Tiempos pasados

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Años atrás corría una máxima popular muy pero muy socorrida “tiempos pasados fueron mejores”. Siempre me convencí que esto tenía que ver necesariamente con las emociones, los recuerdos y la forma en que se generaron beneficios.

Lo cierto es que en mis tiempos la autoridad era la autoridad, se imponía el respeto como un código social y se daba mucha importancia y fuerza a la educación y al civismo. Puedo recordar que el “Día del Informe” era el “Día del Presidente” o el “Día de la Nación”. Las familias estábamos atentos a las cifras y datos sobre la administración pública y todos, sin excepción esperábamos la parte final cuando el mandatario llamaba la atención con aquello de “mexicanos”. Venia entonces el cierre con algo vital, el mensaje político en donde el Ejecutivo marcaba líneas y rumbo a la nación incluyendo en ocasiones cambios en su gabinete.

Luego el recorrido callejero en carro descubierto custodiado por soldados del Heroico Colegio Militar y otros militares apostados en azoteas para lanzar papelillos y confeti. Después la larga salutación de los privilegiados, los que estaban, los que debían estar y los que querían estar.

Como sea, la gente salía a las calles a saludar a su presidente. Otro momento de impacto social era cuando por algún motivo trascendente el presidente emitiría un mensaje a la nación. Tenía que ser algo importante como para que el mandatario interrumpiera las actividades cotidianas.

Se anticipaban los medios en advertir una cadena nacional y cuando el presidente emitía sus pronunciamientos es que algo cambiaría radicalmente la dinámica. Todo esto se fue desgastando y perdiendo.

Dejó el Informe de ser un día importante porque la oposición decidió convertir al evento en un festín de circo cargado de arrebatos e insultos. El Poder Legislativo agravió al Ejecutivo y debilitó las posibilidades de estar atentos a la exposición de motivos y razones presidenciales. Pero hoy, hoy, la soberbia y arrogancia del presidente le permite abusar del tiempo nacional para no decir nada, para mentir, para dividir a la sociedad, para contar chistes, difundir a Don Gato, para dar clases equivocadas de historia. De aquellos fulminantes discursos del presidente pasamanos al “guacala, fuchi, caca”. Las llamadas “mañaneras” se utilizan para engrandecer a tipos sin escrúpulos y ridículos que se disfrazan de periodistas para formular preguntas estúpidas o quedar bien o solicitar cargos diplomáticos. En ninguno de los casos se beneficia en algo al país.

Su imposición venia desde cuando era Jefe de Gobierno de la capital y empleaba sus conferencias para marcarle agenda al presidente Fox y burlarse de la población con aquello de “lo que diga mi dedito”. Nada que reflejara cultura, educación y autoestima.

En alguna ocasión Juan Ramón de la Fuente entonces rector de la UNAM le comentó a Hugo Sánchez líder del fútbol universitario “nadie aguanta una declaración diaria, hay que saber tiempos y peso de los pronunciamientos”. Vale decir que la incondicional amloista Elena Poniatowska en entrevista reconoció que “señor presidente ya párele a las mañaneras, hay un hartazgo nacional, terrible y muy lamentable que divida a los mexicanos”.

Lo que está logrando AMLO, eso si unificando, es que no se le crea y que cada vez estimemos menos a la figura presidencial. Mire, por andar divulgando archivos en proceso de investigación, por ejemplo, del caso Cienfuegos, hoy tenemos un conflicto internacional que bien podría, entrando Biden, costarle la chamba a Ebrard por su serie de pifias diplomáticas.

Actualmente hay una controversia con el INE por el esperado contenido electoral que AMLO pretende inyectarle a las mañaneras para mantenerse en el poder. El primero en cumplir con los ordenamientos legales, las reglamentaciones vigentes, es el mandatario y por el contrario, como es su costumbre, manda al diablo a las instituciones y filtra mensajes que demeritan el trabajo de sus “oponentes”. Bien podríamos calificar a las mañaneras como el unipersonal programa electoral y de campaña de un individuo que está por encima del país y de sus gobernados.

AMLO asegura que no usa tiempos oficiales porque tiene las mañaneras para comunicarse con el pueblo sabio. Pero a preguntas claras y definidas evádame señalando que “tiene otros datos” sin probar ni aportar nada. Eso si le gusta que a cuestionamientos preparados le indiquen que es sobresaliente su salud y que nos indique con qué se alimenta, que lo engañen con que es el segundo presidente mejor calificado del planeta o que gracias a estampitas milagrosas se salva de los contagios de la pandemia.

Cada quien con su educación, su preparación y vocación. Repito, hoy la nación debe estar lista, preparada y expectante porque el presidente cree que merecemos ver caricaturas extranjeras argumentando que eso es libre expresión cuando como nunca antes el país está sembrado de muertos.

Conductor del programa Va En Serio MexiquenseTV canal 34.2