Historias del Tapado 10: ¿Siguió Peña la tradición?

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Con el regreso del PRI a la Presidencia de la República, también regresaron algunos de los comportamientos que durante décadas los militantes de dicho partido afinaron. La pregunta que se hizo, es si se seguirían los rituales que tuvieron forma a uno de los fenómenos políticos más interesantes de los últimos tiempos: el tapadismo.

 

Sigue la tradición

Algunos de los actos de Peña Nieto al frente de la Presidencia de la República motivaron que se volviera a hablar del Tapado, y de la tradición en la que el mandatario en turno decide quién será su sucesor, a través de un juego de movimientos y enroques que tienen como finalidad probar al que reúna los méritos suficientes para el cargo.

Si bien tal tradición nunca se fue del todo, pues numerosos analistas aludían a dicha práctica incluso con los partidos de oposición, en el pasado sexenio el lenguaje y toda la semiótica que acompaña a este tipo de manifestaciones volvieron a ocupar un lugar importante en columnas y espacios de opinión, además de los lugares en donde la especulación política es la principal actividad.

Así, ya se pudo hablar de la baraja de aspirantes con los movimientos que se dieron en el gabinete peñista, pues la tradición marca que de ese espacio saldrá el sucesor presidencial.

De igual manera, se empezó a analizar con detenimiento las palabras, las acciones, la posición de los secretarios en los actos públicos –con el fin de determinar quién era el más cercano y alimentar, así, la especulación–, los ademanes, la forma en que se saludan, en busca de claves para desentrañar el futuro.

Como vimos en colaboraciones anteriores, los antecedentes de los funcionarios del gabinete también fueron analizados para discernir los que estaba más cerca del afecto presidencial, aunque los lazos de amistad no son lo que definió al sucesor. Con Peña Nieto, como gobernador, pesó más la capacidad para ganar una elección que los lazos de amistad a la hora de definir al candidato a la gubernatura del Estado de México.

Con seguridad, este criterio se empleó conforme se acercaba el momento de la decisión.

 

Decisión desde la soledad

El recuento de libros o análisis acerca del fenómeno de la sucesión presidencial, nos enseña que se trata de una decisión personal del ocupante de la silla del titular del Ejecutivo Federal, que no es consultada con nadie, o si se hace, se cuidan los términos para revelar la finalidad.

Algunos relatos, fragmentos de entrevistas o trozos biográficos, arrojan algunos datos a tomarse en cuenta para tratar de reconstruir el proceso de toma de decisión en este caso.

Pero como se trata de una decisión personal, el proceso para llegar a la misma varía de un mandatario a otro. En ocasiones, factores como la amistad influyen, en otros, la evaluación que se hace de los miembros del gabinete –y los estragos de las luchas palaciegas por ganar el favor del Presidente– son lo que inclina la balanza.

En otras, la situación política del país determina el perfil que se necesita para encarar el reto futuro. López Portillo y de la Madrid surgieron como candidatos por el entorno económico de crisis que se vivía, rompiendo la racha de candidatos que surgían de Gobernación.

Así, Peña Nieto buscó un candidato que rompiera con la imagen de corrupción que se apoderó del imaginario colectivo, pues José Antonio Meade mostraba como principal atributo no tener que explicar ningún escándalo relacionado con ese tema, además de una faceta que lo acercaba más a un candidato ciudadano que a uno tricolor

El tema que movilizó al electorado fue el combate contra la corrupción, el candidato priísta respondió a esa necesidad, aunque tuviera poca trayectoria partidista y con antecedentes intachables, al menos para la opinión pública.

Si los candidatos independientes se convierten en los que tienen mayor apoyo ciudadano, habrá que pensar en quien no es militante para apoyarlo.

Así, la decisión unipersonal pasó por la meditación en soledad para llegar a un nombre. Lo demás fueron una reedición de formas que se creían rebasadas, como el apoyo incondicional del aparato partidista, las largas filas para felicitar al elegido y las loas a sus cualidades.

Luego vino la campaña y lo que pudo hacer la oposición para encarecer el triunfo, o derrotar, al candidato oficial, el cual acabo siendo el primer tapado derrotado en los últimos tiempos, lo que se pensó podría jubilar la figura para siempre.

En 1980, Roberto Casillas –secretario privado del presidente José López Portillo– reconoció en un foro académico de la UNAM la forma en que operaba el sistema político mexicano. Además de asegurar que el Presidente de la República determina la nominación de gobernadores y de su sucesor, soltó una frase que define uno de los rasgos que más afectaron al país: “no siempre los elegidos han sido los más virtuosos ni los más capaces”.

Tal vez el actual mandatario se sienta aludido, o tal vez la tome en cuenta a la hora de tomar su decisión en la soledad de la silla presidencial.