Guillermo Buendía
Para León García Soler, siendo director hasta la desaparición de Jueves de Excélsior, el semanario analizó asuntos políticos de una época crítica de México. QEPD.
I
La definición política de los partidos es fundamental en la lucha para llegar al poder porque revela los intereses de clase defendidos por principios ideológicos que pretenden imponer a la sociedad como medio justificador y dominante del orden por establecer o modificar. Así planteada la definición de clase de los partidos, el proselitismo ideológico desarrollado los distingue en la confrontación de la acción política. No obstante, la apropiación ideológica que hacen los partidos del origen de clase no trastoca el orden institucional a modo erigido. Por el contrario, esa apropiación ideológica se ofrece como el fin más acabado de la forma de negar la lucha de clases bajo el régimen democrático capitalista –ni siquiera nombrada como tal, ya que el subterfugio del orden social existente se hace aparecer como la poderosa fuerza para solucionar los conflictos entre iguales jurídicamente hablando- legitimado por los derechos políticos reconocidos. La concepción política de la lucha de clases al mismo tiempo descalificada por haber sido superada históricamente, se le acusa de los desastres provocados. Así, las tiranías socialistas derrumbadas igual que los muros, o resistiendo su fin en medio de bloqueos instrumentados, son episodios históricos presentados por la apología neoliberal como regímenes totalitarios que atentan contra la libertad y los derechos.
Sin conciencia de clase y entronizado el avance ideológico del rol individualista –elaborado de percepciones cuya característica es la de presentarse ajena a toda relación social de producción, aunque inseparable de la noción esencial de la propiedad privada- lo que fue el “movimiento obrero organizado” durante el periodo corporativo de obreros, campesinos y sectores populares estructurado por el partido de Estado, dio paso al progreso de trabajadores calificados absorbidos por la clase media portadora de la convicción de que el libre mercado ofrece las oportunidades para asegurar la movilidad social explicada exclusivamente por los niveles de ingreso y consumo de bienes y servicios suntuarios.
La formación ideológica que acompañó al desmantelamiento del Estado de bienestar construido en la posguerra y durante la Guerra Fría, fue el dique que ha contenido a los movimientos sociales que no han ido más allá de los límites de la ley contra el deterioro de las condiciones de vida y el atropello de los derechos conquistado. Ese consenso expresa el grado de alienación que reproduce el pesado lastre de estereotipos y estilos de vida definidos por patrones de consumo. El secreto del fetichismo de la mercancía (Carlos Marx, El capital) bajo el control mercadológico es el instrumento más eficiente para reproducir el orden ideológico establecido, dificultando la distinción consciente de estadios históricamente transitorios. Es decir, mientras las relaciones sociales se definan a partir del valor de uso de las mercancías y no de las relaciones de producción e intercambio de mercancías, el capitalismo seguirá apareciendo como el estadio último de la sociedad; y este “último” es resultado de una “conciencia falsa” o ideológica de la sociedad que se refleja en la lucha política de los partidos para conducirse de conformidad con el acatamiento estricto del Estado democrático de derecho, por demás, propio de todos los Estados civilizados de hoy.
El 28 de marzo de 1875, en una carta a August Bebel, Engels se ocupó de manera sucinta de caracterizar críticamente las tácticas para que el Partido Socialdemócrata Alemán influyera sobre una masas que aún se mostraban reacias a intervenir en la lucha política –que antecedió a la Crítica del programa de Gotha. Glosas marginales al programa del Partido Obrero Alemán (1875)- al distinguir “las dos vías” por recorrerse: una, por medios legales y pacíficos, conquistar reformas que favorecieran las condiciones de vida de los obreros y el reconocimiento de sus derechos; la otra, la revolucionaria. La lucha política de los partidos de las sociedades capitalistas modernas está inmersa en una lucha de clases soterrada, condición fundamental que toman todas las expresiones ideológicas desplegadas para construir la “falsa conciencia” de que a la democracia le corresponde este estadio último de la evolución de la sociedad. Estancado el orden democrático en el capitalismo, sólo queda entonces a los partidos alcanzar el pleno reconocimiento de los derechos por igual como medio legítimo para luchar en contra de las desigualdades sociales, ya que la otra vía aparece cancelada definitivamente del “horizonte” global de las democracias burguesas del siglo XXI.
Abajo de la noción ideológica del libre mercado existe una realidad de agudas contradicciones: pobreza y opulencia de una estructura de clases irreconciliables. Esta contradicción demanda legitimar un contrato social generador de perspectivas de bienestar, por lo que se elaboró cuidadosamente un discurso incluyente y comprometido con las causas justas de un futuro mejor. Y son las élites en el poder las que se han puesto al frente de esta lucha. Sin embargo, la promesa de bienestar siempre aparece colocada en un futuro indefinido e inalcanzable; una justicia pospuesta es una justicia denegada. El axioma jurídico es la promesa por la cual los principios del interés material de las clases más ricas quedan a salvo de la lucha política gestada en la desigualdad social; promesa hecha a semejanza de actos de fe y no de la acción política que hace todo lo posible para negar que el ascenso o permanencia de las élites es una lucha de las fracciones oligárquicas. Bebel sostuvo que la felicidad ilusoria y quimérica es útil a las clases dirigentes para enmascarar el dominio y opresión sociales del capitalismo. Nada más cercano de la realidad contemporánea que esta tesis de uno de los dirigentes precursores del pensamiento socialdemócrata.
Los artífices y beneficiarios del modelo neoliberal formaron una clase política a modo, élites que ocupan los cargos clave de los aparatos del Estado –desde hace poco más de tres décadas, fenómeno consolidado durante el gobierno del presidente Vicente Fox y los sucesivos- cuando los organismos empresariales observaron el agotamiento de los mecanismos de gestión de sus intereses. Para asegurar la permanencia de la oligarquía, todavía por la vía legal, el pacto Sí por México, operado por tres partidos ya definidos como plutocráticos, persigue recomponer los contrapesos legislativos de oposición a la 4T. A este propósito la ingeniería electoral bajo el control del INE presiona el proceso electoral ya iniciado con disposiciones previstas que persiguen acabar con la sobre representación en la Cámara de Diputados y entorpecer el ascenso de gobiernos estatales de MORENA. La democracia de las élites en el poder posibilita que las pugnas partidistas –ajenas a la sociedad- tomen el curso legal para atajar los pronunciamientos de “golpe de timón” formulados precisamente desde las cúpulas patronales.
II
De la traducción hacha por Manuel Sacristán de El 18 Brumario de Luis Bonaparte para la editorial Gredos que recopiló obras de Marx bajo el título Textos de filosofía, política y economía. Manuscritos de París. Manifiesto del Partido Comunista. Crítica del programa de Gotha, Jacobo Muñoz, en la Nota 53 del Estudio Introductorio recoge una cita sobre la lucha de las fracciones “representantes de la gran propiedad territorial y del capitalismo industrial: <<Lo que separa –escribe Marx-, pues, a estas fracciones no era eso que llaman principios, eran las condiciones materiales de vida, dos aspectos distintos de propiedad;… la rivalidad entre capital y la propiedad del suelo. Que, al mismo tiempo, había viejos recuerdos, enemistades personales, temores y esperanzas, prejuicios e ilusiones, simpatías y antipatías, convicciones, artículos de fe y principios que los mantenían unidos a una dinastía, ¿quién lo niega? Sobre las diversas formas de propiedad, sobre las condiciones sociales de existencia, se levanta toda una sobre estructura de sentimientos, ilusiones, modos de pensar y concepciones de vida diversos y plasmados de un modo peculiar. La clase entera los crea y los plasma sobre la base de sus condiciones materiales y de las relaciones sociales correspondientes. El individuo aislado, que las recibe por tradición y educación, podrá creer que son los motivos determinantes y el punto de partida de su conducta… Tampoco debe creerse que los representantes democráticos sean… gentes que se entusiasman con ellos. Pueden estar a un mundo de distancia de ellos, por su cultura y su situación individual. Lo que los hace representantes de la pequeña burguesía es que no van más allá, en cuanto a mentalidad, de donde van los pequeños burgueses en sistema de vida; que por tanto, se ven teóricamente impulsados a los mismos problemas y a las mismas soluciones que impulsan, prácticamente, a los pequeños burgueses: el interés material y la situación social. Tal es, en general, la relación que existe entre los representantes políticos y literarios de una clase y la clase por ellos representada>>”. Este largo pasaje contiene la abstracción de la naturaleza de clase de los partidos y la lucha ideológica en que se expresa.
Los fundamentos metodológicos que subyacen en la cita para construir la conceptualización de la ideología desprendida del orden que rige la propiedad privada y las relaciones y condiciones de clase de la sociedad democrática contemporánea de nuestro país, permiten el análisis de las pugnas políticas de los partidos acentuadas por el proceso electoral en curso, las cuales responden a los intereses en lucha de las fracciones del capital industrial y financiero. Siendo el gobierno de la 4T el centro de la impugnación por parte de la coalición Va por México, al servicio de la oligarquía financiera, la propaganda diseñada para la acción política se reduce a la utilización de frases efectistas de uso extendido de lugares comunes, haciendo indistinguible la naturaleza de clase de los partidos, y más, el proyecto que representan. No es el proselitismo donde encontrar la razón de la lucha política por el poder, sino en los antecedentes de las élites y la actuación gubernamental de éstas. El proselitismo tiene el fin de convencer al ciudadano aislado para elegir al partido que ha de gobernar, de ejercer el poder público legitimado por la vía de elección democrática y de manera legal procesar políticas públicas a modo de los intereses empresariales, nacionales y extranjeros, que en nada ya guardan relación con las expectativas proselitistas propagadas durante las campañas dominadas por descalificaciones, denostaciones, persecuciones y acusaciones relacionadas con los casos judicializados de corrupción y violencia de género, la crisis provocada por la pandemia del COVID 19.
No será El 18 Brumario ni las Glosas sino en el intercambio epistolar de Marx y Engels con los dirigentes de partidos donde se encontrará la definición de partido desde la perspectiva de clase –específicamente la de la clase obrera- no obstante, de éstas y otras de orden histórico de episodios significativos de las transformaciones económicas a raíz del avance capitalista del siglo XIX, estos autores elaboraron la concepción materialista de la historia que despojó a las relaciones políticas de las fracciones del capital industrial y terratenientes lo que los literarios –los intelectuales orgánicos gramscianos o del régimen que acusó Eco- habían escrito: un relato mítico de cuanto ha precedido el curso histórico, de circunstancias insólitas que forjaron una grandeza civilizatoria perene; las Glosas revelan desde ese temprano desarrollo de la sociedad capitalista las desviaciones teórico-prácticas de la formación de los partidos obreros. El capital recogió referencias acerca de la formación de la ideología burguesa de las relaciones económicas: la lucha política expresada ideológicamente oculta el interés material de su sistema de vida de las fracciones de la oligarquía, apareciendo rivalidades de modos de pensar que se plasman en los motivos determinantes para solucionar, paradójicamente, el interés material de su sistema de vida. Es decir, la lucha política de los partidos no busca terminar con el modelo económico neoliberal, sino cancelar la vía de la lucha de clases en la democracia del siglo XXI, dirigiendo las pugnas partidistas al terreno de las políticas públicas erráticas de gobierno.
III
La lucha partidista acaba disputándose en el ámbito de gobierno. Las élites políticas progresistas y neoliberales incorporadas a las estructuras clave de los poderes del Estado, al representar intereses contradictorios afectados por las políticas públicas instrumentadas para incidir en la distribución de la riqueza, inevitablemente las lleva a la confrontación. Los miembros de los Poderes de la Unión –electos o designados- desde las posiciones de gobierno se constituyen en contrapesos para definir las políticas públicas, aprobar iniciativas legislativas o sancionar la legalidad de los actos de gobierno. El Ejecutivo y Legislativo encuentran la constitucionalidad de sus competencias, atribuciones y facultades en el Judicial. Sin embargo, cuando la composición política de los poderes resulta irreconciliable los conflictos entre las élites ponen en riesgo la estabilidad del gobierno o lo presionan a la parálisis.
Y esto se entrevé en el proselitismo de las campañas de los partidos. La coalición Va por México al privilegiar los contenidos de los mensajes para magnificar la desgracia que significa MORENA para los mexicanos, confundir intencionalmente el verbo conservar con el adjetivo conservador, pasa por debajo de la mesa lo que representan los candidatos duros: Cecilia Romero ligada a la Asociación Nacional Cívica Femenina (1973), mantiene una postura contra el uso de anticonceptivos, la despenalización del aborto y las “libertades sexuales”, quien renunció al INM por la matanza de 72 migrantes en Tamaulipas, en 2019, casada con Emilio Baños Urquijo, uno de los líderes del Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), GRUPO DE CHOQUE ANTICOMUNISTA, ORGANIZACIÓN DEL Yunque. Otro partido fuera de esta coalición, el PES, representante de la democracia cristiana, abiertamente contra el aborto, asume un distanciamiento con el partido gobernante sin llegar al rompimiento, cuando el mismo presidente de la República ha declarado estar a favor al derecho a la vida. El Partido Fuerza por México –el cual obtuvo su registro en octubre pasado- surgido de la organización Fuerza Social por México, su dirigente Gerardo Islas Maldonado es miembro de la Fundación Scholas Ocurrentes, red de escuelas patrocinadas por la iglesia católica fundada el 13 de agosto de 2013 por el papa Francisco –fundación canónica privada dependiente de la Congregación del Clero desde agosto de 2015, cuyo lema es “Sembradores del Encuentro”, ¿revela algo la similitud del programa “Sembrando vida” de la 4T con la siembre de árboles de la fundación Scholas, cuyo primera plantación la hizo el mismísimo papa Francisco en El Vaticano?- y operador político en el pasado del PAN, PRI y PRD; el otro, Pedro Haces Barba, con una militancia priista de 1981-2018, es líder sindical de la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México y senador suplente de Germán Martínez Cázares, por MORENA, ex presidente del CEN del PAN. El Partido Redes Sociales Progresistas presidido por Fernando González Sánchez, yerno de Elva Esther Gordillo Morales. ELIGE (Equidad, Libertad y Género) registrado en septiembre pasado, partido de derecha que junto con el PES se pretende configurar un escenario alternativo para el conservadurismo mexicano, atendiendo a la familia y sus valores. La visión de futuro, innovadora, del PAN, heredera de la subversión cristera, se prepara para retomar la “posición intransigente frente al error y al pecado”. “MORENA nos dejó en completa oscuridad” –arenga priista- sirve para rechazar las reformas a la Ley de la Industria Eléctrica suspendidas por el Poder Judicial, las cuales pretendían terminar con los contratos leoninos firmados durante el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto, en detrimento de la hacienda pública y de la soberanía nacional.
La injerencia de empresarios en política, específicamente en el proceso electoral de este año, ha encendido focos rojos sobre la capacidad institucional de fiscalizar el financiamiento de las campañas –aparte, el triangulado por empresas fantasma (lavado de dinero) proveniente de organizaciones criminales- donde el tope de gastos resultará el menor de los problemas que tendrá el INE. En este contexto de confrontación partidista ocurrió la ejecución de Aristóteles Sandoval, los casos de Tomás Yarrinton, Eugenio Hernández Flores, Francisco García Cabeza de Vaca, del ex senador Lavalle, entre otros, que se suman al de Odebrecht y Estafa Maestra. La Unidad de Inteligencia Financiera de la SHCP y la FGR, el Centro Nacional de Inteligencia, junto con los servicios de inteligencia militar y de marina, han de asegurar que la lucha política no desborde la civilidad de la democracia mexicana fundada en la legalidad y no en los poderes meta constitucionales de las élites.
En el Apartado IV El proceso ideológico –escrito por Edmundo O’Gorman para la Introducción a la Historia de la guerra del Peloponeso de Tucídides- afirma que la reconstrucción de la historia (griega) es sólo el aspecto del “<<proceso fenoménico>>, porque se atiende a los acontecimientos como meros fenómenos, es decir, como sucesos que pertenecen a la esfera de la realidad sensible del devenir histórico… Pero… ese orden de la realidad era ininteligible mientras no se penetrara más allá de sus manifestaciones y se discerniera, a través de ellos, el proceso conceptual subyacente que pertenece a la esfera de la realidad ideológica del devenir universal… dos <<historias>>, a saber:.. del acontecer concreto y circunstancial… (otra) abstracta y conceptual”. Así, las circunstancias concretas del proceso electoral señalan una lucha política por el poder que no ha de ser explicada en términos ideológicos. El proselitismo es la expresión falsa de la lucha política de los partidos por el poder, si solamente atiende la manera de discernir los modos de pensar y concebir los motivos determinantes de hacer política.