En tenida anterior tuvimos la oportunidad de despedir a un señor General del Ejercito mexicano, quien; lo dijimos repetidas veces, se desvaneció sobre el terreno de las almas de aquellos que lo amaban y que él amaba. Dicho llanamente, murió. Tras aquel reconocimiento al señor General dentro del Tanque de Ideas el silencio se apoderó del espacio y, ya para a cerrar los trabajos, desde la cabecera de la mesa el sargento Limón hizo saber que él también se iba a despedir. Regresamos a nuestras plazas (sillones) y entonces escuchamos al sargento Fibronio Limón quien dijo.
-Me es difícil externar el sentimiento que me produce la partida de mi General Mario Ayón-; Limón estaba de pie y sus palabras iban acompañadas por ademanes de sus brazos y manos, -sin duda un General amado por la tropa, y respetado por los jefes y oficiales que tuvieron el honor de servir bajo su mando- Paul von Hindenburg escuchaba con interés. -Pero para esta ocasión- acentuó Limón -y a manera de darle el homenaje que merece un militar de esa talla, me permitiré recitar en voz alta el poema escrito por el extinto General de División Gabriel Ortiz Martínez, poema dedicado a los hombres de caballería… “Los de Sable y Guitarra”-. Dicho eso- Limón – no inició hasta ver en todos los presentes gestos de asentimiento y comprensión- entonces habló.
Cuando las yeguas ya no den más potros,
Ni en Paracho se construyan más guitarras;
Cuando ningún talón sepa ya de espuelas
Ni acicates ni pialaderas y rodajas.
Cuando no se levante más el polvo
De la caballería en una carga;
Cuando ya nadie más comprenda nada
De regatones, de cujas y moharras.
Cuando ya se hayan ido para siempre
Los centauros jinetes de mi raza;
Los que por profesión hacían la guerra
Los que por vocación hacían la Patria.
Los que a la luz del sol daban la vida,
Y a la luz de la luna, serenatas;
Los de historias de amores y amoríos,
“Los de sable y guitarra…”
Cuando ya se hayan ido para siempre
Con la gloria anidada en sus laureles
Y el último jinete se haya muerto
Delirando con cargas y trompetas.
Yo sólo sé dónde podré encontrarlos,
Con sus cargas, sus potros y sus sables;
Yo sólo sé dónde estarán entonces,
“Los de sable y guitarra…”
Los hallaré en el
cielo de la gloria,
En el mundo infinito de las almas,
Porque este mundo les quedó muy chico,
Para la más cortita de sus cargas.
Y allá estarán, ¡Dragones en el viento!
Llevando los relámpagos por sables,
Cruzando nubarrones con sus pencos…
Usando las estrellas por rodajas.
Haciendo trepidar al mismo cielo,
¡cargando eternamente hacia la nada!
¡allá estarán cerca de Dios, muy cerca…!
¡Los de sable y guitarra!
Concluida su oratoria Fibronio Limón. Sargento de Infantería del 51 Batallón gritó -¡Animoodragones!, mi General Ayón ya está en los cielos cabalgando junto a otros gloriosos dragones… Nacer, Vivir y Morir…Siempre de Caballería-.
Salimos del Think Tank y, a mí me quedó claro que, aquellos que escucharon antes a Hindenburg y ahora a Limón, y que no pasaron por alguna escuela militar 1.- no entendieron el proceso de dolor de aquellos que conocieron al General ausente y 2.- les pudo haber perecido bizarro el discurso de dolor. Ahora, y si ustedes queridos 9 lectores me permiten explicar porque me he permitido escribir sendos escritos (fueron dos patrullamientos) les refiero.
Hoy este país vive un proceso de alto riesgo, los que hacen Gobierno intentan caminar siguiendo el sendero de Laissez faire, Laissez passer, indudablemente que, “los malos” aprovechan tal espacio para hacerse de él, es decir, la “inseguridad” es ya la constante pues, quien hace Gobierno está con la idea de que “dejando hacer y, dejando pasar”, es decir, siguiendo un “procesos civilizatorios” natural (sic) todo se acomodará y él demostrará que tuvo razón. En fin. Acá el punto es que, el aparato de Defensa y Seguridad deberá nutrirse con “activos éticos” un ejemplo sería Mario Ayón. Es cuento.
Ultimo patrullaje. – México camina ya sobre una “violencia sistemática” … será entonces que brotarán ideas que hagan pensar en los dictados de Max Weber.
Balazo al aire. – -sin prisa, pero sin pausa.
Greguería. – tanto era el silencio que me vi obligado a tapar mis oídos.