Los pobres dependen de las empresas

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En toda tragedia que implique afectación de vida humana, el gran dilema que se presenta es el de a quién salvar. La pandemia del COVID-19 tuvo un escenario económico mexicano de más o menos -9% de PIB en 2020 y la posibilidad de regresar a tasa positivas hasta 2022.

El gobierno federal anunció que no habría rescates, ni condenaciones, ni facilidades para las empresas, porque la recaudación financia los programas sociales sexenales de sectores no productivos ni multiplicadores de riqueza. La lógica social es impecable: primero los pobres.

Sin embargo, la lógica productiva dice otra cosa. La recaudación fiscal se recoge de las empresas que tienen que funcionar en la dinámica productiva y que se mueven por la tasa de ganancia. Si no hay ganancia, no hay empresas, tampoco hay pago de impuestos.

El PIB de 2019 fue de -0.1% y por tanto la recaudación se encogió. La tasa fiscal mexicana es de alrededor de 16%, contra tasas arriba de 25% en otros países. Por tanto, el eje dinamizador de la economía pública es la economía privada. Las expectativas negativas alrededor del PIB para 2020 envía la mala noticia de que la recaudación tendrá que bajar y no habrá fondos presupuestales para los subsidios asistencialistas.

Por tanto, la lógica económica señala que la recaudación fiscal para los programas sociales del gobierno depende de la actividad económica empresarial. Ahí es donde los Estados definen sus funciones productivas. España, gobernada por una coalición progresista de dos partidos, un socialdemócrata (el PSOE) y un socialista (Unidas Podemos), aprobó un sustancial programa de apoyo a ciudadanos y empresas vía condonación de impuestos y apoyos productivos.

El gran riesgo que presentan desastres naturales y sanitarios radica en la destruición de las bases de la economía productiva. El problema de México radica en dos puntos de preocupación: las micro, pequeñas y medianas empresas que representan el 97.6% de la totalidad y concentran el 75% de personal ocupado total y casi todas ellas dependen de estímulos estatales. Y dentro de ellas se deben contar los millones de unidades productivas operadas con una o dos personas bajo el modelo del ambulantaje, que no paga impuestos y dependen del consumo popular.

En la dinámica productiva, los pobres como prioridad van a depender justamente de la actividad productiva. Y el funcionamiento de las instituciones de bienestar social también son financiadas con la recaudación fiscal.

Por lo tanto, el eje de la economía social y de la estrategia de subsidios deriva de la actividad económica privada. Sin empresas particulares produciendo, el financiamiento del Estado se colapsa.

La capacidad productiva de una economía responde a la dinámica del círculo virtuoso de apoyar la producción, cobrar impuestos, financiar programas e instituciones sociales y de nueva cuenta apoyar la producción. El fracaso de los países socialistas fue obvio: la economía productiva del Estado se corrompió y se burocratizó y el Estado-empresario fue incapaz de producir y distribuir. Ahí está Cuba y su empobrecimiento degenerativo.

En medio de la fase crítica del COVID-19, el dilema es apoyar la producción privada para mantener el ritmo de la recaudación fiscal o abandonarla y disminuir el pago de impuestos que no financiarán programas sociales.

Por ello, por el bien de los programas sociales productiva, primero las empresas.

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