Un reto de la democracia es que mujeres y hombres logren participar y tener incidencia política, constituyéndose en sujetos que conocen, exigen y defienden sus derechos. La ciudadanía plena de las mexicanas, aún en construcción, tiene una larga historia de lucha y contribución social.
Aunque el patriarcado está vivo y actuante, en materia electoral tenemos que reconocer que contamos con garantías de igualdad y paridad, incluida una perspectiva de género. Se trata de realidades que han crecido desde 1988, cuando se dejó claro que el viejo régimen no servía y que la concentración del poder en un solo hombre o un solo partido ya era imposible.
Hoy puedo afirmar que hay avances en la democracia mexicana y que ello importa a las mujeres. Esos logros fueron resultado de la exigencia y las propuestas de la sociedad y de las mismas mujeres.
La creación del Instituto Nacional Electoral (INE) y su diseño institucional tiene larga evolución, discusión y evaluación. Es un órgano constitucionalmente autónomo que cumplió su objetivo: ser vigilante de la voluntad popular y —a partir de 2014, cuando que se incluyó la paridad electoral— de que las mujeres accedan sin cortapisas a los puestos de elección popular, en paridad. Pese a los obstáculos, se consiguió reconocimiento y hay previsiones diversas para impedir, por ejemplo, la violencia política contra las mujeres en razón de género.
No olvidar que la ciudadanía plena para las mujeres se debe a dos grandes movimientos sociales, nacionales e internacionales: el de derechos humanos y el feminismo, que trabajan en la práctica social en la concreción de derechos, en la deconstrucción de identidades patriarcales y propiciando en las mujeres asumirse como sujetas de derechos.
Por ello, es una exigencia al Estado recursos y poder para ejercer nuestros derechos a votar, a ser elegidas, a dirigir los partidos políticos, a intervenir en la vida pública, a opinar, a manifestarnos, a militar políticamente y a ser consideradas persona, sin exclusión cultural, social, física o económica. Tanto, como que las mujeres decidamos sobre nuestro cuerpo.
El Grupo de Economistas y Asociados (GEA) e Investigaciones Sociales Aplicadas, SC (ISA) encontraron en el último trimestre de 2021, que la población está satisfecha con el funcionamiento del INE, en un histórico 73%, 10 puntos por arriba del reconocimiento al presidente de la república, considerándolo como garantía de imparcialidad.
Pero se ataca al INE. Lorenzo Córdova Vianello ha dicho que la desinformación, la polarización, la pandemia y el acoso a los órganos electorales ponen en riesgo los sistemas democráticos, lo que se convierte en el caldo de cultivo propicio para el surgimiento de pulsiones autoritarias, de soluciones personalistas y de planteamientos rijosos que atizan el fuego de la concentración del ingreso y de la patológica desigualdad que vivimos.
Nada tan cierto. Tanto, como que los logros en materia electoral, conseguidos en más de 30 años, están amenazados por una concepción, no clara, entretejida en claroscuros del discurso y actuar del régimen.
Los ataques sistemáticos al INE ponen en peligro nuestros avances como mujeres y arriesgan probablemente el producto más acabado de la lucha social y política de las últimas tres décadas.
Estamos en sobreaviso. Los hechos y los dichos nos obligan a alertarnos radicalmente. Nos llama a defender esta ganancia democrática para, nada menos y nada más, que garantizar ciudadanía de la mitad de la población. Yo apuesto a que no permaneceremos inertes ni pasivas. Ha llegado la hora de unirnos y defendernos. Veremos…
Periodista, directora del portal informativo SemMéxico.mx