Nidia Sánchez
La vida en rosa
La historia de uno de tantos migrantes que hoy observan la posibilidad de cambios en materia migratoria con la llegada del presidente Joe Biden.
Maynor, tiene 23 años, de origen hondureño, hoy vive y trabaja construyendo casas en Houston, Texas. Detrás de su llegada a Estados Unidos existen muchas historias que mezclan esperanza, cansancio, hambre, dolor, y fortaleza “para lograr vivir mejor, porque todos tenemos derecho”.
Salió de su natal San Pedro Sula, el 9 de junio de 2017, y llegó a un albergue de Chiapas. Su viaje en tren le mostró el rostro de la sobrevivencia, mudo testigo de la violencia en su mayoría terminando en violaciones a mujeres que llevan la misma fe de superación, había que correr para ponerse a salvo, uno de sus amigos fue alcanzado por las balas y quedó tirado en el trayecto, sin que pudieran salvarlo, cada quien tenía a cargo su propia vida.
Tras el terremoto que dejó zonas de tragedia en Oaxaca y Chiapas el 7 de septiembre de 2017, Maynor y otros migrantes que se hallaban en el albergue “Hermanos en el Camino”, fueron organizados por el hermano José Filiberto para ayudar en una ruta que los hizo viajar por varios días hacia lugares en donde sacaron cuerpos y removieron escombros, uno de ellos rescató el cadáver de un policía que se hallaba atrapado en el palacio municipal de Juchitán, Oaxaca.
El hermano José consiguió dos toneladas de comida así que se enfocaron en repartir, y les dijo: “ayudemos al pueblo mexicano, no todos son malos”.
La realidad es que hasta antes del sismo, afirma Maynor: “no nos querían, y nos trataban mal, luego comenzaron a ver que no todos somos iguales, muchos queremos superarnos en familia”.
“Luego debido al sismo del19 de septiembre también del mismo año y que afectó fuertemente Cuernavaca y la Ciudad de México, fuimos organizados otra vez por el hermano José, que consiguió trasladarnos, éramos 30 migrantes, auxiliamos en los pueblos cercanos a Cuernavaca”.
En ocasiones solo había llegado la Marina que pasaba el reporte de daños.
Ayudando ya no me sentía migrante sino mexicano, expresó Maynor.
“En Cuernavaca llegamos a un lugar donde los pobladores querían mucho a su antigua iglesia que había quedado destrozada, deseaban recuperar las pertenencias, y aunque los elementos de la Marina les advirtieron de lo arriesgado, finalmente sacaron las campanas y otras cosas”.
En un edificio donde estaba instalado un despacho de abogados quedaron documentos importantes del “Programa Braceros”, estaba inclinado al borde del colapso y nadie quería entrar porque podrían morir en el interior, pero dos de ellos caminaron hasta arriba donde se sentía el movimiento, avanzaron piso por piso y solo pudieron rescatar lo más importante.
Su entrega humanitaria rindió frutos, en el Senado de la República les dieron un reconocimiento, Maynor compartió desde sus vivencias lo que es la vida de un migrante, visibilizando en ese momento el viaje de mujeres y hombres en medio de la nada, eran más de 500 y pedía que no los dejaran morir en la travesía.
Al término de estas labores se refugió en varios albergues de la Ciudad de México.
Estuvo detenido ocho meses por migración. Se entregó en Nuevo Laredo.
En migración pidió asilo. Fue enviado a un centro detención en Texas, ahí vivió el racismo como cualquier migrante, en una celda estuvo con otra persona, había un baño, era un lugar pequeño, solo les permitían salir a la yarda una hora a la semana, les encomendaban tareas como barrer, trapear, lavar baños y entregar la comida. Pasó tiempo en que no los dejaban ni ver el sol, tampoco comprar nada en la tienda que hay dentro, solo agua con yodo, la comida era cruda y fea.
Posteriormente fue trasladado a un centro de Florida, donde estuvo tres días y luego lo llevaron hacia Atlanta, Georgia, donde pasó siete meses. La experiencia de Maynor en este lugar es que a pesar de que eran racistas ya no los tenían en celdas, era un bunker con cien personas, sufrieron discriminación, no los querían dejar salir a tomar aire o jugar futbol, ni ver la televisión. Siguió pidiendo asilo y al final pudo conseguir el respaldo de un ciudadano norteamericano y salir bajo palabra. Le aprobaron la libertad.
“Estoy en un país con oportunidades, no pude continuar peleando asilo porque no tenía los recursos de pagar un abogado, ya que no aceptan uno del gobierno”.
A tres años de vivir en Estados Unidos, Maynor tiene una orden de deportación, y está dispuesto a pedir perdón y cuando se reestablezca económicamente, hará los trámites necesarios para permanecer libremente y sin restricciones, sobre todo ahora con la posibilidad de la green card o tarjeta verde, con la propuesta que ha hecho el presidente Joe Biden, que muestra su disposición a un trato digno a los migrantes.
El joven hondureño piensa que la carpintería es un oficio bueno, y que cualquier migrante valora más a la familia cuando se está lejos, con la llegada de Biden cree que hay muchos motivos para tener esperanzas.
¿Será que 11 millones de migrantes podrían beneficiarse del amplio proyecto de Ley de Inmigración que ha presentado el presidente Joe Biden y que ofrece la ciudadanía a indocumentados?.