El debate parlamentario pasaba por momentos álgidos. Los diputados de todas las fracciones partidistas pasaban a la tribuna a exponer sus propuestas sobre la miscelánea fiscal. Los legisladores de Morena no se salían del guión dictado desde palacio nacional. Serviles a las órdenes del ejecutivo los diputados afines al obradorismo (terminaron por imponer su mayoría de 260 votos a favor frente a 218 votos en contra), llevaban la consigna de no cambiar ni una coma a la miscelánea fiscal y la ley de ingresos. Todo cuanto propusieron los legisladores de la oposición fue desechado por la aplanadora morenista. Cualquier planteamiento resultaba inútil ante la cerrazón de quienes se ostentan como soldados de la cuarta transformación. Como en los tiempos del Tercer Reich, los diputados de la Cuatro Té cumplían como gendarmes con la instrucción de su Führer: López Obrador el jefe máximo de la Cuarta Transformación.
Por decisión del partido en el poder, de hoy en adelante todos los mexicanos mayores de 18 años deberán de tramitar de manera obligatoria su registro federal de contribuyentes. Y todos aquellos altruistas (pobres o ricos) ya no podrán deducir de sus impuestos las contribuciones a las organizaciones de la sociedad civil. En cambio las nuevas leyes fiscales otorgarán facilidades a todos aquellos que deseen introducir al país los autos “chocolate”. No importa que se dañe a la industria automotriz.
Benjamín Franklin nos lo había advertido: durante nuestra existencia fugaz, “no hay nada cierto, salvo la muerte y los impuestos”.
Ante la conducta cerril de los diputados de Morena, veíamos a los legisladores de la Cuatro Té actuando como vasallos de un señor feudal que imponía a los parlamentarios su autoridad absoluta. En una prolongada discusión impero una actitud nada democrática.
Tenía mucho tiempo que no acudía a la Cámara de Diputados. Pero eso fue lo que encontré ayer cuando visité al diputado Marcelino Castañeda Navarrete. Acudí a una cita de trabajo con el legislador guerrerense. Después de un par de intervenciones en la máxima tribuna del país, se tomó un respiro y nos encontramos en su oficina donde un grupo de jóvenes lo acompañan en sus tareas legislativas. Castañeda Navarrete se tomó de sopetón una botella de agua embotellada. Me acompañaba mi viejo amigo el antropólogo Fernando Ferreira compañero de partido de Castañeda. Charlamos y quedamos de reunirnos un poco más tarde para comer ahí mismo en uno de los cafés del palacio legislativo.
De pronto sonó el teléfono móvil del diputado Castañeda para recibir la noticia fatal de la muerte de Celeste Batel, la esposa y compañera de toda la vida del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Castañeda marcó un número telefónico para confirmar la información. Entró al Salón del Pleno de la Cámara de Diputados, pidió la palabra. Le fue concedida por la presidencia que encabezaba la sesión. Castañeda informaba del fallecimiento de Celeste Batel y pedía guardar un minuto de silencio en señal de luto.
La petición fue atendida por unanimidad. Se hizo el silencio y afloraron palabras de aliento al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas.
El liderazgo moral de Cárdenas se imponía.
Apenas ayer por la tarde el diputado Marcelino Castañeda había sostenido una videollamada con Cárdenas. El ingeniero se mostraba optimista. Su esposa desde hacía tiempo se encontraba delicada de salud pero la familia no esperaba un desenlace abrupto. En días pasados Marcelino me había propuesto un encuentro con el político michoacano. Yo estaba entusiasmado con el encuentro por razones estrictamente periodísticas.
Castañeda y Cárdenas son buenos amigos. El guerrerense es un político idealista, de esos especímenes en proceso de extinción, fiel a la amistad del ingeniero Cárdenas. En las pasadas elecciones Castañeda fue capaz de derrotar a Morena en su principal bastión de todo el país: Iztapalapa. Él milita en el PRD, partido al que ha entregado buena parte de su vida.
El silencio que guardaron los diputados en memoria de Celeste Batel, fue un reconocimiento a la autoridad moral de Cuauhtémoc Cárdenas quien se encuentra alejado de los escenarios políticos.
Su autoridad contrasta con la conducta rijosa del presidente Obrador, cuya conducta rompe con la civilidad y la congruencia política. Mientras Cárdenas era reconocido en su dolor y en su ausencia política por los diputados de todos los partidos, López Obrador menospreció a los legisladores cuando se negó a asistir al homenaje rendido a la maestra Ifigenia Martínez por el Senado de la República en la entrega de la medalla “Belisario Domínguez”.
Obrador, un político tóxico, autoproclamado el poder de los poderes, trata con la punta del pie a sus adversarios, a los legisladores y ministros de la Suprema Corte les brindado el trato de lacayos. Su intromisión en los poderes de la unión es un reflejo de un país dividido y avasallado por un político que confunde a la república con la nación de Liliput.
Cierto. Obrador es un presidente extraordinariamente pequeño.