El Instituto Nacional Electoral (INE) se encuentra en riesgo de entrar en crisis interna con la renovación de la presidencia del Consejo General y de las tres consejerías a punto de quedar vacantes con la terminación del periodo de Lorenzo Córdova Vianello, Ciro Murayama Rendón, Adriana Margarita Favela Herrera y José Roberto Ruiz Saldaña.
Las cuatro personas designadas por la Cámara de Diputados en 2014 para nueve años, el periodo más largo de todos en la elección escalonada de las once consejerías (incluyendo la presidencia) que integran el máximo órgano de decisión del Instituto; esas cuatro son las últimas designaciones de aquella primera integración del entonces nuevo INE en el cual se transformó el Instituto Federal Electoral (IFE).
Un cambio en el timón siempre implica cierta problemática, que en el 2014 no se dio porque Lorenzo fue el último consejero presidente del IFE, entonces él mismo se entregó la estafeta como presidete del INE, aun cuando solamente presidió el IFE del 8 de enero al 4 de febrero de ese año a la salida de Leonardo Valdés Zurita y mientras terminaba de entrar en vigor la reforma electoral y se integraba el Consejo General del nuevo INE.
Todo era nuevo cuando Lorenzo asumió la presidencia del INE. Bueno, no todo, ni todos, porque dos consejeros del Consejo General del IFE tuvieron la suerte, el privilegio, de ser designados consejeros del INE: Benito Nacif y Marco Antonio Baños; incluso, el mismo Córdova Vianello lo había sido junto con ellos.
Tres personajes que ya conocían las entrañas del Instituto, así que no les fue difícil implementar y operar las nuevas reglas electorales. Además ellos, el nuevo Consejo General y especialmente Lorenzo contaban con Edmundo Jacobo Molina como Secretario Ejecutivo, cargo que desempeñó desde el 2008 primero en el IFE y luego en el INE, aunque en éste con nuevas y más facultades.
Las nuevas reglas electorales, el nuevo INE, era el reflejo del pacto o consenso entre los partidos políticos. En el 2014 el PRI era el partido en la Presidencia de la República, pero para entonces ya no era el partido hegemónico; el PAN y el PRD tenían fuerza y presencia, y Morena todavía no existía como partido político.
Hoy las circunstancias son muy distintas.
Existe un partido ávido de convertirse en el hegemónico: Morena (cuyo registro le otorgó precisamente el nuevo INE a mediados del 2014) que en 2018 gana la Presidencia de México y junto con sus aliados, la mayoría en las cámaras del Congreso de la Unión. A la fecha, el partido guinda gobierna en alrededor de una veintena de entidades federativas, tiene la mayoría de los congresos locales y los principales ayuntamientos del país.
Morena, un caso electoral atípico que evidentemente no está dispuesto a retroceder, ni a ceder nada; y por lo que se ve, tampoco es proclive al consenso. No al menos mientras Andrés Manuel López Obrador tenga la batuta.
Hoy el otrora poderoso PRI es uno más de los partidos minoritarios; el PRD está a punto de desaparecer, el PAN no consigue reposicionarse, y Movimiento Ciudadano navega por su propio rumbo.
La situación actual de los partidos políticos impacta en el INE. De entrada se ha reflejado en el proceso de selección de las cuatro consejerías del Instituto, a punto del desenlace que según parece no será de final feliz, al menos no para los partidos de oposición salvo que consiguieran acuerdos con Morena.
Si no, Morena puede seguir dos rutas: Llevar la designación de las consejerías al mecanismo de insaculación, o intentar la votación en el Pleno de la Cámara de Diputados pero antes tendría que sacar las propuestas finales (una persona de cada quinteta de aspirantes) vía la Junta de Coordinación Política y maniobrar para conseguir la mayoría calificada de las diputaciones presentes (no del total).
De todos modos Morena llevará la de ganar, porque las mujeres que integran la quinteta a la presidencia del Consejo General del INE tienen afinidad con Morena, según dicen. En las otras tres quintetas (dos de hombres y una de mujeres) hay variedad; incluso la de mujeres está conformada por personas avezadas en materia electoral.
Como sea, quien resulte la presidenta del INE probablemente se enfrente a circunstancias adversas: Un Consejo General integrado en más de la mitad y cuyas consejeras y consejeros quien sabe si guarden compromisos con Lorenzo Córdova, o consejeros salientes, o partidos políticos opositores a Morena. Lo mismo las consejerías entrantes.
Entonces puede generarse el “grupismo” y, en consecuencia, las votaciones cerradas, la judicialización de las decisiones y hasta escándalos mediáticos. Igual si la presidenta intenta maniobrar a favor de Morena.
Y si Lorenzo Córdova pone Secretario Ejecutivo antes de irse junto con Edmundo Jacobo, la consejera presidenta encontrará un fuerte dique, sobre todo ante cualquier pretensión de revisar el manejo financiero en el Instituto.
Claro, puede suceder todo lo contrario, principalmente que la consejera presidenta y las diez consejeras y los consejeros actúen de manera institucional, con apego a los principios rectores de la actividad electoral.
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