Y lo de negocio a “full” implica alejarse de lo deportivo. Primero el “bisne”, lo demás acaso, nunca. Un desmán del tamaño de lo acontecido en el Corregidora –que nació salado en 1985– no es la mejor forma de llegar al Mundial 2026 como país. Le podemos dar muchas vueltas, pero sabemos la única respuesta: no lo es. El país tiene una pésima imagen internacional y la afición y estos asuntos, no ayudan. Sí, la cosa sí es tanto de imagen, como de hechos. Ambas. Y a quienes o no les importe la imagen, minimicen lo sucedido o al mundo lo vean muy lejos de nosotros, se equivocan en su postura, porque sí importa y sí nos afecta a todos. Y las urbes de Guadalajara y Querétaro no merecen que se manchen sus nombres.
Sí, desafortunadamente lo sucedido en Querétaro no es un hecho aislado y no se soluciona con las “sanciones” de risa anunciadas por la Liga MX, al frente de la cual está el priista Mikel Arriola, quien desde el primer día de su nombramiento ha estado “fuera de lugar” y reconozcamos que las barras existen para caldear partidos. Seguir llamándolas grupos de animación es una falacia y hace rato que son todo, menos aficionados espontáneos, pero no por ello dejan de manchar al fútbol. Sí, quitemos de en medio de nuestros enjuiciamientos a quienes de buena fe amenizan y apoyan a sus equipos. Hecho lo cual, apartados de nos, continuemos nuestra crítica fundada.
Solo como dato: si hay gente que defiende que el grito de “puto” no es homofóbico, ergo menos puede distinguir, está incapacitada para identificar la gravedad de las barras y de lo sucedido en el Corregidora. No falta quien clama libertad de expresión. Botarate. Mal síntoma es que digan “pero no hubo muertos…”.Es la mejor señal de que no han entendido nada ni por lo más mínimo.
Admítase: la afición mexicana ha optado por no gritar “puto” cuando conviene, que no todos están convencidos de limitarse y las sanciones se acumulan por tal; y al mismo tiempo, ella se destaca por ser condescendiente, indiferente o impotente con todo, absolutamente todo lo que le pongan enfrente los dueños del negocio. Esa afición compra todo y no protesta, no reclama, no cuestiona y eso la coloca como dejada de cuanto le hagan. Ha tragado todo. El aficionado mexicano ante determinadas realidades deportivas y especial y particularmente con el fútbol soccer, ha aceptado, concedido, asumido y admitido la mediocridad de que no hay cuarto partido mundialista o que solo sea negocio sin calidad, pero con promesa de haberla, reflejo no solo de un sistema futbolístico mediocre, pero millonario, sin metas de largo plazo que redituarían millones, sino de ganancias pingües, cercanas y de engañaincautos alabando jugadores de poca monta, finalmente, y desde luego, sin la mínima intención de construir un ganar una Copa del Mundo. Y decimos que la afición ha tragado todo al no conocerse un movimiento desde ella o de interequipos de respuesta reclamante que genere un cuestionamiento abierto a tanta bribonada, a juzgar porque siguen llenando los estadios. La condescendencia es innegable y, de paso, bastante lamentable, abonando a la mediocridad del fútbol nacional. Así que tiene pues, lo que se merece y habrá a quien ello no le preocupe y siga como si nada tragando el tema sin rechistar.
Los mexicanos han de tener tres ojos o cuatro manos para no poder aspirar a algo mejor. Y las deja pasar, todas. Y acaso, al menos, ha mostrado una leve indignación ante la tibia resolución de la Liga MX al asunto del caos del sábado 5 de marzo. Un zafarrancho que involucra autoridades panistas –alcalde, gobernador presidenciable– y a los partidos políticos que representan, clubes y público. A todos. No hay manera de excluir a nadie. Irresponsables los gobiernos panistas permitiendo partidos en semáforo amarillo, que solo Querétaro tiene.
Esa afición que traga todas las que le pongan enfrente es usada como carne de cañón, va callada, atontada, acude a los estadios perdonando todo y está bastante conforme con el panorama que ofrece el fútbol nacional, negocio antes que deporte pagando millonadas a los dueños del circo por ventas de órdago de sueños que entonces acarrea seguidores desengañados cada cuatro años, antes que buscar nivel competitivo. Triste realidad. Con figuras futboleras dispersas, con seleccionado nacional más presente por una nueva camiseta de millonario costo que han de comprar miles, antes que por resultados. De buena fe, cierto, pero embaucados finalmente sin a cambio un buen fútbol del seleccionado y que ha de portarla. Sí, sobre todo en el fútbol varonil, desde luego. Y los dueños, miserables.
El aficionado mexicano ha normalizado que México califique porque dícese que su afición deja mucho dinero a las sedes mundialistas (ya sabemos la clase de afición) y asume esa afición como inevitable, eso es lo grave, que no califica por calidad futbolística. Y se queda tan feliz. ¿O no, papá? ¿duele mirarse al espejo?
El mexicano lo mismo traga que “Rafa” Márquez tiene experiencia (no será ganando con México) que igual a cualquiera le plantan de entrenador nacional. Y traga con todos. Ha concedido el bombardeo mediático cuatrienal de que no haremos más, pero soñar tantito y retacarlo de camisetas, paquetes de viaje para ir al Mundial y patrioterismo vende más y mejor que una Copa del Mundo ganada. Lo ideal sería plantearlo al revés. Ganas la copa y te forras con ello, pero eso es invertirle al tiempo, pues no implicaría ganancias rápidas, que es de lo que se trata para los dueños del negocio, donde nunca lo serán los aficionados por mucho que sean aficionados auténticos. En cambio ¿quién se ha beneficiado de promover y alimentar ese modelo, tanto como lo de las barras? El mexicano todo lo avala haciéndole el juego a los dueños: ha cedido en tener solo partidos moleros, seleccionados estrellas cuestionables, pero no deportistas; ha cedido en repechajes extraños, reclasificaciones y fraudulentas maneras de evadir ascensos, descensos, cambios de reglas alusivas, partidos arreglados, cambios y cambios en eso que llaman el torneo y la mentada Liga MX. Y en medio, la Federación Mexicana de Fútbol haciéndose la loca con la seguridad. Y el aficionado, tragando.
Todavía nos retumba los seleccionados de 2010 haciendo sándwiches, pero no goles, que se supone que era lo que bebían de hacer y no sándwiches. Así nos va. Ese año, España ganó el Mundial sin sándwiches. Y parece que ha cedido nuestra afición en normalizar la violencia en los estadios. Sorprende que haya quien siga defendiendo el grito de “puto” o justificarlo viable o recriminar su persecución frente a lo sucedido en Querétaro y siga defendiéndolo como gato panza arriba, negando que sea lo que es: insultante y homofóbico. Ya lo expresamos en otra entrega: si da lo mismo y no es insultante, ¿no se puede apoyar con gritar otra cosa? La respuesta es “no”. Porque se trata de que sea insultante y, de paso, homofóbico o si no, no tendría chiste. Hay quienes defendiéndolo, demuestran su nula educación y sorpréndase, gente estudiada, leída y “escrebida”, faltaba más. Sirva lo dicho cuál espejo que refleja el deplorable panorama futbolístico de México. Si le incomoda todo lo escrito, vamos de gane.
Y ha normalizado la violencia en los estadios con la complicidad de todos los involucrados en el fútbol. No, no es que el país viva la violencia. Afirmarlo es no indagar en el origen y modus operandi de las barras y grupos de choque en los estadios, en el choque del crimen organizado in situ, o decir que es porque López Obrador divide a los mexicanos. Son estupideces. Si se ha de politizar el tema, hágase bien: el priista Arriola, siempre fuera de lugar; tardía y torpe reacción del alcalde panista y el gobernador panista, que además lo presentan como presidenciable con muy dudosos méritos ante la incipiente, poco profesional o ausente o no actuante presencia de cuerpos de seguridad y a todos estos se les fue el tema de las manos. Y resultaron patéticas las sanciones dictadas por boca del priista Arriola. Curitas para el cáncer. Se entiende que el priista no de una, pues no, no está a la altura, porque la violencia mandril en los estadios es inadmisible y no se la combate ni se la combatirá con la tibieza de una Liga MX que no toca intereses.
Y los tantos contagiados en la Liga o no pararla en plena pandemia, solo ribetean un panorama atroz de primero el negocio. ¿Y esas barras fomentadas por? ¿de verdad se persiguieron antes? Y los mexicanos las han normalizado, tanto como no ver culpables, como no ver sanciones ni internas ni internacionales. Han normalizado la violencia pensando que las autoridades ni deberían ser mencionadas. No sirve de mucho el argumento de que esos no eran aficionados. Después de todo estaban dentro del estadio y actuaron violentos. Eso es lo importante, no su origen o filiación. Ya es una mala imagen la clasificación aun no obtenida al de 2022. Y no todo es estadios. ¿Qué hay con el comportamiento del público? que eso también cuenta. Lo acontecido no es nuestra mejor cara al Mundial 2026.
Poco o nada ayuda que se le quite el Mundial a México. Sí, total, porque lo que representará en los hechos tenerlo, es pingüe, y eso quizás explica el poco entusiasmo de infraestructura nueva por consenso o por quitárselo. Una CDMX con un aeropuerto de incierta funcionalidad y la colapsada Línea 12 como tarjeta de presentación, suma al avejentado Estadio Azteca. Penoso. Pero el Mundial ya está asignado y merece defenderse. Ergo, déjese. El tema es otro y lo sabemos.