El testamento y la rebelión de Monreal

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El anuncio de un testamento político presidencial y la rebelión del senador Ricardo Monreal están cambiando el escenario político del proceso de sucesión presidencial de 2024. Es posible que el mecanismo tradicional de decisión del presidente de la República para designar por dedazo al candidato de su partido haya llegado a su fin.

Las rebeldías de Cuauhtémoc Cárdenas en 1987 y de Manuel Camacho Solís en 1993 habían sido avisos de que la clase política había perdido su cohesión uniforme y se había llegado a un modelo conocido como coalición dominante.

El último destape presidencial unidireccional y secreto fue el de Miguel de la Madrid en 1981. A partir de entonces la lista de precandidatos ya no fue secreta y los aspirantes debieron de comenzar a exponer sus proyectos de gobierno, aunque todos ellos tenían el común denominador del proyecto central del presidente en turno.

Ante la rebeldía de Monreal porque fue excluido de la lista oficial de Palacio Nacional, el presidente sorprendió con la carta tapada de un testamento político para garantizar la continuidad del grupo de la 4ª-T y para definir el punto central de la gobernabilidad, entendida esta como el punto de equilibrio entre demandas de grupos y ofertas de gobierno.

El destape adelantado del proceso de sucesión y la lista oficial no generaron la estabilidad indispensable; otra cosa hubiera sido si el presidente de la república hubiese incluido a Monreal en la enumeración de precandidatos reconocidos, porque el senador ha hecho hasta lo imposible por señalar que está en la competencia y que quisiera estar en la boleta por Morena; y si bien hasta ahora ha señalado que no piensa salirse del partido en el gobierno, hay indicios que señalan la construcción de una nueva coalición alrededor de su candidatura fuera de Morena.

En 1987, Cuauhtémoc Cárdenas exigió estar en la lista oficial, pero el presidente de la Madrid le cerró todas las puertas. Antes de la candidatura oficial de Carlos Salinas de Gortari, Cárdenas anunció su nominación como candidato del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, entonces un membrete priísta venido a menos, pero con registro legal.

A lo largo de su gestión como líder senatorial durante la primera mitad del sexenio, Monreal construyó un espacio político para dar cabida a todos los sectores conflictos armados con el presidente de la República, una tarea que le correspondía a la Secretaría de Gobernación entonces bajo la responsabilidad de la ministra Olga Sánchez Cordero, quien, por control presidencial y por incapacidad propia, nunca supo darle a esa dependencia su función política estabilizadora.

Si Cárdenas se lanzó a la contienda presidencial desde la oposición dentro del PRI y sin ningún cargo público, Monreal aparece con un sólido espacio de poder en el Senado de la República y tiene a su favor el liderazgo político de cuando menos la mitad de la bancada de Morena y sobre todo de la alianza estratégica con los demás partidos de oposición.

El testamento y la rebelión de Monreal marcaron el fin de la primera etapa sucesoria y abrieron la fase de la consolidación de grupos de poder dentro de Morena.

 

Juego de las sillas

  • La rebelión de Monreal debilita la posición de la regenta Claudia Sheinbaum y fortalece la precandidatura del experimentado Marcelo Ebrard Casaubón, quien por cierto viene de la experiencia que le tocó vivir en vivo y en directo con la rebelión de Manuel Camacho Solís contra el presidente Salinas de Gortari.

indicadorpolitico.mx

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