Resurrección de Anaya, no exculpación

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Derrotado por el aparato judicial de Peña Nieto, por una fractura interna en el PAN y por no saber explicar su alianza con el PRD, el excandidato presidencial panista-perredista de 2018 Ricardo Anaya Cortés sacudió las redes sociales a partir de su anuncio de que buscaría, de nueva cuenta en 2024, la candidatura presidencial.

Ya antes había provocado discusión con un video de cinco minutos y siete segundos para pedir solidaridad social de cara a la pandemia del Covi-19.

Pocos recuerdan el contenido real de su mensaje o su sentido final; lo que quedó en el ambiente político fue la presencia de un opositor en momentos políticos en los que la oposición partidista ha brillado está anulada. Y el mensaje de fondo: de los partidos de oposición real sólo el PAN está construyendo alianzas internas, en tanto que el PRI busca acuerdos con lo que queda del PRD, pero sin liderazgos y sólo vía reparto de posiciones de poder, las pocas que quedan.

Anaya fue una de las víctimas del poder judicial politizado de Peña Nieto, pero sin posibilidades para oxigenar a su candidato José Antonio Meade Kuribreña. Al final, Peña está pagando con desprestigio su intento de acuerdo de impunidad con el candidato presidencial López Obrador. Y si bien el presidente López Obrador hasta ahora no emprenderá iniciativas judiciales contra su antecesor, sí ha logrado develar la trama de la peor corrupción que hubo en el país: la de Peña Nieto y sus funcionarios en todos los niveles federales y estatales.

El presidente López Obrador ha logrado construir un liderazgo personal que, inclusive, no necesita a Morena más que como cascarón electoral de registro para sus candidatos al congreso y a las quince gubernaturas. Con López Obrador se ha dado un fenómeno peculiar: una disminución consistente de su aprobación hasta llegar pronto a un piso de 45%, pero en todas las encuestas electorales de 2021 Morena aparece en los primeros lugares en tanto siga siendo el partido del presidente. Eso sí, López Obrador no ha querido repetir el modelo del PRI que fue muy costoso en corrupción: el partido de Estado. Y lo ha conseguido al convertir a la presidencia de la república en el espacio de negociación y solución de conflictos y controversias políticas, sociales, personales y productivas.

En este escenario irrumpió Anaya, con los primeros indicios de que se trataría de una resurrección en el esquema de reconstrucción de alianzas internas que ha comenzado a operar el actual presidente del PAN, Marko Cortés, más operador que figura o ideólogo. La aceptación social del video de Anaya y la campaña de desprestigio de los bots morenistas fue tomada en el PAN como el resultado esperado: acelerar el regreso del PAN a la vida política, por ahora sin confrontación con el presidente de la república y sus decisiones, sino sólo con la resurrección de figuras que fueron importantes en años pasados.

Anaya fue aniquilado con una investigación tergiversada por la PGR peñista –hoy investigada por corrupción– y la alianza de los medios que recibieron publicidad millonaria del régimen peñista. Los casi dos años de enclaustramiento de Anaya después del 1 de julio de 2018 pudieron haberle permitido un análisis objetivo de la derrota.

El primer paso fue dado y a Anaya le fue muy bien con su video sobre el coronavirus, bien editado, con un discurso coherente y la intención de no confrontar sino abrir expectativas. De ahí la percepción de que el PAN será el único partido adversario de Morena y López Obrador en 2021 y 2024.

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