Con todo y su alta aprobación ciudadana, al llegar al ombligo de su sexenio Andrés Manuel López Obrador acaba de empezar su declive como Presidente de la República.
Y viene la otra forma de hacer historia: Conseguir mantenerse con más del 50% de la aceptación ciudadana en los tres años restantes de la administración federal, mantener la lealtad de morenistas y simpatizantes, así como de partidos aliados (Verde y PT).
Sin faltar el plus: La lealtad hasta de gobernadores y exgobernadores de oposición.
Vaya, pinta para un declive sui géneris.
Siendo el primer Presidente de México emanado de la “izquierda”, vamos a ver cómo se comporta ésta en el segundo trecho del mandato de su líder, y la suerte de Morena.
En los tiempos más brillantes del poderío priista, bastaba una mirada del mandatario nacional para mover o inmovilizar todo. Y la militancia del PRI obedecía ciegamente. Así, un priista sucedía a otro priista en la silla presidencial sin mayores sobresaltos.
Bueno, así pasaba hasta antes del asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta, candidato presidencial para suceder al presidente Carlos Salinas de Gortari. Pero el sonorense intentó salirse de la línea y, ¡zaz!, lo callaron para siempre después de haber dicho ver “un México con hambre y sed de justicia”.
Ah, ese México sigue así.
Retomando el tema: A mitad del sexenio del presidente AMLO, la pregunta ¿es si el tabasqueño conseguirá que Morena funcione tan perfectamente como funcionaba el PRI como para durar en el poder por los siglos de los siglos amén?
(Perfectamente en el sentido del control interno, porque el ejercicio de gobierno es bastante cuestionable en ambos partidos políticos, sin dejar de reconocer puntos positivos.)
¿O Morena solamente durará dos sexenios presidenciales como ocurrió con el PAN?
Quizá Morena dure un poco más. De entrada posee el poder de la mayoría de las entidades federativas y para 2022 y 2023 va por las 32, lo cual le permitirá el margen de acción para retener la Presidencia de la República en 2024.
Sin embargo, el gran reto de Andrés Manuel es cimentar un verdadero partido político. Porque Morena, como su mismo nombre lo dice, nació como un Movimiento en el cual convergieron distintas organizaciones sociales, desprendimientos de otras filiaciones, intelectuales, empresarios y una sociedad civil harta de los gobiernos priistas y desilusionada de los panistas.
A siete años de haber obtenido el registro como partido político nacional y a tres años del mandato presidencial de AMLO, ¿Morena ya se consolidó como tal? ¿O sigue siendo un Movimiento?, del cual, por cierto, ya desertó la clase media al sentirse abandonada después de ser utilizada electoralmente.
Los tres años siguientes pintan interesantes respecto de la suerte de Morena como partido político, pues es innegable que éste existe gracias a Andrés Manuel López Obrador, y sin él quien sabe si los morenistas se le cuadren igual al sucesor.
Los morenistas se manejan por grupos, por corrientes internas, a pesar de la prohibición expresa en los estatutos del partido. Y hasta el momento solamente una persona ha podido controlarlas: AMLO. Pero ¿será la misma tónica en el declive sexenal?
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