El repunte de Marcelo Ebrard

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Xóchitl Patricia Campos López 

La estrategia geopolítica de la Cuarta Transformación para condicionar el diálogo de Estados Unidos con Latinoamérica genera puntos favorables a Marcelo Ebrard por la conducción del escenario. Ebrard tiene la difícil posición de explicar a Norteamérica los conflictos que presenta el país derivado de la estrategia de seguridad que impulsa la Casa Blanca y, al mismo tiempo, proyectarse como un intermediario del Estado Mexicano y las naciones excluidas por Washington.

La oportunidad es especial y posiciona a Ebrard por encima de los otros aspirantes morenistas que se rezagan, particularmente Claudia Sheinbaum. Con todo y que el conflicto de la línea 12 del Metro corresponde al ex jefe de gobierno de la CDMX, el daño mayor se atribuye a la actual administración que, inclusive, ha tenido resultados electorales desfavorables. 

Ebrard ha seguido la ruta de las alianzas pragmáticas polipartidistas y, en esa ruta, ha establecido contactos con intereses incluso contrarios a la Cuarta Transformación. Los nexos de Ebrard con Rafael Moreno Valle, por ejemplo, significaron un vínculo con el Grupo Atlacomulco que pudieron significar la cordialidad entre Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. De ahí que el liderazgo que tenga probabilidad de generar en el diferendo mexicoamericano, lo empodere frente a las facciones de izquierda y derecha más poderosas del país.

La administración de Marcelo Ebrard en la Ciudad de México cohabitó con Felipe Calderón y, aunque las cosas fueron mal inicialmente, la coexistencia impuso reconocimientos, negociaciones y liderazgos que pueden ser útiles en el futuro de la carrera política del morenista cuya ascendencia francesa le enorgullece. El marcelismo no es indiferente para Ricardo Monreal, Movimiento Ciudadano, el PAN, PRD y el salinismo.

Se configura el escenario que disminuye la influencia del radicalismo puro en Morena y del lopezobradorismo, con Ebrard se perfila un restablecimiento del péndulo político que devuelve el timón del país a grupos moderados y pragmáticos en oposición al populismo progresista. 

Con todo y las diferencias del sector católico integral intransigente con Marcelo Ebrard, las utilidades económicas resultan más convenientes y es seguro que los feminismos liberales encuentren más apoyo con el marcelismo que con el lopezobradorismo. Claudia Sheinbaum se ha marginado al guardar una discreción sobrada en la tutela del presidente.

La carrera de relevos en la Ciudad de México puede ser un indicativo de la secuencia de liderazgos que plantea Morena en la presidencia de la república y que ha sido conveniente para distintos intereses socioeconómicos, inclusive para la oposición radical que ahora se apresta a recuperar la Ciudad de México. 

Los vínculos de Marcelo Ebrardo con Francia también nutren y diversifican los capitales extranjeros -aunque imperialistas- de los que depende nuestro país. No debe soslayarse la influencia francesa durante el desarrollo compartido y de bienestar. 

Las señales están dadas y el marcelismo las aprovecha.