Desde siempre una de las preocupaciones del gobierno norteamericano en la relación con nuestro país lo constituye, además de los temas económicos, los temas de la agenda de seguridad. Esto a propósito del Diálogo de Alto Nivel en Seguridad de secretarios de Estado del gobierno mexicano en reunión con el secretario de Estado, Antony Blinken y el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas.
La mayoría de los temas de la agenda bilateral convergen en seguridad, agenda prioritaria del gobierno norteamericano, en el que ambos gobiernos han cometido excesos en seguridad.
En febrero de 2011 el gobierno del vecino país del norte comenzó a realizar vuelos espías con aviones no tripulados, con el objeto de recoger información de inteligencia sobre la actividad de los principales cárteles de la droga en la frontera con México.
También el operativo “rápido y furioso” dado a conocer por un agente norteamericano, en el que el gobierno de ese país señala que nuestras autoridades estaban debidamente avisadas, en el que se introdujeron armas de manera ilegal.
Pero de este lado el problema no es sencillo. El saludo que hizo el presidente López Obrador a la madre de Joaquín Guzmán Loera “El Chapo” y el reconocimiento a la liberación del hijo de El Chapo, Ovidio Guzmán no será pasado de largo en las pláticas sobre la preocupación de la seguridad mexicana, que parece que su pronta y expedita extradición aminora algunos de estos efectos.
Tampoco la liberación de la madre y la hermana de José Antonio Yépez Ortíz “El Marro”, así como el soborno al Poder Judicial para liberar a José Ángel Casarrubias “El Mochomo”, junto con el intento de asesinato del secretario de seguridad de la ciudad de México, presuntamente realizado por el CJNG.
En concreto, el gobierno norteamericano reclamaría la poca acción de las autoridades mexicanas para combatir al narcotráfico, y más en concreto, el tráfico de fentanilo mientras que el gobierno del presidente López Obrador tiene el tráfico ilegal de armas. Reclamos mutuos, pues.
Algunos son sucesos tienen su origen en la corrupción sistémica en algunas dependencias de los órganos del Estado mexicano, pero que su impacto puede ser determinante para la permanencia de las inversiones extranjeras.
El gobierno de Estados Unidos no ha puesto el empeño necesario para resolver el tráfico de armas hacia su frontera sur y que, en un círculo vicioso, aumenta la capacidad de fuego de las organizaciones delictivas, y con ello, su fortaleza de expansión.
México y Estados Unidos poseen una relación compleja, derivada de una frontera geográfica, cultural, de seguridad, económica y política, con beneficios y perjuicios para ambas partes, en el que a veces se gana y a veces se pierde.
Pero con acuerdos o sin acuerdos, la seguridad mexicana depende de un gran encuentro de voluntades para superar los terribles dramas que provoca.
El autor es Maestro en Seguridad Nacional por la Armada de México
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