Nosotros y los demás

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Elevar a la categoría de universal, a los valores de la cultura a que se pertenece, se reconoce como etnocentrismo. De alguna manera, todos somos etnocéntricos.

Se cree siempre, que nuestros valores son los valores, con eso nos basta. Este pensamiento y este dispositivo político, ha originado grandes problemas en nuestra historia.

Desde una posición etnocentrista se pueden derivar, regularmente no pensamientos democráticos o de tolerancia, sino por el contrario, pensamientos clasistas, racistas, discriminatorios.  Porque la descripción del otro es regularmente negativo, descalificatorio, lo mejor será siempre lo mío, desde mi cultura.

Resulta que los últimos siete siglos, la humanidad ha estado sujeta a la perspectiva de una sola cultura: la occidental. Todo, o casi todo, es juzgado desde el occidentalismo.

Más tarde, el occidentalismo se hace acompañar por el capitalismo, por las ideologías liberales y por el marxismo. Por esta razón, los pueblos originarios de América serán vistos y analizados desde el occidentalismo, el propio Marx no pudo escapar de ello.

Entonces cuando nos invaden y nos ven los occidentales nos juzgan desde su perspectiva. Por esta razón seremos considerados salvajes, bárbaros, un pueblo de malas costumbres.

Ha costado muchos siglos aprender a ver a los otros desde la tolerancia, desde la existencia del otro, desde el diálogo, desde la pluriculturalidad. No hemos comprendido que sin la existencia del otro, en realidad, no sabemos lo que somos. Descubrir lo propio a partir de lo diferente nos hace más humanos y más democráticos.

Este ejercicio, que parece muy sencillo, ha costado millones de vidas en la historia humana, como diría el clásico, ha costado sangre, sudor y lágrimas. Nosotros, los pueblos originarios y afromexicano, llevamos más de quinientos años y nos siguen valorando, calificando, desde el occidentalismo.

Recuérdese que justificaron nuestra masacre llevando en sus brazos la biblia judeo-cristiana, las ideas racistas de Aristóteles. Hasta la fecha tenemos que soportar sus filosofías, sus ideas sobre la política, sus concepciones sociológicas, jurídicas, del Estado, de la persona, de la moral, de la forma de producción, consumo, hasta nos han impuesto nuestras formas de pensar, creer, de educación y de reproducirnos.

Cuando nos indican que quieren acabar con todo etnocentrismo y nos proponen acciones, categorías, valores universales, en realidad construyen un etnocentrismo universal.

La clave de todo esto es la aceptación del otro, sin prejuicios, sin predisposiciones, aceptar plenamente la diferencia, así empezaremos a caminar hacia un mundo más democrático.

En esto consiste la necesidad del reconocimiento de nuestros pueblos de su libre determinación y de sus facultades autonómicas, de arribar a un pleno pluralismo jurídico, a una sociedad de sociedades, a una comunidad de comunidades, a una unidad en la diversidad.

Acabemos, de una vez para siempre con todo racismo, discriminaciones, prejuicios, vivamos un mundo en donde quepamos todos. Pongámonos el traje del país, de la cultura, de la nación, del Estado, del grupo, del hogar a donde se va, colguemos ese traje de donde pertenecemos, así tendremos un mundo mejor.