El encarcelamiento del exdirector de Pemex, Emilio Lozoya Austin, delincuente confeso implicado en la red de corrupción de la empresa brasileña Odebrecht, fue resultado de la generación de un clima adverso al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador por parte de columnistas de la Ciudad de México, un gremio confrontado por la llamada ‘Cuarta transformación’.
Arrinconados por el nuevo régimen, los periodistas creadores de opinión tenían en sus editoriales como tema principal el acuerdo de impunidad entre el gobierno y Lozoya para que el exfuncionario salpicara a enemigos reales o inventados del mandatario mexicano.
Los cañonazos contra la 4T subieron de tono el pasado 9 de octubre que aquel fue pillado comiendo “pato a la Pekín” en un lujoso restaurante chino de Las Lomas en la capital del país.
Columnistas reconocidos como Raymundo Riva Palacio, Carlos Loret, Salvador García Soto, Jorge Fernández Menéndez, Carlos Ramírez, Lourdes Mendoza –involucrada en la fantasiosa demanda de Lozoya–, por mencionar solo a algunos, le dieron rienda suelta a sus textos en torno a la “protección” brindada durante 14 meses al extitular de Pemex.
Las plumas de arriba–y en otras que no se mencionaron aquí– han sido, desde que el tabasqueño comenzó a despachar en Palacio Nacional, el blanco perfecto de las huestes de Morena, el partido del presidente.
“vendidos”, “conservadores”, “neoliberales”, entre otros adjetivos, le han dicho a quienes forman la opinión pública en México.
Pero, ¿si las columnas periodísticas solo se leen en el llamado ‘círculo rojo’ de la sociedad, en donde no encaja el pueblo, sea “bueno” o “malo”, de qué manera se generó un sentimiento en contra del gobierno y del presidente por la evidente impunidad a Lozoya a cambio de alimentar la principal narrativa de López Obrador, que es su lucha contra corrupción prohijada en el “período neoliberal”?
Muy fácil: al carnicero o al taxista que no compra periódicos, ciudadanos politizados les hicieron llegar a sus redes personales los textos contra la alianza de impunidad entre AMLO y el delincuente confeso de quedarse con 7.3 millones de dólares de Odebrecht.
El Ejecutivo federal y la Fiscalía General de la República (FGR) hicieron el miércoles lo que desde hace 14 meses venían exigiendo los periodistas críticos: Lozoya debía ser encarcelado porque no ha aportado pruebas y lo único demostrado hasta ahora es que él se quedó con el dinero de los sobornos de la empresa brasileña para conseguir contratos del gobierno mexicano en el período de Enrique Peña Nieto.
Esto es, el segmento periodístico que es atacado a diario por el presidente y los suyos logró desarticular el trato de privilegios que le estaba dando el Estado mexicano a un delincuente confeso que estaba tocando una pieza musical dirigida por el propio presidente.
Pero el capítulo no estará cerrado hasta que no renuncie el fiscal Alejandro Gertz Manero, responsable de plegar a la justicia mexicana a los intereses políticos del mandamás.
Sí, es cierto que el mandatario mexicano le dio antier un enésimo espaldarazo a Gertz, pero no hay que olvidar las veces que el tabasqueño se refería a Lozoya como “señor”, dispensándole trato de “patriota” por supuestamente tener la llave que abriría las catatumbas de la corrupción.
Queda demostrado, pues, que aunque desde el poder se calumnie a las voces contrarias al Gobierno, las letras fundamentadas seguirán llegando a la conciencia ciudadana.
@RodulfoReyes