El fantasma del Méxit

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Diego Martín Velázquez Caballero

Durante los años iniciales del neoliberalismo se tuvo la idea de que el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá era la etapa final de integración mexicana al mundo occidental. Ninguno de los dos elementos ha funcionado adecuadamente y la resultante ha sido un proceso modernizador esquizofrénico y una transición política fallida. Ni qué decir de eso que se llama Estado Fallido.

El estrambótico año de 1994 fue muestra de los desfases y diferencias -gigantes- que existen, particularmente, entre México y Estados Unidos.

El Partido Demócrata siempre fue opuesto al TLC, la idea de organizarlo y darle viabilidad fue por una evolución del Partido Repúblicano, el cual tiene mayor visión para disponer orden en México, es tan elevado en esta intención que -incluso- favorecerían una dictadura militar en nuestro país como lo hicieron en otros espacios de la hegemonía norteamericana.

Carlos Salinas de Gortari y Jacques Rogozinski reconocieron el exceso e imprudencia en las medidas tomadas. Ernesto Zedillo llegó a señalar que la mejor gobernabilidad para México era la modelada en ¡China! A la distancia, no obstante que la modernización del país es indispensable, la velocidad histórica de México e Iberoamérica hacen más que complicado el cambio político, económico y social. Iberoamérica está fuera de Occidente y debe encontrarse primero para dejar de ser un entenado, salir de la Edad Media y una cultura faccionalista llena de multiculturalismos.

Lo que vino después fue el desarrollo de una narcorepública bajo los intereses geopolíticos de Estados Unidos, para nada más sirvió la modernización neoliberal. El fracaso del modelo económico y civilizatorio se manifiesta por la importancia de las remesas económicas migrantes, así como por el sector social que las origina, son las víctimas del neoliberalismo quienes todavía se acuerdan de este ingrato país.

Diferentes economistas reconocen la importancia del presupuesto público para el crecimiento del país, pero ahora, conforme el momento crítico que vive la humanidad, la reconstrucción del sector público y el poder estatal son tareas urgentes en el país. El TLC, así como el neoliberalismo mal llevado, fueron negligentes y profundizaron la corrupción sistémica en México. La economía nacional es un desastre por la forma en que se alimenta y procede, lo ilegal es más que obvio.

Reconstruir México requiere un Termidor en la economía y en las relaciones exteriores de nuestro país. Lo mismo ocurre en diversas partes del mundo donde neoextractivismo y postliberalismo son sinónimos de muerte.

El Partido Demócrata toma las banderas que Bill Clinton señalaba al momento de ser electo. Y tienen razón, el Puercoespín nunca será un Oso. Como dice Rogozinski y Acurio, debemos revisar nuestra cocina y crear una receta original. La cancelación del TMEC o el libre comercio, no será la ausencia de relaciones socioeconómicas con Norteamérica, tenemos una simbiosis y dialéctica civilizatoria donde la mexicanidad ha tomado ventaja, aunque constituye un riesgo para cultura anglosajona. Es responsabilidad de nuestro país renunciar a la vocación de ser la Sicilia Norteamericana que no ha asignado como vocación el Imperio Yanqui, pero sólo es tarea de los mexicanos y nadie más.