- Banxico toman medidas de control mediante la tasa de interés, pero los precios siguen subiendo
- Y en tanto los altos precios depauperan a la mayoría, se atiza la recesión económica
La política monetaria para controlar la ingobernable inflación, que azota a la economía y, para no ser abstractos, sobre todo a las mayorías depauperadas, le está resultando un hándicap difícil, casi imposible, de afrontar a las autoridades del banco central. Los aumentos de las tasas de interés son, por hoy, lo más recesivo que le puede ocurrir a la actividad económica.
Los incrementos en las tasas de interés que decide, de vez en vez, la Junta de Gobierno del Banco de México, han servido sólo para una colorada. El crecimiento de los precios, medido por la inflación y los índices, no le tiene ningún respeto a la gobernadora Victoria Rodríguez Ceja y, menos, a los miembros de la dichosa Junta de Gobierno.
Apenas el 23 de junio, las autoridades monetarias incrementaron en 50 puntos base la tasa de interés interbancaria, para situarla en 7.75 por ciento, muy cerca del porcentaje de inflación que ya es del 8.0 por ciento, casi emparejando con el 9.1 por ciento de inflación de EU.
Estos aumentos en la inflación revelan que la tasa de interés, como instrumento antiinflacionario, sirve, y perdone la expresión callejera, para un carajo. Pero esta realidad no quieren aceptarla los gurúes neoliberales tanto de la Fed como del banco central mexicano, en donde opera gente del presidente López Obrador que se dice antineoliberal.
Una agencia de noticias estadounidense informó ayer jueves que Christopher Waller, miembro de la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal, dijo que aprobaría otro aumento de la tasa de interés, a corto plazo, de la Fed en un punto porcentual —un alza enorme— en las próximas semanas, si los próximos datos económicos muestran un aumento sólido del gasto de consumo. Pero con una inflación de casi el 10 por ciento, de qué cartera (¿de sus ahorros, que consideran sagrados?) sacarán los consumidores para gastarlo.
Semejante aumento significaría una mayor intensidad de la lucha de la Fed contra la creciente inflación. Pero una lucha de molinos de viento. Los aumentos en las tasas incrementarían el riesgo, y es ya inminente, de que las medidas antiinflacionarias del banco central provocaran una recesión de incalculables consecuencias.
La última vez que la Fed aumentó su tasa en un punto fue en 1981.
En esta ocasión el aumento sería de 0.75 de punto, en la próxima reunión de la Fed dentro de dos semanas. Pero lo que no se toma en cuenta es que la inflación ha alcanzado su mayor nivel en 40 años.
Se tiene que atacar el punto neurálgico, que es controlar la inflación de alimentos y gasolina, de los alquileres, de las comidas en restaurantes y otros servicios, lo cual siempre ha resultado uno de esos sueños que los fondomonetaristas han creado en la imaginación de los economicistas balines.
De ribete, la inflación mayorista aumentó en 11.3% en junio en los mercados del vecino del norte. Otro indicio de los estragos que están causando los aumentos de precios.
Pero como en México a los banqueros centrales les está llegando la lumbre a los aparejos, y el objetivo primordial del Banco de México es controlar la inflación, la Junta de Gobierno decidiría otro aumento para antes del 11 de agosto, a sabiendas de que no podrá contra la inflación, a menos que decida tomar una política de choque, que no está en la mente de ningún neoliberal de los estrategas económicos del actual gobierno. Ya se ha intentado en el pasado y todo fue un rotundo fracaso.
DESFONDO: Por lo visto cotidianamente, los mexicanos no tomamos nada en serio, ni a nosotros mismos, ni a nuestras alteridades y menos si un vocero del gobierno nos advierte que la covid-19, por ejemplo, está aún más activa que nunca, en su variante apodada por los científicos investigadores Centauro. nueva sub variante BA.2.75 que la OMS no ha bautizado.
Autoridades de salud no paran de advertir que hay que continuar con los cuidados de uno mismo, ir por la vida cotidiana en avispado estado de conciencia para evitar el contagio. Y no porque la cepa actual de coronavirus sea menos letal no van a dejar de morir todavía muchos.
En México el reporte de Salud del miércoles fue de 37,346 contagios y, se ve poco 72 fallecimientos, pero una defunción estadística es un individuo de carne y hueso que desaparece de la vida, alguien que deja a sus padres, o a su esposa, o a sus hijos.
El número de casos nuevos de coronavirus reportados en todo el mundo subió por quinta semana en fila. La Organización Mundial de la Salud reportó ayer jueves 5.7 millones de nuevos contagios confirmados, la semana pasada, incremento del 6%. Y registró 9.800 muertes, una cifra similar a la de la semana anterior.
El virus se mueve libremente y los gobiernos, acusó Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS, no están gestionando eficazmente la carga de la enfermedad. “Las nuevas olas del virus demuestran de nuevo que el COVID-19 está lejos de terminar”.
Los contagios suben como la espuma, el virus, en sus distintas cepas anda por todas partes como pedro por su casa. En las últimas dos semanas, los casos de Covid-19, reportados a la OMS, subieron un 30% porque las variantes de ómicron, BA4 y BA.5, son sumamente contagiosas. Y reinfectan a cualquiera que no traiga protección, sobre todo perfecta inmunidad.
En Estados Unidos, el coordinador de Covid-19 de la Casa Blanca, doctor Ashish Hjha, pidió este miércoles que se administren dosis de vacuna de refuerzo.
En México la situación no puede ser más preocupante. Con decirles que familias enteras, desde papá y mamá, pasando por los niños adolescentes y bebés de un año de vida, han estado en la batalla en contra de los mocos, la temperatura, los dolores de cabeza y la desaparición del sentido del gusto por los alimentos y chucherías, entre el resto de los síntomas del padecimiento.
Pero como escribimos al empezar esta nota, ningún mexicano se hace responsable de sí mismo hasta que tiene el agua hasta las narices. Ha habido momentos en que las clínicas de salud y los hospitales están abarrotadas de personas que van por una prueba antígeno o una PCR, pero si en ese momento salen negativos, siguen bailando la manzanilla y retando al ómicron.