- Migrar por una vida mejor es un derecho humano
- Farmacéuticas y delincuencia, los aprovechados
La tragedia de Chiapas, en la que la volcadura de un enorme tráiler, que transportaba unas 150 personas migrantes, causó la muerte de 54 y el que otras tantas quedaran gravemente heridas, destapó la cloaca de la desigualdad, palabra que no expresa toda la tragedia que significa.
Los migrantes que eran transportados en el tráiler de la muerte, con su pobreza ya habían enriquecido un tanto más al dueño del transporte que se dedica a comerciar con seres humanos.
Los migrantes son pobres (si fueran ricos habría entrado por la puerta de enfrente en territorio estadounidense), pero tuvieron que vender hasta su alma para pagar el alto costo de la travesía.
Pagarle al guía, al pollero, al transportista, en su desesperación por alcanzar la frontera marcada por el río Grande o río Bravo del Norte. Ahí los esperaba la esperanza. No volverían a vivir más en la pobreza que les daba su país de origen, donde la vida se había convertido en un infierno, entre la explotación del patrón, la violencia de la delincuencia organizada, la pobreza, las catástrofes naturales.
Todo para que los alguaciles estadounidenses, o la patrulla fronteriza los rechacen, los devuelvan a México, como parte de ese inhumano programa “Quédate en México”, supuestamente a esperar que los jueces resuelvan su caso y sean aceptados en territorio estadounidense, o de plano rechazados de por vida.
Y con el destape de la alcantarilla de la desigualdad, se destapó también la pestilencia de la pandemia de coronavirus, que ha multiplicado la pobreza frente a la enorme concentración de la riqueza.
Migraciones forzadas y pandemia, los rostros de la miseria humana. Del egoísmo.
Todos tenemos derecho a migrar; todos tenemos derecho a la salud. Y los gobiernos están obligados a garantizar esos derechos humanos. Como cualquier derecho humano.
Quiero imaginar cuánto se enriquecieron los dueños de las farmacéuticas del mundo con las vacunas anti Covid-19. Son ahora los principales jugadores en las bolsas de valores del mundo. Quiero imaginar cuánto se enriquecen las bandas criminales con las migraciones forzadas.
Y aún hoy día, hay naciones en el mundo que no tienen pleno acceso a las vacunas, porque carecen del dinero para pagarlas. Pero en este mundo, nada es gratis. Hasta las botanas cuestan. Y caro. Hasta lo gratuito es caro.
También sigue habiendo gente que ahorra para abandonar su casa para ir en pos de otra más humana.
Sólo me refiero a los laboratorios médicos y a los criminales que trafican con migrantes. Imagine todo lo que se enriquecieron otros magnates de la economía, que prácticamente saquearon los bolsillos de los trabajadores.
La tragedia de Chiapas merece una investigación exhaustiva. Es muy importante descubrir la mano que mece la cuna de la explotación de las personas migrantes, en este caso, que se ven en la imperiosa necesidad de abandonar sus lugares de origen para salvar la vida, la propia y la de sus hijos.
El Sistema de Naciones Unidas en México hizo un llamado a promover alternativas para una migración más segura, ordenada, regular y humana, incluyendo la facilitación de permisos migratorios regulares, que contribuyan a reducir vulnerabilidades; así como a fomentar políticas públicas que atiendan las desigualdades y la pobreza, y con ello evitar que las personas se vean orilladas a aceptar condiciones que podrían costarles la vida.
Este llamado, con todo, no deja de ser demagogia. Publicidad y propaganda.
Pero el crimen de Chiapas no puede ni debe quedar impune.