La ausencia de los cuerpos intermedios de la política

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En México, durante los últimos 30 años ha ocurrido un deterioro de los cuerpos intermedios de la política, mismos que paulatinamente se han debilitado hasta casi no ser nada o no representar nada. Tanto la clase política, los partidos políticos y la sociedad organizada en grupos de interés, cámaras de comercio y cualquier otro tipo de organizaciones sociales, han perdido su densidad política y por ende legitimidad como actores clave en la estructura política estatal. La razón del deterioro y pauperización es netamente adjudicable a ellos. Los abusos, la corrupción, las intrigas palaciegas, el olvido de sus responsabilidades y el desapego de sus tareas democráticas los tienen prácticamente borrados del mapa político, pero también de la propia estructura estatal. Me explico.

La estructura política de los Estados modernos se ordena de forma piramidal y de arriba hacia abajo. Dicha estructura la constituyen diversas capas asociativas que de acuerdo a su capacidad política, de coacción-chantaje, de organización y de proyecto político, dominan distintas zonas del poder del propio Estado.

En la parte más alta de la estructura estatal se encuentra la tradicional división de poderes, los cuales se constituyen legalmente mediante los votos y la representación directa e indirecta. Estos poderes ejecutan acciones gubernativas del Estado, legislan las leyes que requiere el entramado político-estatal y resguardan la interpretación del imperio de la ley. Por debajo de estos poderes se identifican los actores políticos que rivalizan por el poder, siempre estructurados como clase política y que bajo esa etiqueta participan activamente en política, presionan por políticas, votos o cargos y muestran un entendimiento del respeto a las reglas del juego democrático como brújula de acción.

Más abajo, en la estructura piramidal se encuentran los partidos políticos, los cuales constituyen, en la teoría, la forma más perfeccionada de la democracia representativa, éstos se definen como organizaciones de interés público que buscan representar los intereses de la sociedad frente al aparato estatal. Otros esfuerzos organizativos se encuentran en el siguiente nivel inferior, me refiero a las organizaciones de la sociedad civil, los grupos de interés y todos aquellos grupos organizados en gremios, sindicatos, cámaras de comercio, de medios, entre otros, que gracias a su capacidad organizativa, su acumulación de recursos, presionan, cuestionan y articulan demandas que recorren el circuito de la política logrando materializar muchas de ellas en políticas públicas diseñadas y ejecutadas desde los poderes constituidos.

Finalmente, en la parte más baja de la pirámide estatal, se encuentra la sociedad no organizada, aquellas personas, normalmente no asociadas en grupos, ni entre sí, que participan en el juego democrático más como observadoras y beneficiarias del mismo, a través del voto y su ejercicio democrático, su participación se concentra en momentos específicos y difícilmente quieren, están interesadas o se les deja participar en otros momentos. Son, en las acepciones básicas del discurso político, el pueblo.

El deterioro de los cuerpos intermedios de la política sucede en la pirámide estatal, la integran especialmente los partidos políticos y los grupos organizados de interés colectivo y de presión a los que me he referido. En México su declive ha ocurrido por tres razones distintas pero complementarias entre sí. La primera es porque han perdido legitimidad y capacidad de representación, nadie cree en ellas, y lo que dicen representar no necesariamente se corresponde con las acciones que han realizado; la segunda, porque su funcionamiento se ha visto comprometido con el actuar de sus liderazgos, la firma del Pacto por México, los escándalos de corrupción de sus principales líderes, privilegiando lo individual por encima de lo colectivo, así como los casos de enriquecimiento ilícito de líderes sindicales, presidentes de cámaras de comercio, etc. han constituido duros golpes de credibilidad y nuevas adhesiones; la tercera, porque han sido borrados del espectro político por una nueva fuerza hegemónica que ha conseguido su poder a través de los votos, pero también de la demagogia y que ha logrado encasillarlos en un solo ente político etiquetándolos como “la mafia del poder”, aunque incluso dentro de ellos hay diversidad y diferencias políticas notables.

Cuando un desajuste estatal de estas dimensiones sucede, los cuerpos intermedios de la política dejan de gravitar en la arena política produciendo un efecto de monorepresantación de intereses. Dicha monorepresentación sucede a la vista de todos y se instrumentaliza desde los propios poderes del Estado, que, al encontrarse en la parte alta de la pirámide, legalmente y legítimamente constituidos pero sin ningún obstáculo ni oposición en frente que les haga contrapesos, tienden a la omnipresencia en el espacio político. Esta disfunción estatal puede tener consecuencias gravísimas para la salud política del propio orden establecido. Cuando este asociacionismo que representa intereses sociales, organizativos y de grupo, deja de cumplir su mediación social en el juego democrático, la monorepresentación tiraniza la política y desequilibra la compleja estructura de pesos y contrapesos con la que se construyen los Estados. No olvidar que la construcción de los éstos es resultado de un devenir histórico amplísimo donde la multiplicidad de intereses convergen en un vórtice político.

Desde luego, no se está pensando en regresar al pasado y traer de vuelta esas podridas estructuras organizativas sin una verdadera renovación o redefinición de intereses, tampoco podemos inconformarnos ante la legítima construcción política de un proyecto como el que actualmente gobierna en México. Sin embargo, los riesgos de que poderes intermedios que hacen política estén ausentes, o no logren recomponerse como opciones válidas en política son altísimos. Tener una sola opción política viable, vigorosa y omniabarcante del espectro político, diluye la integración política del Estado y su legitimidad como espacio en donde se disputa la política. La ciudadanía y los distintos aglutinadores de intereses no pueden caber ni ser una sola opción política, cuando se les obliga a estar en la periferia o al margen de la participación estatal lo que continúa normalmente es el destierro y su extinción. La historia mundial del siglo XX nos enseñó que cuando los cuerpos intermedios que debían hacer política fueron borrados como opciones de representación de intereses, la emergencia de totalitarismos apareció a la vuelta de la esquina.

El autor es doctor en ciencia política. Profesor en el Centro de Estudios Políticos de la Universidad Nacional Autónoma de México -UNAM-. TW. @marellano7