Los extremos se hermanan

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La extrema derecha y la extrema izquierda tienen más en común de lo que se suele pensar: ambas rechazan el liberalismo surgido de la Ilustración que sustenta que el respeto a la ley es crítico para crear instituciones que permiten crear entidades de “suma positiva” que generan confianza y futuros predecibles.

Los extremos se encierran en cofradías de “suma cero” en las que, por fuerza, lo que alguien gana es lo que pierde otro, a diferencia de la cooperación y la competencia simultáneas que florecen en sociedades liberales, que engendran la economía de mercado que crea riqueza y aprovecha las ventajas comparativas.

Por ello, las sociedades liberales profesan el libre comercio entre individuos y naciones en donde todos pueden prosperar sin arruinar a nadie, frente al dogma de los extremos ideológicos que niega el potencial de la libertad de los mercados y supone un orden social en permanente conflicto, en el que prevalece la desconfianza, constreñida sólo por el autoritarismo del grupo en el poder.

Dado que la relación de suma cero ve la moral como un engaño o como el disfraz para ocultar el egoísmo inherente al liberalismo, no reconoce el vital vínculo entre educación, probidad e integridad del líder, o su aptitud para desempeñar sus funciones -gobernar no tiene ciencia-, y sólo le importa conservar el poder y priorizar sus intereses personales y de grupo.

Cuando se ve con detenimiento a los extremos de derecha e izquierda, se percibe la gran degradación del propósito liberal de institucionalizar las relaciones de suma positiva que le dan dignidad a la acción política y cimentan los enormes beneficios de una economía de mercado y un orden espontáneo y consensual de individuos libres cooperando y compitiendo entre sí.

En el pensamiento de suma cero el consentimiento de los gobernados es una ficción para hacer demagogia -el pueblo bueno manda- porque la legitimidad se la apropia el grupo que establece su dominio, y como lo revela la práctica política actual, no hay diálogo posible pues prevalece un entorno exterminador.

En el pensamiento de suma cero la política es un refrito de marxismo superficial -sólo el conflicto es real y ubicuo-, de cripto-teología, incluyendo secularizar el pecado original –la ultimación de los pueblos originarios-, y el martirologio cristiano reciclado en reclamos de victimización de grupo y clase.

Cada vez más los mensajes políticos recurren a personajes de caricatura con vocabularios infantiloides porque los relatos deben ser simples para las mentes primarias, con historias de “nosotros contra ellos,” mucho más fáciles de digerir que la complejas relaciones que caracterizan el mundo de suma positiva.

Esta polarización se exacerba por las redes sociales que sin filtro alguno ventilan exabruptos, lo mismo de lideres ignorantes que de sus incultos adeptos, repetidos exponencialmente por robots electrónicos que remachan los mensajes de la sociedad de suma cero hasta el hartazgo.

¿Suena parecido a lo que pasa hoy en muchos países?