Gerardo De la Concha
El presidente Andrés Manuel López Obrador fue a pronunciar un discurso al Consejo de Seguridad de la ONU que, de nuevo, es un gran distractor para encubrir lo verdadero, el tema que correspondía tocara: el narcotráfico como un problema de seguridad nacional e internacional.
Es evidente que la demagogia no es una solución a la pobreza. México está siendo una prueba de ello, como ya lo es Venezuela. Proponer regalar dinero “sin intermediación” a 750 millones de pobres es demagogia y resulta infantil plantearlo, salvo que el Presidente -además de creerse un adalid en la lucha contra la pobreza-, usó esto para seguir dominando la agenda nacional y , al mismo tiempo, evadir una temática comprometedora la cual tenía un marco adecuado en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Si alguien bajo cuyo gobierno se vuelven pobres casi cuatro millones de personas y otras casi dos millones caen a la pobreza extrema, pues se infiere que no goza de autoridad moral para tratar el tema internacionalmente. Entonces, ¿por qué lo hizo? Juan Ramón de la Fuente no impidió el ridículo del presidente mexicano, y al margen de que el presidente López Obrador se crea su propia demagogia la realidad es que más bien se trata de un ridículo muy astuto.
El ex Rector de la UNAM sabe muy bien que un enemigo de la inversión productiva, del capitalismo global, de las libertades económicas, de la técnica y la tecnología, de las energías limpias, del orden jurídico para proteger los negocios, de las estrategias como las Zonas Económicas Especiales para el desarrollo de regiones pobres, de los valores de superación, esfuerzo propio y competitividad, etcétera, no tiene cara para hablar seriamente de pobreza en un foro internacional, dedicado además a otra cosa. Ni siquiera Luis Echeverría y su Carta de los Derechos Económicos y Deberes de los Estados, queriendo encabezar al Tercer Mundo, tuvo un despropósito semejante.
Pero, ¿a dónde voy? A que el tema correspondiente para el presidente mexicano, incluso obligado al afectar la seguridad de Estados y sociedades, era el del narcotráfico y sus graves secuelas delictivas y en ámbitos, por ejemplo, como el sistema financiero internacional.
Pero, ¿cómo iba a hacerlo? ¿Ir a hablar de “abrazos no balazos”? ¿Proponer una estrategia de cooperación internacional verdaderamente recíproca, cuando su gobierno no tiene una estrategia nacional? ¿Cuando el Estado mexicano se deshace en pedazos, mientras los Cárteles ya dominan más del cuarenta por ciento del territorio mexicano? ¿Cuando se está perdiendo el control de las zonas turísticas internacionales del país? ¿Cuando en las pasadas elecciones los Cárteles apostaron a los candidatos de Morena, su partido? ¿Cuando el índice de violencia por el crimen organizado ya duplica o triplica en número de homicidio a los de sexenios pasados?
El narcotráfico era el tema de seguridad a tratar precisamente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Es un tema de seguridad nacional para varios países, que tiene afectaciones internacionales muy serias. En México es una crisis prioritaria. Pero su dimensión amenaza las bases mismas de la civilización y de los Estados en distintas regiones.
Y tiene implicaciones económicas. Es necesario el desarrollo de regiones pobres que se convierten en bases de operación del narcotráfico. Ahí está el caso de Guerrero. En este contexto se podía haber hablado de la pobreza.
No lo hizo, pues el presidente evitó hablar de lo que correspondía porque no tiene un compromiso en defender al país de los estragos del narcotráfico y del crimen organizado. La cuestión es internacional, y en el Consejo de Seguridad por lo menos Estados Unidos y China tienen relación directa con el tema del narcotráfico y sus implicaciones en México.
En los hechos, el absurdo discurso distractor fue un acto de complicidad como el que su gobierno ejerce cotidianamente en el país.
El autor es escritor y consultor político.