Xóchitl con maquillaje

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El proyecto de un frente electoral es un sueño del electorado mexicano. Nunca se había logrado consolidar algo como esto. La referencia más próxima es la de Vicente Fox que, con una personalidad atípica (ingeniero sin título, egresado de la Ibero, padre de la Coca Cola en México) consiguió convencer al electorado para llegar al poder, pero no a través de otros partidos, sino del propio Acción Nacional. Fox ha sido el mejor candidato de la historia de México, pero también el peor presidente. Y como expresidente no canta mal las rancheras. El anhelo nacional de una coalición o frente, se consolida ahora a partir de un proyecto que no surge de la ciudadanía sino de los partidos políticos.  Se habla de fuerte influencia de los capos del dinero nacional.

El proyecto tiene la empatía popular. Hubo la ocurrencia de Acción Nacional de requerir para el registro de un candidato un millón quinientos mil intenciones de voto que terminaron recortadas a ciento cincuenta mil.

Xóchitl Gálvez en sus ingenuas ocurrencias afirmó que llegó a más de 500 mil votos, lo que es una mentira que ahora ha corregido para señalar que alcanzó los 150 mil antes de terminar el proceso. Por su parte, Creel había prácticamente triplicado el número de exigencias, mientras que De La Madrid afirmaba haber sumado más de 200 mil, en tanto que la otra precandidata con indumentaria indígena (como si Xóchitl y ella fueran las dueñas de los huipiles y no han soltado esa vestimenta que dudemos, dará votos) también presumía los 500 mil votos que su partido le había otorgado.  Sólo faltó que De La Madrid y Creel se vistieran de huicholes también, lo que afortunadamente no sucedió.

Lograr más de un millón de opiniones favorables a una candidatura es imposible: los tiempos no daban, como tampoco los sistemas de cómputo, pero había que dar a como diera lugar, la imagen de fuerza.

Hubo cuatro arrepentidos: el primero De La Madrid quien afirmó siempre cumplir con los requisitos, pero también dijo que había otros mejores que él. La pregunta evidente era entonces: ¿para quién compitió?

La segunda caída fue la del panista puro, el licenciado Creel, con una larga historia en la política. También renunció en una entrevista con Joaquín López Dóriga: su rostro se veía cerúleo y masacrado cuando fue a llorar en el hombro público del distinguido periodista.

Todos terminaron declinando en favor de Xóchitl. También lo hizo la propia Beatriz Paredes, envuelta en serias presiones de los partidos que la hicieron abdicar de su interés por participar, aunque parecía ser la candidata ideal.

La respuesta es Xóchitl candidata, presumiendo a voz en cuello que en su gabinete no habrá ni huevones, ni ladrones ni pendejos. Una frase desafortunada para alguien que aspira a la candidatura presidencial. El presumir de ser de un grupo étnico no tiene valor: todos los mexicanos tenemos un origen nativo, mezclado con la raza española en mayor o menor medida.

La política nace para evitar confrontaciones estériles, para buscar entendimientos y lograr el poder sin la violencia. El país es de todos los que ganan y los que pierden. Otro elemento importante para ser destacado, es la manera en que fueron cayendo los aspirantes a dirigir el Frente Amplio: se observó con claridad la mano santa de Alito, el líder príista, y la de Marko Cortés. Hay quien dice que también intervino Claudio X González, lo que es una calumnia presidencial.

Las etapas de este procedimiento fueron varias: primero registrar al unísono a candidatos de partidos y ciudadanos: estos fueron borrados al primer pinchazo de los partidos. En el segundo acto, De la Madrid renunció a sus aspiraciones empujado por los priístas. En el tercer acto Creel que parecía el mejor candidato a la contienda, anunció su declinación. La última en acatar las presiones partidarias fue Beatriz Paredes, una militante del priismo añejo que derrotó a Xóchitl en los debates con un lenguaje corporal adecuado, sin confrontaciones ni majaderías.

Xóchitl es ya la coordinadora del Frente Amplio por México y de facto también la candidata, surgida en un acto chicharronero en el Ángel de la Independencia cada vez más desangelado, tomando la protesta contra todas las protestas. Se especula que el Ángel de la Independencia estuvo a punto de echarse un clavado, como en el terrible temblor de ingrata memoria.

Las elecciones se ganan con votos, no siempre limpios: hay acarreos, hay robo de urnas, hay manifestaciones que cuestan muchos millones de pesos que son dinero del pueblo tirado a la basura. Xóchitl no sabe de política: nos presumió en la confrontación con López Obrador, que lo único que logró fue el odio presidencial que mucho le va a estorbar a la hora del conteo electoral.

Los melodramas de Xóchitl: su abuela fue velada en un petate… estudió gracias a la venta de gelatinas… no son sino historias repetidas por millones en muchos mexicanos que así sobrevivimos, por la pobreza de los pueblos y el abuso de los cacicazgos en la Presidencia de la República que mantuvo muchos años en el poder al hoy PRI aliado del hoy PAN y amigo del hoy PRD. ¿Y los ciudadanos, dónde quedamos? ¿Tendremos que volver a confundirnos acaso con la morralla electoral nacional? ¿El discurso de la candidata “raya madres” tendrá consistencia?

Cuando hay una confrontación en un mitin, atacar es lo que da aplausos, que no siempre se reflejan en votos.

Bonito diseño el del Frente Amplio: abortó a una candidata sin dejar vivir a los otros contrincantes. Eliminó la participación de los ciudadanos que no tenían millones para que un órgano electoral de personas limpias pudiera hacer el trabajo.

Los datos son claros, desde luego y tienen el tono tricolor / blanquiazul y amarillo y estamos como empezamos: sin candidatos ciudadanos, sin propuestas del pueblo y ahora listos para escuchar fervorines en idiomas nativos. La patria nos lo demandará, sin duda alguna.