Sucesión: presidencialismo como proceso histórico

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Departamento de Análisis Político

El primer analista político que estableció una línea histórica en el modelo de sucesión presidencial fue el ensayista Octavio Paz en su obra maestra Posdata, publicada en febrero de 1970, cuando el presidente Díaz Ordaz estaba en la cúspide de su poder y fuerza institucional y conducía con autoritarismo el proceso de relevo presidencial, y ya con Luis Echeverría Alvarez como candidato del PRI.

Paz hizo un análisis histórico del sistema político priísta, pero con una propuesta novedosa: el país no había nacido con la Constitución de 1917, sino que había una continuidad histórica desde las primeras comunidades gubernamentales indígenas, pasando por el virreinato, fortaleciendo instituciones y códigos durante el periodo de la independencia hasta el final del porfiriato y desde luego el ciclo formal posrevolucionario que comenzó en 1917 con la Carta Magna y sobre todo las primeras elecciones presidenciales formales en 1920.

El presidencialismo mexicano no nació con el PRI. Octavio Paz señala en su ensayo que había una continuidad histórica desde los principados indígenas gobernados por emperadores, luego con el virreinato y ese modelo de representación política y de gobierno del rey de España y terminaba con el ciclo de lo que llamó el “señor presidente” como autoridad máxima.

Este dato fortalece la tesis de que el eje funcional del sistema político mexicano es el presidente de la república como el corazón del régimen, es decir, el engrane central.

A partir del señalamiento de Octavio Paz es posible buscar una línea histórica de desarrollo y fortalecimiento de la institución llamada emperador-virrey-señor presidente como la institución central que coordinaba todos los engranes sistémicos. A partir de esa centralidad fue que los titulares del Poder Ejecutivo en las cuatro formas históricas de gobierno –principados indígenas, virreinatos, federalismo-centralismo y gobiernos posrevolucionarios-PRI– giraron en torno al poder y autoridad de una persona que sustituía la estructura institucional de gobierno o poder ejecutivo.

Todos los estudios sobre el sistema presidencialista mexicano han girado en torno al modelo descentralización política de las decisiones, pero no han profundizado en la estructura de instituciones que a lo largo de la historia han dejado los indicios de un aparato monárquico presidencialista y sin equilibrio de poderes.

La centralización del poder en una persona –sea emperador indígena, virrey o señor presidente– tiene que ver más con la inexistencia de los equilibrios de poder que con la fuerza personal del titular del ejecutivo. En la historia política del México indígena-español-republicano se ha creado una fuerza política central en la figura del ejecutivo basado en tres pilares fundamentales: el control centralizado del presupuesto, el manejo directo de la fuerza judicial y militar y la titularidad del sistema institucional designación de candidatos a cargos de elección popular.

El rezago institucional, también propiciado por el presidencialismo que no quiere competencia, ha impedido los dos equilibrios políticos fundamentales: el ya conocido de los poderes legislativo y judicial y la autonomía de un partido para designar candidatos a través de elecciones primarias y centralizado en la autoridad presidencial de definir a funcionarios de los dos otros poderes.

En Estados Unidos opera un mecanismo de selección de candidatos presidenciales al margen de la voluntad del presidente saliente y sin que este lidere al partido político en el poder: las elecciones primarias. Cualquier persona se puede inscribir como precandidato presidencial y participar en la elección abierta del candidato, sin intervención presidencial.

El andamiaje institucional del sistema político/régimen de gobierno/Estado constitucional en México han prohijado la existencia de una estructura de poder que a fortalecido la fuerza presidencial. Como jefe máximo del partido en el poder, el presidente de la República a prueba de manera personal las candidaturas de diputados, senadores y gobernadores y así ha nacido el abuso de autoridad de la estructura presidencial.

Este modelo funciónó a partir del modelo posrevolucionario de la Constitución de 1917 con la votación popular por el presidente de la República. los imperios indígenas designaban a sus emperadores a través de un consejo de ancianos que negociaba con los sacerdotes y los jefes militares. El virrey era designado de manera directa por el rey desde España.

El sistema presidencialista mexicano tuvo tres etapas modernas como país independiente y federalista.

1.- La Constitución de 1824 señalaba que el presidente de la república era designado a partir de candidaturas promovidas por las diputaciones provinciales –lo que hoy se conoce como congresos estatales– y decantadas por el congreso federal, institución que designaba al presidente.

2.- La Constitución de 1857 estableció el mecanismo –copiado del sistema presidencialista estadounidense– de crear electores intermedios en número de alrededor de doce mil personas que votaban solo por presidente, lo que en EU serían los colegios electorales y sus 580 votos que son los que definen al presidente.

3.- La Constitución de 1917 terminó con la votación indirecta y creó el modelo de elegir presidente a través de una votación directa, universal y secreta y deslindó cualquier intervención del Congreso.

Este modelo presidencialista –no presidencial en sentido estricto, porque carece de contrapesos– es el que explica el modelo de sucesión presidencial o poder heredado, no poder votado. El PRI privilegió esta estructura y la mantuvo hasta que 1 de sus vértices de poder se rompió: el control del PRI para designar con discrepancias, pero con disciplina, al candidato presidencial. En 1987 el priísta Cuauhtémoc Cárdenas se salió del PRI y compitió como candidato presidencial independiente y abrió el camino para una reforma electoral que facilitó la alternancia partidista en la presidencia de la República en el 2000.

El presidente López Obrador está enfrentando ya avisos indirectos –aunque claros– de que podría haber morenitas que compitan fuera del partido por la presidencia. En 1994, el presidente Salinas de Gortari tuvo la fuerza política suficiente para impedir que Manuel Camacho Solís pudiera ser candidato de otro partido.

Cuando los presidentes salientes pierden el control de su poder frente a su partido ya la sociedad –como ocurrió con Zedillo en 1994, Calderón en 2012 y Peña Nieto en 2018– entonces se reúnen las condiciones para una derrota del partido en la presidencia.

indicadorpolitico.mx

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