso que solo escuchó a la jerarquía católica polaca.
Desde su visión se confirmaba la conspiración Judeo/Masónica/Comunista[9] y decidió empezar a trabajar con la revista Civiltà Cattolica en un antisemitismo bueno o alegato antisemita que la publicación mantuvo durante un largo periodo, solo con la intención de señalar la peligrosidad judía (Meyer, 2012). Era bueno porque no mataba a nadie, era solo una retórica. No obstante, autores como Meyer (2012), Kertzer (2001), Cornwell (2002) y Yallop (2006) señalan que Ratti, antes y después de su pontificado, soslayó los pogromos y las muertes en Polonia, que eran bastante significativos. La población, tanto urbana como rural, los partidos políticos y diversos sectores representativos de la Polonia eslava y católica exaltaban el antijudaísmo.
Al final de su vida, Pío XI trató de modificar este antisemitismo bueno o espiritual porque se evidenciaba en forma harto clara desde experiencias como el inicio del nazismo austriaco-germánico, la condición polaca, croata, etc., una secuencia que decantaba en un antisemitismo malo, pagano, material y asesino. De acuerdo a Kertzer, el futuro Papa Pío XII, 1939-1958 (Eugenio Paccelli) y los radicales blancos jesuitas polacos –Vladimir Ledochowski- obstruyeron tal reconsideración y los intentos por manifestar que la Iglesia podría apoyar a los judíos.
De esta manera, tanto el antisemitismo bueno como el malo colocaron a Polonia como el punto de partida del Holocausto. La Shoá es una consecuencia de este proceso histórico (Intelligence Research Report, 1946), y cada vez parece más claro que el paroxismo religioso católico fue el responsable de los fascismos que desencadenaron la Segunda Guerra Mundial. Los Nazis tomaron el control de ese país y con la ayuda de gobiernos como los Ustachies, de Croacia; la Guardia de Hierro y Legión de San Miguel Arcángel, en Rumania; Partido Cruz Flechada, de Hungría, etc., desarrollaron campos de concentración y matanzas colectivas en Europa del Este[10]. Frente a esto, la Iglesia Católica mantuvo un mutis de varias décadas.
El Intermarium forma parte de los modelos de antisemitismo bueno que, no obstante, se vinculó a experiencias como las del catolicismo filonazi y antijudío que colaboraron también en la huida nazi a Latinoamérica a través de proyectos como Odessa y personajes como Hudal, Dragonovic y Pavelic. Con el incremento de evidencias históricas, Ratti y Paccelli aparecen, al paso del tiempo, como colaboradores indirectos de los nazis. La evolución de los fascismos en Europa está profundamente conectada con estos personajes[11].
El Intermarium fue entonces, y es, un proyecto antijudío, rusofóbico y ultraconservador católico implementado para que el catolicismo integral intransigente se infiltrara en gobiernos, universidades, sociedad civil, administración pública, familias, empresas, etc., desplegando sociedades secretas que ayudaran a mantener el statu quo, defender la preponderancia de la Santa Sede y desarrollar la sociedad cristiana perfecta. El apoyo que personajes como August Hlond, Stefan Wyszynski, Vladimir Ledochoswski y Walter Ciszec brindaron a Pío XI y Pío XII para extender la estrategia polaca de combate a sus enemigos fue fundamental para para proteger los intereses del Vaticano.
Al final, la región no ha podido renunciar al modelo clerofascista. Los nazis lo consolidaron a la fuerza, la URSS no logró transformar dicha conciencia y Occidente no interviene en la modernización de Europa del Este. Existe una responsabilidad que la Iglesia Católica evade: una última consecuencia del sentido regional religioso podría ser el conflicto de los Balcanes y la insistencia en desarrollar el Intermarium, al que solo Rusia se opone.
Anticomunismo y consagración de Rusia
La Iglesia Católica saludó al siglo XX con un pontificado antimoderno, personificado por Pío X (1903-1914) y fortalecido por una tendencia integrista, con la que la Santa Sede se manifestaba ante cada acontecimiento social, económico o político. Más tarde, Pío XI y Pío XII representarán el punto más álgido de esta tendencia[12]. Para la burocracia y élite de la institución religiosa, el comunismo, los movimientos socialistas y el avance de la secularización significaban el fin de la Iglesia Católica. Frente a ello deciden actuar, y lo hacen señalando esos cambios como producto del judaísmo.
Al perder la Iglesia Católica los Estados Pontificios (1870) parecía que, al menos en Occidente, las ideas ilustradas y liberales-progresistas econtrarían pocos obstáculos. Sin embargo, la materialización de un Estado comunista a partir de la revolución bolchevique impulsó el encono cristiano hacia la Rusia Soviética.
Jean Meyer (2014) da cuenta de las estrategias de entendimiento por parte de la Iglesia Católica hacia la Revolución Rusa y el comunismo, al inicio del régimen soviético. De hecho, los obispos católicos observaban reposadamente el triunfo de los bolcheviques rojos, dado que perseguían a la Iglesia cristiana Ortodoxa para conseguir la secularización. Ante la mirada de la Santa Sede, una vez destruido el cristianismo ortodoxo, la mayor parte de los religiosos rusos volverían al catolicismo. Vencidas todas las Rusias, el cisma estaba aniquilado.
En los primeros años del gobierno revolucionario la diplomacia vaticana involucró al sacerdote Edmund Walsh en una campaña de apoyo frente a los graves problemas de la sociedad rusa. La cercanía con la marginación, la hambruna y el conflicto que generaba el interregno del zarismo al socialismo parecen haberle impactado severamente para construir sus argumentos en contra del comunismo. Sin embargo, el grave conflicto entre el Estado Soviético y la Iglesia Ortodoxa derivó en un arreglo político, los grupos religiosos convinieron en apoyar al régimen comunista, coexistir con la Iglesia Ortodoxa creada desde el gobierno –Iglesia Viva Nueva– y coincidir con las políticas libertarias que los comunistas proponían en detrimento de las aristocracias y noblezas.
Alcanzado el acuerdo entre los poderes religioso y político, el gobierno insistió en persuadir a los grupos católicos para mantener un compromiso semejante a los ortodoxos. La expropiación de los bienes de las instituciones católicas generó el paroxismo religioso que condujo a los obispos y la Santa Sede a mostrar el ateísmo comunista como una desgracia para la humanidad. A partir de su afectación económica, la Santa Sede comenzó a actuar para proteger el orden y estabilidad de las estructuras económicas, políticas, sociales y culturales del viejo régimen frente a la celeridad que tomaba el comunismo.
La inflamación de la opinión pública conoció todo tipo de estrategias; entre ellas, las encíclicas Iniquis Afflictisque (1926) y Divini Redemptoris (1937), la fundación del Colegio Russicum (1929) y la participación de personajes como Edmund Walsh y Michelle D`Herbigny. Esto implicó una confrontación hacia el comunismo mediante la formación de sociedades secretas y grupos universitarios en la zona (Polonia, Rumania, Austria, Hungría, Croacia, etc.) (Pettinaroli, 2015; McNamara, 2005).
La Santa Sede reclutó rusófilos y los envió a espiar y construir estructuras clandestinas. Edmund Walsh fue sustituido por Michelle D´Herbigny, sacerdote encargado de la estrategia para desarrollar una jerarquía católica encubierta en la Unión Soviética y fomentar la desestabilización del gobierno. No obstante, aun cuando el obispo oculto D´Herbigny resultó eficiente, perdió sentido en la misión porque veía que las personas, independientemente de su raza o religión, eran iguales y tenían muchas necesidades que las distintas burocracias religiosas y políticas olvidaban atender.
Sin embargo, con Walsh no ocurrió lo mismo que con D´Herbigny. El primero se volvió un furibundo anticomunista y judeófobo (McNamara, 2005), y contribuyó al desarrollo del macartismo en Norteamérica, mientras el segundo se asimiló a la espiritualidad y comunidad campesina rusa (Meyer, 2014) en un símil con Dostoyevski y Tolstoi. El jesuita francés fue sustituido y la política rusa de la Santa Sede sufrió severas modificaciones nuevamente (Pettinaroli, 2015).
Edmund Walsh, así como otros jesuitas encabezados por Ledochowski y la Universidad de Lovaina, fomentaron el paroxismo religioso –anticomunismo, antisemitismo, antiliberalismo– para hacer funcionar la estrategia de oposición a la URSS. El Intermarium y todo tipo de rechazo al marxismo fueron implementados en una cruzada cristiana contra lo que la Santa Sede consideraba el más grande enemigo de la humanidad: la Conspiración Judía/Masónica/Comunista y al mismo tiempo generar en Europa Central o del Este una Región Católica útil como contrapeso a la Rusia comunista, cristiana ortodoxa y protectora de judíos, así como frente a la Alemania protestante (Levy, 2006; Díaz-Cid, 2017).
La defensa de los católicos alemanes contra la Kulturkampf de Bismarck fue tomada como ejemplar en un momento en el que la Iglesia pensaba seriamente en su extinción[13]. A la simpatía con Mussolini por el reconocimiento de los territorios al Vaticano, también surgió el apego por los Católicos Viejos Alemanes, algunos de los cuales pertenecían a sociedades secretas. No solo la experiencia alemana resultó un paradigma en la defensa católica; la experiencia de grupos nacionalistas católicos cuyo objetivo era el clerofascismo en países como Polonia, Austria, Hungría, Francia, España, Rumania, Croacia y otros se fortaleció el protagonismo internacional de la Iglesia (Levy, 2006), y en este contexto las sociedades secretas del catolicismo ganaron reconocimiento de eficacia, legitimando al Vaticano.
La judeofobia de los católicos integrales intransigentes reunió antisemitismo y anticomunismo, razón por la cual se posicionaron como un elemento estratégico para Occidente previo a la Segunda Guerra Mundial, en su desarrollo y durante la Guerra Fría. El catolicismo se acomodó circunstancialmente frente a sus enemigos y se recompuso primero ante Mussolini, luego ante Hitler, y finalmente ante los Estados Unidos. La lucha contra el comunismo y la conspiración judía por parte de los grupos secretos de la ultraderecha produjo los fascismos italiano, rumano, español, latinoamericano, croata, austriaco y alemán.
El programa del nazismo se sustentó en la imagen del catolicismo intransigente para el desarrollo de su propaganda y fue publicitado en Mi Lucha varios años antes de la fundación del III ReichDel mismo modo, la solución final nazi se inspiró en un misticismo católico-romántico-bucólico-pangermánico que desarrollaba la sociedad secreta del Thule, donde se incluían a católicos y personajes cercanos de Adolf Hitler.
Los católicos integrales intransigentes veían en la URSS no solo la conspiración judeo-masónica sino también la revelación de las profecías de la Virgen de Fátima acerca del fin del mundo (Martin, 1991), el nazismo apareció, entonces, como un bálsamo protector para sus ideas y temores (Meyer, 2014; Levy, 2006; McNamara, 2005). Esta perspectiva del anticomunismo católico se hizo global y persistente, aun cuando la jerarquía de la Iglesia Católica y muchos hombres que ejercían el ministerio en el cristianismo carecían y carecen de evidencia para demostrar la Conspiración Judío Masónica Comunista.
El catolicismo integral intransigente se transformó en un policía de los católicos que abrazaban ideas sociales o transformaciones institucionales como las del Concilio Vaticano II. La Santa Alianza (Yallop, 2006) se mantiene. De acuerdo a Malachi Martin (1991), la Internacional Negra (Iglesia Católica) ofrecía a la Internacional Dorada (Estados Unidos) la organización indispensable para confrontar a la Internacional Roja (URSS).
Durante la Guerra Fría el cataclismo nuclear concentró en los ejércitos la estructura de dominación a que aspiraban las superpotencias; empero, la situación cambió al establecerse el conflicto como una guerra de baja intensidad. En esas circunstancias el Occidente se encontraba en desventaja porque solo las Internacionales Roja y Negra se habían dedicado a desarrollar cuadros efectivos en los ámbitos político, social y económico. Para Malachi Martin (Ibíd.), el aspiracionismo individualista de los occidentales dejó sueltos los mecanismos de control y defensa en un conflicto que se desarrollaba en los campos político y social. La libertad que distinguía a las sociedades democráticas capitalistas las hacía vulnerables a la infiltración y alineación de los comunistas, que aprovechaban cualquier flanco para introducirse en un esquema social y desarrollar sus movimientos estratégicos. Solo había otro actor capaz desenvolverse en un juego así: la Iglesia Católica.
Desde una perspectiva ética como la del capitalismo, la lucha contra el comunismo se hacía imposible. El comunismo tiene un esquema discursivo en verdad efectivo y alienizador, sus diversos teóricos han desarrollado la estrategia de la lucha por la hegemonía cultural, por la historicidad y el control de las relaciones sociales de producción que ha sido difícil de combatir, salvo por un discurso igual de combativo y alienador: el discurso religioso del nacionalismo católico.
La estrategia del Intermarium resultó exitosa no solo con la elección de Karol Wojtila (polaco) como Obispo de Roma, también permitió que la visión polaca de la geopolítica se imbricara en la política exterior de la Iglesia Católica y consiguiera una gran aportación a la derrota del comunismo. La Internacional Negra se plegó a la Internacional Dorada en detrimento de la Internacional Roja, en varios países donde el clerofascismo[15] era la estructura gubernamental y el colaboracionismo con Estados Unidos de Norteamérica llegó hasta la ignominia.
El último punto fue Polonia, desde ahí se lanzó la etapa final de una ofensiva que llevaba varios años implementada pero que necesitaba una palestra internacional, como el papado. Juan Pablo II hizo que el combate de Polonia contra la URSS fuera la lucha de una gran parte de la humanidad contra el comunismo. Con Wojtyla, el Estado Vaticano utilizó efectivamente su capacidad geopolítica y georreligiosa para desmoronar la Cortina de Hierro.
Terminada la Guerra Fría e interrumpida la carrera armamentística a que dio lugar, destruido el Telón de Acero que separaba a Europa en dos y aniquilado el conflicto ideológico entre las superpotencias que había dividido el mundo en zonas de influencias, el crack del sistema bipolar de las relaciones internacionales privó a estas del equilibrio acostumbrado e introdujo en la política mundial nuevas reglas de juego. Junto con la desintegración de la URSS se derrumbaron también las esperanzas de quienes veían un nuevo orden mundial donde la democracia, el capitalismo y el liberalismo occidental permitirían un mayor entendimiento a los pueblos. Al mundo bipolar sucedió uno multipolar; y a la estabilidad artificial del sistema de Yalta-Potsdam y del empate nuclear mundial, la activación de los conflictos regionales interétnicos y de las guerras religiosas.
Rusofobia, anticomunismo y judeofobia en México
En su pugna contra la Unión Soviética, la Santa Sede extendió el Intermarium a Iberoamérica y en México lo vinculó con el catolicismo integral intransigente, desarrollando organizaciones nacionalistas católicas y conservadoras, creadas con la pretensión de contener al comunismo[16]. Estas congregaciones fascistas imitaron la lucha europea contra Rusia y se insertaron en el Partido Acción Nacional (PAN). El proceso se inauguró con la Guerra Cristera, se profundizó en la época de la Guerra Fría y se extendió hasta el fin del pontificado de Juan Pablo II[17].
La ultraderecha mexicana ha declarado su vínculo histórico con el proyecto geopolítico Intermarium, revelando el fundamento de sociedades reservadas y secretas[18] como Tecos y Yunque. La UPAEP (Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla) evoca que este proyecto georreligioso orientó su organización y permanencia, lo que ayuda a entender el comportamiento de los católicos integrales intransigentes en México que lucharon contra el comunismo en la segunda mitad del siglo XX. La UPAEP es sustancial en el desarrollo de entes colectivos, cuadros y generaciones conservadoras insertas en los diferentes niveles gubernamentales emanados del PAN y de otros institutos políticos infiltrados por estas agrupaciones reservadas (Delgado, 2007).
El texto Autonomía Universitaria (Louvier, Díaz, Arrubarrena, 2013) indica el objetivo y algunas acciones de incorporación de Iberoamérica al Intermarium, realizadas por más de cuarenta años.
[…] frente al desafío mundial organizado desde Moscú por el Komintern, el Papa Pío XI promovió una versión actualizada del “Plan Intermarium” que la diplomacia polaca de los años veinte había diseñado para construir una federación de las naciones de Centroeuropa que irían desde el mar Báltico hasta el mar Negro (de ahí su nombre de inter marium) para edificar una fuerza capaz de resistir a la Alemania nazi por el oeste y a la Unión Soviética por el este. El plan de los polacos fracasó ante la oposición no sólo de Hitler y Stalin, sino también de los gobiernos inglés y francés, pero la idea fue retomada por el Papa para formar una red de jóvenes católicos que pudieran resistir a los planes marxistas y propagar la fe en la Europa del Este (…) Terminada la Segunda Guerra Mundial e iniciada la Guerra Fría, S.S. Pío XII retomó el proyecto ínter marium; proyecto que ahora incluía a la América Latina mediante la creación de “organizaciones reservadas” destinadas a formar líderes católicos capaces de defender su fe y dar la batalla doctrinaria en las universidades, consideradas como el punto neurálgico y el espacio vital para la promoción y defensa de la cultura cristiana. La formación de estas organizaciones fue encargada a los jesuitas y puestas bajo la advocación de Cristo Rey (Ibíd., pp. 38-39).
Las sociedades reservadas[19] más representativas del anticomunismo mexicano surgieron durante la Guerra Fría, aunque la experiencia de los modelos conspirativos proviene de los grupos reaccionarios que dirigieron la Cristiada (Solís, 2011; González, 2001). Posteriormente, el sinarquismo[20] viviría la convención de estas estructuras que, más tarde, se incorporarían a los diferentes proyectos globales anticomunistas desarrollados por la Iglesia Católica[21]. El corporativismo sinarquista ha sido calcado en diversas ordenaciones identificadas por los temas que ideológicamente defienden, así como por su cercanía a la Iglesia Católica, la Democracia Cristiana, el gobierno, las Universidades Privadas, el Sector Empresarial y la Sociedad Civil (Uribe, 2008, p. 44).
Los líderes del Intermarium como Vladimir Ledochowski, Edmund Walsh y Michell D´Herbigny (Díaz-Cid, 2013 y 2017), tuvieron un importante papel en la geopolítica de la Santa Sede y los Estados Unidos de Norteamérica, relacionados con México, en la primera mitad del siglo XX. El caso de Edmund Walsh resulta particularmente interesante dada su participación en el desarrollo de los acuerdos de paz que dieron fin a la Guerra Cristera, ya que al mismo tiempo que constituyó un pilar de las negociaciones, orientó de diversas maneras a los grupos y organizaciones del catolicismo integral intransigente.
Su papel resulta complejo en la etapa diplomática entre la Santa Sede y el gobierno mexicano postrevolucionario (Redinger, 2010; Andes, 2010; Meyer, 2008; Álvarez, 2008), toda vez que aun sin ser formalmente el representante del Obispo de Roma, influyó en John Burke, Dwight Morrow y los obispos mexicanos. Inexplicablemente, se ha ocultado su paso como uno de los articuladores en la gestión del movimiento cristero. Por su parte, John Burke, otro jesuita geopolítico y partícipe en la pacificación mexicana durante el gobierno de Plutarco Elías Calles, fue reconocido y empleado para ocultar las diferencias entre los Caballeros de Colón norteamericanos y la Santa Sede (Meyer, 2008).
Edmund Walsh se distinguió por una actitud anticomunista y judeófoba inspirada en el complot contra la Iglesia Católica. Esta retórica se contagió a los Obispos Mexicanos, algunos de los cuales compartían, por ejemplo, Los protocolos de los sabios de Sión y enviaban sacerdotes a politizarse en la Universidad de Lovaina bajo la metanarrativa anticomunista y fascista del jesuitismo blanco (O´Dogherty, 2010; Kula y Krzysztof, 2010). Los clérigos Manuel Figueroa, Julio Vértiz y Agustín da Silva se nutrieron en Bélgica de un pensamiento católico violento y radical que reprodujeron con la fundación de Tecos, Yunque y diversas organizaciones nacionalistas católicas[22], así como de la exposición de una intensa labor propagandística y editorial[23] que socializaba los valores integrales intransigentes. A su vez, Walsh también tuvo una trascendental intervención en la política de los Estados Unidos a lo largo de la institucionalización contemporánea del servicio diplomático y exterior de aquel país; incluso, fue uno de los personajes que desplegó la persecución anticomunista de los años cincuenta encabezada por el senador James McCarthy (McNamara, 2005).
En México, el arreglo con la Santa Sede se consiguió con el modus vivendi que dio fin a la Guerra Cristera, ello implicó que el modelo de organización encubierta quedara latente y resurgiera contra los movimientos sociales del marxismo cultural en los años sesenta del siglo XX. La estrategia de una jerarquía clandestina, la infiltración y desestabilización pretendían forzar a los gobiernos para suavizar su política en relación con la Santa Sede.
No obstante que El Yunque nació en la década de 1950, su raíz es el modelo anticomunista católico que oscila entre 1926 y 1937, época en la que Tecos –hermano mayor del Yunque– configuró sus antecedentes, y los nacionalismos ultracatólicos en Europa se confrontan a la URSS. En este periodo, el desarrollo y entendimiento de las encíclicas Iniquis Aflicctisque y Divini Redemptori[24] potenciaron en México la radicalización de los grupos de ultraderecha. Los fundamentos ideológicos y estratégicos de estas organizaciones pertenecen a la geopolítica vaticana anterior a la Ostpolitik y el Concilio Vaticano II[25].
El Yunque, fundado bajo el modelo del proyecto Intermarium, permite observarlo como uno de los modelos de organización de las sociedades reservadas y secretas de la Santa Sede, representa el sustento ideológico de la clandestinidad del catolicismo integral intransigente así como la intervención de la alta burocracia eclesial. Señala Manuel Díaz Cid (2017):
El papa Pio XII heredó de su antecesor el proyecto “Intermarium” con el que la Iglesia desafiaba al comunismo internacional. Los jesuitas fueron los encargados de su ejecución, por lo que algunos de ellos crearon organizaciones juveniles reservadas en América Latina destinadas a formar líderes católicos capaces de enfrentar desde las universidades la ofensiva comunista, ya que eran consideradas como un punto neurálgico.
Así aparecieron en América Latina diversas agrupaciones animadas y asesoradas por los jesuitas. Una fue la Sociedad del Servicio a Cristo Rey (a cuya cabeza estaba Alberto Hurtado Cruchaga, S.J., en Chile): “Nunca supe por qué la Iglesia liquidó ese movimiento. Seguramente algunos clérigos… se indignaron de que los laicos pensaran por su cuenta y actuaran en política con libertad de conciencia”. Otra la encabezaba Bernardo Leighton (colaborador de Eduardo Frei, jefe de estado) se trataba de la Falange Nacional; en el mismo Chile otro jesuita alentaba la formación juvenil en algunos colegios, era el padre Alberto de Castro. Incluso en la propia Cuba, los jesuitas impulsaban la formación juvenil para alentar sus grupos, por ejemplo tanto en el Colegio Dolores de Santiago de Cuba como en el Colegio Belén de La Habana, ambos de los jesuitas donde estudió el mismo Fidel Castro. La actividad de los jesuitas también se extendió a la Falange Nacionalista en Colombia, con la colaboración del padre Félix Restrepo. En Caracas, Venezuela, por su parte, actuaba la Falange con Rafael Caldera a la cabeza en el Colegio San Ignacio. En todo ello se puede apreciar la presencia de los jesuitas y el aliento de grupos juveniles.
Recientemente apareció la información de que en la Universidad El Salvador, atendida por los jesuitas en Buenos Aires, Argentina, existió una organización reservada juvenil denominada “La Guardia de Hierro” […]. En México, convulsionado por las persecuciones religiosas, la década de los 50’s vio aparecer en Puebla una organización discreta promovida por los jesuitas Manuel Figueroa Luna, el padre Julio Vértiz, el padre Agustín da Silva y Valeriano Ruíz, quienes convocaron a la fundación del Yunque […] Algunas de las organizaciones fundadas por los jesuitas tuvieron un fuerte sentido clerical, dependiendo de la dirección de sus fundadores, otras, por el contrario, fueron pioneras en la aceptación y promoción de la “opción madura de los laicos”. De Mons. Octaviano Márquez y Toriz y del padre Figueroa aprendimos que: “Nihil sine Episcopus” (“Nada sin el obispo”) […] El Frente Universitario Anticomunista […] era parte de esta acción (Díaz, 2017, parr. 10-12).
Grupos como Tecos y Yunque se extendieron en las universidades públicas y privadas de Iberoamérica bajo la lucha contra la revolución comunista global y la defensa del occidente cristiano frente al complot judío masónico. Su invisibilidad persiste, pues al ser sociedades secretas-reservadas, se desconoce a los verdaderos integrantes o círculos de jefes reales en las mismas. La Iglesia Católica insiste en negar su existencia; no obstante, le informan de sus actividades y proyectos. Si se ahonda un poco sobre la geopolítica vaticana, se entenderá lo que hacen estas sociedades secretas en México y su mecanismo de reclutamiento y acción (Delgado, 2003).
Los estudios históricos acerca de las sociedades secretas católicas en México no omiten la importancia del filonazismo y el antijudaísmo en su ideología y perspectiva social (González-Ruiz, 2003, 2004a y2004b; Díaz-Cid, 2003; Olmos, 1996; Hernández-García, 2004; Solís, 2011; Hernández-Vicencio, 2009 y Meyer, 2003). Tanto Yunque como Tecos desarrollaron un importante papel en la lucha contra el comunismo de los años 60 del siglo XX a nivel regional, nacional e internacional. La retórica del Complot contra la Iglesia, propia del Intermarium, y el uso del antisemitismo como retórica descalificativa y como discurso xenófobo, son evidentes en los miembros y seguidores de las sociedades secretas católicas mexicanas, y articulaban sus acciones y filosofía en la disputa por las universidades y espacios educativos.
En cuanto a la “táctica diabólica del enemigo”, la pastoral poblana coincidía con lo que expresaba Traian Romanescu en su libro “La Gran Conspiración Judía”, que en mayo de 1961 llegaba a su tercera edición (publicada por la editorial Jus, había tenido un éxito notable). Romanescu consideraba que: Sólo hay un camino para salvar al mundo de ese negro destino: paralizar totalmente y sin vacilaciones la acción judía. En el momento en que la acción política de los cristianos se organice en todo el mundo, el judaísmo político y la masonería y el bolchevismo serán dominados. Y el elemento de la cristiandad que puede y debe asumir esta tarea es el sector estudiantil apoyado por los verdaderos intelectuales (Yañez, 1996, p. 90).
Al texto de Álvaro Delgado (2003) siguieron explicaciones por parte de los mismos integrantes de las sociedades secretas. Esto sería suficiente como prueba y testimonio respecto de la membresía y asociación que tuvieron dichos organismos en la segunda parte del siglo XX, sin embargo, dada la experiencia de sociedades reservadas en la historia misma de México y América latina, la encriptación de la información y la ambigüedad de los datos exigen la evidencia de pruebas más contundentes que, seguramente, futuros historiadores y archivos podrán brindar.
Aun cuando la especulación hermenéutica brinde una explicación superficial, la conexión no es menos lógica, y los testimonios de los participantes parecen una prueba válida: explicación no pedida, acusación manifiesta. El reconocimiento del Yunque respecto de su pertenencia al Intermarium obliga a buscar lo que significa y, al hacerlo, este dato desencadena la geopolítica occidental guiada por la OTAN, los Aliados, la Santa Sede y antiguos colaboradores nazis para enfrentar a Rusia en la Guerra Fría. Esta inferencia permite entender con plenitud las ideas de Samuel Huntington y Zbigniew Brzezinzki respecto a que el siglo XX comenzó en la región de los Balcanes-Cárpatos-Bósforo, y el siglo XXI también.
El apego del nacionalismo católico mexicano al catolicismo integral intransigente polaco, rumano, húngaro, nazi, italiano, croata, argentino, español, etc. (Herrán, 2014), transmite representaciones simbólicas que pertenecen al contexto de Europa del Este que el Intermarium define. Ni han sido tropicalizadas, ni se han actualizado, vinieron a enriquecer los mitologemas de los diferentes grupos reaccionarios.
El género literario del nacionalismo católico es ampliamente socializado en Iberoamérica sin mediar consideración respecto de las contradicciones y falacias al nuclear su concepción denominada Conspiración Judeomasónicacomunista que los revisionistas históricos adoptan. De acuerdo a Luis Olmos (1996), es necesario considerar que una gran parte de estos autores comparten la concepción del Viernes Negro para el catolicismo, es decir, vinculan el judaísmo, la masonería, el liberalismo y la revolución en el proceso histórico y político que lastima a la Iglesia Católica.
En México, Salvador Abascal y la Editorial Jus intervinieron en la impresión y difusión de la mayor parte de esta bibliografía. Tanto González Ruiz (2003) como Ruiz Velasco (2014) llaman la atención sobre Abascal como un genio intelectual, escritor prolífico, ideólogo, tanto por el número de obras literarias de su autoría, como por su éxito al frente de la editorial JUS, puesto que implicó el exorbitante tiraje de algunas obras. Además de los trabajos del propio Abascal, la editorial publicaba los títulos de un selecto círculo de intelectuales conservadores, como Francisco Vanegas Galván, Rafael Martínez del Campo, Joseph Schlarman, Lauro López Beltrán, José Gutiérrez Casillas, Jesús García Gutiérrez, Joaquín Márquez Montiel y José Bravo Ugarte, Alfonso Trueba Olivares, Carlos Alvear Acevedo, Alejandro Villaseñor y Villaseñor, Alberto María Carreño, Andrés Barquín y Ruiz, Armando de María y Campos, Antonio Rius Facius, José Fuentes Mares, Celerino Salmerón, Victoriano Salado Álvarez, José Vasconcelos, Ezequiel Chávez y Alfonso Taracena. Sin considerar las dinámicas informativas del mismo Salvador Abascal. Este tipo de literatura se considera la verdaderamente nacionalista y católica.
Los textos de Abascal llegan a una veintena, en los que aborda temáticas diversas desde la perspectiva del catolicismo integral intransigente. Elaboró traducciones importantes como: Judíos y Cristianos de Félix Vernet; empero, su impacto reside en la difusión de autores como Traian Romanescu, Maurice Pinay y Adolfo Hitler.
Otro personaje vinculado con esta retórica es Salvador Borrego. Una de las principales obras que sintetizan y describen los elementos que configura el Intermarium es su texto Derrota Mundial (1951), que se ha impreso –aproximadamente– en cincuenta ediciones, con un tiraje de medio millón de ejemplares. Estos materiales circulan bajo las editoriales del nacionalismo católico, en las principales universidades privadas del país y las librerías citadinas a precios económicos. Actualmente, se socializan sin control alguno por internet.
La duda persiste respecto del consumo y lectura de este género. El primer mercado estaba constituido por las escuelas privadas que Manuel Ávila Camacho[26] generalizó, y luego, el amplio colectivo católico donde las sociedades reservadas como Yunque y Tecos se manejaron libremente. Santiago Mata (2015) y Álvaro Delgado (2003 y 2004) coinciden en explicar la capacitación y reclutamiento que el Yunque realiza en los adolescentes desde los centros educativos básicos, así como en espacios lúdicos y religiosos, dicha preparación se profundiza durante la juventud y madurez mediante los centros universitarios, empresas y centros de entrenamiento deportivo y cinegético. Estas prácticas se generalizan en el mundo iberoamericano donde también se vinculan.
Rafael Barajas (2014) y Juan Cedillo (2016) han evidenciado la antigüedad de esta maniobra. El nazismo financió la propaganda anticomunista y judeófoba en diversos medios de comunicación. Ambos personajes han documentado la Operación Pastorius, donde participan intelectuales como José Vasconcelos, sinarquistas, empresarios, clérigos y panistas. El paralelismo con el Intermarium es inevitable.
El activismo desarrollado por el Movimiento de Liberación Nacional vinculado al General Lázaro Cárdenas generó un impulso notable de movimientos sociales en México. Las universidades públicas y algunas privadas, la prensa, la intelectualidad, el catolicismo progresista, los trabajadores y campesinos, los movimientos guerrilleros, etc., encontraron un referente en la Revolución Cubana y en el triunfo de algunos gobiernos como Jacobo Arbenz, Salvador Allende y otros. Esta situación activó el dispositivo anticomunista de la ultraderecha que favoreció la represión absoluta de cualquier movimiento que coincidiera con la izquierda: hay un reconocimiento y admiración generalizada de la derecha hacia Gustavo Díaz Ordaz por el 2 de octubre de 1968.
Se ha enunciado antes que el contexto mundial de la Iglesia Católica a partir de la pérdida de los Estados Pontificios y la evolución de los nacionalismos y la modernidad generó un temor en sus fieles que los llevó a considerar la realidad de una Conspiración Internacional contra la Cristiandad donde cabían, por igual, judíos, masones, científicos, comunistas y revolucionarios. A partir de tal concepción resurgieron organismos sociales y diferentes sociedades secretas que compartían la retórica del Interamarium como una herramienta en contra del comunismo.
Conclusión
De pronto pareciera que, en retrospectiva y prospectiva, el análisis de Malachi Martin (1991) se cumpliera a la perfección si observamos el conjunto de la Iglesia Católica desde la óptica del Intermarium. Si bien es cierto que el catolicismo mexicano tiene características sincréticas y populares propias, también es verdad que existe una vertiente conservadora extrema en su fundamentalismo religioso, apegada a luchar contra los elementos universales que amenazan a la Iglesia Católica.
Los grupos tradicionalistas católicos consideran que aun cuando la URSS ha desaparecido, la conspiración en contra de la Iglesia Católica sigue vigente y, con ello, el castigo divino del exterminio humano se acelera. De ahí la persistencia de la acción geopolítica que busca la subordinación de la humanidad al Obispo de Roma –como el Intermarium–. La consagración a las advocaciones católicas y los concordatos con la Santa Sede resultan elementos inaplazables.
El catolicismo integral intransigente insiste en la creación de su propio orden mundial. Después de la derrota de la URSS, la estrategia también abarca dimensiones en Occidente y otras culturas. Es decir, la lucha frontal contra el comunismo no es suficiente, la nueva pugna será contra la Internacional Dorada y otras religiones (Martin, 1991). Lo que destaca en los fundamentos del nacionalismo católico es el perfil de un Estado Vaticano con una actitud imperialista para recuperar el antiguo poder de la era romana. Esta situación podría explicar el ascenso de grupos políticos ultraconservadores en Occidente y el desdibujamiento de las ideologías en varias regiones del mundo. La infiltración de los grupos nacionalistas católicos demuestra la importancia de la secularización.
La situación de Polonia es un caso de estudio con paralelismos de autoritarismo católico en otros países de Europa del este e Iberoamérica. En Polonia, Rumania, Croacia, España, Argentina, Chile y México, se reproduce una situación donde las poblaciones que no se someten a la Iglesia Católica son expulsadas o exterminadas y la sociedad, en general, sacrificada. Solo así se consigue la paz para los católicos integrales intransigentes. Ahora mismo, por ejemplo, el nacionalismo católico está encargado de promover una legislación que prohíbe suponer un colaboracionismo polaco con los nazis en la Segunda Guerra Mundial, estos funcionarios y políticos de la derecha polaca han radicado en España como diplomáticos, agregados culturales y docentes que se enfocan en el estudio del carlismo, primorriverismo y franquismo. Santiago Mata ha presentado evidencia sobre la actuación y nexos del Yunque en España (Mata, 2015) bajo el entendimiento del nacionalcatolicismo franquista.
Carlos Montemayor (2007), por su parte, observa en la clandestinidad de la ultraderecha mexicana uno de los riesgos más graves para la seguridad nacional. La figura del Estado Nación desarrolla severos aparatos de espionaje para evitar esta infiltración; pero en términos particulares los Estados ceden, son ocupados geoestratégicamente como fue el caso de España y México para salvaguardar al propio Occidente, aunque después son entregados a la Santa Sede como moneda de cambio (Polonia). No se equivoca Norberto Bobbio (2000) al considerar que el Poder Invisible es una de las más graves amenazas. Desde el nacimiento de México a la vida independiente, estas sociedades reservadas se han infiltrado en la estructura social, económica, política y cultural para hacer realidad un orden teocrático al servicio del Estado Vaticano. La información y estudio de la ultraderecha mexicana cada vez tiene mayores aportaciones. Sin embargo, es necesario escudriñar lo que tiene valor verdadero.
Elio Masferrer Kan (2016) ha señalado que el Papa es antes Geopolítico que Progresista, y la decisión de recompensar a los conservadores radicales del clero mexicano muestra una señal para manifestar que, si colaboran con el Obispo de Roma, las cosas pueden marchar como en la época de Karol Wojtyla. La situación no es agradable para los presbíteros seguidores de la teología social (libertaria o indiana) y para los nacionalistas que, desencantados, miran la incomprensión de la Santa Sede y la necesidad urgente de un rito católico mexicano; aunque, a su vez, han recibido apoyos desde Roma para mantener el equilibrio dinámico inestable de las fuerzas religiosas. Ni qué decir de los grupos protestantes, homosexuales, feministas, anarquistas y liberales radicales que a nivel local y nacional, observan el posicionamiento del conservadurismo intolerante que doblega la legalidad laica.
Juan Linz (2004) considera una relación unidireccional entre el catolicismo y la política en la historia de España y Polonia; sin embargo, pierde de vista el comportamiento de los grupos representativos del catolicismo integral intransigente. No todos los catolicismos son iguales y es importante desarrollar una conciencia de su interacción. Para el caso polaco encontramos una religión que ha marcado la historia del pueblo a lo largo de todo el tiempo. Es innegable el catolicismo como elemento central de la identidad polaca, no se ha dado una ruptura agresiva entre Estado y Religión, ni se ha generado la transformación liberal del marco jurídico en aquel país. La Iglesia Católica ha servido como protección, defensa y ataque, no obstante, ello ha implicado la sujeción de Polonia a la Santa Sede. Los pactos de lo polaco (Martín, 1991) han servido para fusionar el catolicismo y nacionalismo en dicho país, donde régimen político y burocracia eclesial han encontrado ámbitos de entendimiento e intercambio.
Linz habla del catolicismo como si este fuera un objeto o actor secundario, empero, esta situación no es así. Por el contrario, existen grupos católicos encargados de conseguir el empoderamiento de la Santa Sede y la subordinación del gobierno nacional en cuestión. En el caso de España, por ejemplo, la Burocracia Eclesial no estuvo al margen de la actuación que tuvieron los nacionalistas, falangistas, y franquistas, constituidos en el círculo nacional catolicista. La información histórica señala un amplio colaboracionismo entre los grupos de la ultraderecha religiosa y el régimen político. El abatimiento de los republicanos y su posterior expulsión de España fue una instrucción consentida por la Santa Sede para hacer del Franquismo una dictadura católica.
Luis Paredes Moctezuma (2009), ex alcalde de Puebla, ex militante del Yunque y del Partido Acción Nacional, denunció ante la PGR a la organización secreta El Yunque exhibiéndola como un grupo fundamentalista y terrorista que atentaba contra la seguridad del Estado y la sociedad mexicana. Lo propio han revelado las investigaciones periodísticas de Álvaro Delgado (2003), Edgar González Ruíz (2002) y de Rodolfo Montes (2011). Su información permite observar la penetración del catolicismo intransigente en todas las estructuras de nuestro país, sin embargo, el caso de Luis Paredes causó hilaridad a las autoridades responsables, quizá por su incompetencia y, lo más grave aún, por su complicidad. Dichos estudios evidencian el liderazgo del Yunque en Iberoamérica, la Internacional Demócrata Cristiana, las principales instituciones educativas del sector privado, el sector empresarial, etc., sin embargo, como cuando se habla del Opus Dei, Legionarios de Cristo, Sodalicio, etc., no pasa nada.
El poder fáctico del catolicismo integral intransigente es invisible, y mientras en el mundo se combate a los grupos religiosos fundamentalistas del Islam, el budismo y otras creencias, a nadie parece importarle el desarrollo del nacionalismo católico, que en sentido estricto es equivalente a Al Qaeda, Isis, los Ayatolas, etc. El Estado laico se enfrenta a un dilema, o se moderniza y seculariza, o se transforma en un estado impulsado por distintos conservadurismos religiosos, particularmente el católico. Las convicciones religiosas siempre hacen uso de distintos recursos para luchar contra la modernidad y la libertad.
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Notas
[1] Samuel Schmidt Nedvedovich. Doctor en Ciencias Políticas por la UNAM. Research fellow en la Universidad de Texas en Austin. Sus principales líneas de investigación son: Sistema Político Mexicano, élites, gobernabilidad, desarrollo económico. Correo electrónico: [email protected].
[2] Diego Martín Velázquez Caballero . Doctor en Historia y Estudios Regionales por el Instituto de Investigaciones Histórico Sociales de la Universidad Veracruzana. Profesor-Investigador de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Sus principales líneas de investigación son: Sistema Político Mexicano, conservadurismo mexicano, derecha religiosa. Correo electrónico: [email protected].
[3] Xóchitl Patricia Campos López. Doctora en Historia y Estudios Regionales por el Instituto de Investigaciones Histórico Sociales de la Universidad Veracruzana. Profesor-Investigador de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Sus principales líneas de investigación son: Sistema Político Mexicano, Actores políticos. Correo electrónico: [email protected].
[4] La participación política de los católicos pretende construir la sociedad cristiana perfecta, la Ciudad de Dios en la tierra; empero, por la cercanía de esta concepción con los totalitarismos europeos y su desapego a la modernidad racionalista secular, dicho objetivo implica una forma teocrática de gobierno en particular: Clerofascismo.
[5] Cuando un Estado establece relaciones diplomáticas con la Santa Sede, lo hace simultáneamente con el Estado de la Ciudad del Vaticano y con la Iglesia católica, apostólica y romana, condición que les da a los nuncios apostólicos un carácter muy particular, como representantes tanto de los 2,000 ciudadanos vaticanos, como de los fieles católicos. En la mayor parte de los casos, dichos feligreses son a su vez ciudadanos de los Estados ante los cuales tienen su acreditación diplomática (Masferrer, 2013, p. 162).
[6] La Liga Prometeus tiene tanta perdurabilidad y semejanza con el Proyecto Intermarium, que llegan a fusionarse en el Club de países de Europa del Este que se oponen a Rusia incluso en la actualidad.
[7] Es importante recordar que Polonia recupera su independencia en 1918.
[8] Para establecer el Estado judío llegó a considerarse la Argentina donde el Barón Hirsch compró tierra, Kenia (propuesta inglesa) o Uganda. El movimiento de Theodore Herzl siempre consideró Israel por las raíces históricas
[9] Se insiste en la conspiración Ilustrada-Judía, que adquiere fuerza cuando se pierden los Estados Pontificios en 1870, y la Iglesia culpa a los enemigos masones, iluminados, judíos, comunistas, liberales, secularizadores y científicos. En la gran conspiración contra la Iglesia, caben y se confunden todos los enemigos del catolicismo. El integrismo y fundamentalismo católico se justificarían entonces para reconfigurar la grandeza de la Iglesia. Los Papas Pío IX (1846-1878) y León XIII (1878-1903) patrocinaron organizaciones secretas católicas en todo el mundo porque confirmaban con la pérdida de los estados pontificios el miedo a la desaparición de la Institución Católica; un Viernes Santo, un cataclismo corporativo, una profunda crisis de identidad organizacional, amenazaba al catolicismo. Para preservar los intereses de la Iglesia se confrontó la evolución del pensamiento moderno porque era el enemigo del Cristianismo Católico, esta visión medieval empezó a configurarse como conservadurismo.
[10] De acuerdo al informe de Intelligence Research del 15 de mayo de 1946, distribuido por la Oficina de Coordinación y Enlace de Inteligencia de Estados Unidos, el antisemitismo católico en Polonia coincide con las investigaciones de Jan Gross, Kertzer, Carroll y Meyer respecto del colaboracionismo de la alta burocracia clerical, y una proporción significativa de la sociedad, con los nazis. La población judía oscilaba los 3 millones de personas y sólo quedaron 80 mil en Polonia.
[11] Revisar . La auténtica Odessa de Goñi (2002); La derecha como ideología política y religiosa. Textos de apoyo para la conferencia: La sombra de la derecha ante la conciencia cristiana de Olmos (1996); El Papa de Hitler de Cornwell, (2002); el documental: A la caza de los fugitivos nazis The History Channel (2007); y, Cazadores de nazis en América Latina. Caso Adolf Eichmann National Geographic (2010).
[12] Mientras el mundo moderno se apegaba a los descubrimientos científicos y alababa el poder de decisión y de creación humanas, los integralistas e intransigentes se ocupaban de profesar que el hombre era, en efecto, la medida de todas las cosas, en cuanto creación divina, y que su capacidad de razón y acción obedecían a una naturaleza divina, a la que debían estar dirigidas. Esta reflexión se conjugaba con la condena a las instituciones liberales y democráticas. Frente a la verdad racional y humana, la Iglesia Católica –como todas las instituciones religiosas– opone su verdad divina y revelada.
[13] Revisar Historia del cristianismo de Johnson (2006) y La participación de los católicos en la política. Tomo I: siglos XII al XIX de Díaz-Cid (2003).
[14] Revisar Derechas y ultraderechas en el mundo de Rodríguez (2007; Corella Torres, Norberto. Propaganda Nazi de Corella (2005); Hubo una vez un Partido-Estado de Andrade (1998); La escalada del odio. Movimientos y sistemas autoritarios y fascistas en Europa, 1919-1945 de Borejsza (2002); y, Auge y Caída del III Reich de Shirer (2013).
[15] Constituye la unidad de religión y política ejemplificada en los nacionalismos católicos europeos de inspiración integral, integralista, tradicionalista, tridentino, etc., que inspiran diversos regímenes autoritarios.
[16] A últimas fechas fue publicado en Polonia un trabajo de Jacek Bartyzel (2012) sobre la Cristiada, el sinarquismo mexicano y la organización nacional del Yunque.
[17] Si bien es cierto que el Concilio Vaticano II generó una serie de cambios en las alternativas del catolicismo, también es verdad que sus consideraciones fueron rechazadas en absoluto, hasta el día de hoy, por los sectores tradicionalistas integrales intransigentes. La ultraderecha en Latinoamérica observará una estrecha relación con el Estado Vaticano durante el papado de Karol Wojtyla.
[18] Los testimonios de Manuel Díaz Cid –quien es uno de los fundadores del Yunque– a distintos investigadores, señala que la ultraderecha mexicana se había organizado tomando como modelo el Proyecto Intermarium que Polonia había creado para defenderse de Rusia y Alemania. Al principio, estaban unidos el Yunque y Tecos (Universidad Autónoma de Guadalajara), con el tiempo se fueron separando hasta que los últimos se volvieron sedevacantistas y lefrevistas. La UPAEP es uno de los espacios donde el Yunque se institucionalizó y salió a todas partes. Manuel Díaz Cid había adelantado algunos datos desde el año 2003 cuando el periodista Álvaro Delgado realizó su investigación sobre la ultraderecha mexicana. En 2013, el texto Autonomía Universitaria explica los ideales e historia de la UPAEP y el Yunque señalando la constante referencia al Intermarium, la URSS y Polonia. A últimas fechas, Díaz Cid empezó a proporcionar más información sobre este tipo de vínculos.
[19] Las sociedades secretas y reservadas están distinguidas en el derecho canónico y la estructura eclesiástica. Las reservadas actúan bajo el principio de Gigen sin episcupus (nada sin el obispo), son autorizadas desde Roma y la burocracia eclesial ejerce control o influencia sobre ellas. Los nacionalistas católicos argumentan que sus acciones –violentas o pacíficas– siempre fueron informadas a las autoridades religiosas. Las secretas son rechazadas porque pueden actuar contra el magisterio y autoridad de la burocracia eclesial. De cualquier modo, el integralismo intransigente católico se infiltra en todos los sectores de la sociedad que quieren someter a la Santa Sede.
[20] La Unión Nacional Sinarquista es una organización que apareció en México en 1937 inicialmente con una tendencia cívica, aunque más tarde desarrolla vertientes social y política. Su objetivo fundante fue establecer un orden social cristiano bajo la estrategia de oposición pacífica al régimen. Sus reivindicaciones, vinculadas a un nacionalismo católico, así como sus estrategias y elementos de auto identificación alimentan la pregunta sobre si representa una especie de fascismo mexicano, como propone Meyer (1979).
[21] Revisar los artículos La ultraderecha en México: el conservadurismo moderno de Uribe (2008); Los orígenes y el comienzo de una universidad católica: sociedades secretas y jesuitas de González (2003; Sociedades Reservadas: Católicas y Democracia de Bartra (2009); y el libro El vocero de Dios de Frausto y Grecko (2008).
[22] El Yunque surgió hasta 1950 y estos personajes fueron singulares en el conflicto cristero en los años veinte del siglo pasado cuando coincidieron las luchas religiosas católicas de México y Rusia. Manuel Díaz Cid ha sido bastante asertivo en señalar la conexión entre Pío XI, Pío XII y el Intermarium. De hecho, en Iberoamérica, el Yunque y otras sociedades reservadas se extendieron bajo el modelo Intermarium.
[23] La literatura de Salvador Borrego Escalante puede encontrarse en forma íntegra y enriquecida en la mayor parte de las escuelas católicas del país. México es uno de los principales productores de propaganda antisemita en español en Iberoamérica según puede notarse en las principales editoriales, revistas y periódicos asociados a la Derecha.
[24] El Papa Pío XI en marzo de 1937 concebía al comunismo como el gran enemigo de la humanidad y, particularmente, de la Iglesia Católica. Ejemplificaba en Rusia y México los casos de elites políticas ateas y asesinas.
[25] Paradójicamente, el “habitus jesuita” responsable de crear a la ultraderecha mexicana posteriormente organizó los movimientos y cuadros políticos ligados a la Teología de la Liberación. Los jesuitas se volvieron “enemigos de clase social” para sus antiguos aliados de derecha. Cfr. Jean Meyer Jean: “Disidencia Jesuita”, en Revista Nexos, diciembre, 1981. Disponible en Nexos en línea. www.nexos.com.mx
[26] En los primeros años de los gobiernos postrevolucionarios había una enorme precaución respecto de la geopolítica vaticana y estadounidense (Álvarez, 2008). Esta situación cambió después de los arreglos en la Guerra Cristera y el contexto previo a la Segunda Guerra Mundial. A partir de la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra Fría se capituló la soberanía del país a los actores hegemónicos occidentales. El modus vivendi no fue otra cosa que aceptar la derechización del país para salvaguardar los intereses norteamericanos. Desde el ataque a Pearl Harbor se vive en México un modus vivendi que ha sido un verdadero lastre para el desarrollo del Estado y la sociedad en el país. La geopolítica desarrollada por la Iglesia Católica en la II Guerra Mundial implicó la vinculación del catolicismo integral intransigente con el nacionalsocialismo y, posteriormente, su persistencia activa en contra del comunismo en la Guerra Fría.