Escritores soldados (II)

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Martín-Miguel Rubio Esteban

José Cadalso (1741-1782). El magnífico autor de Cartas Marruecas y Noches lúgubres combatió en la campaña portuguesa de 1762 en el Regimiento de Caballería de Borbón, en el marco de la Guerra contra Inglaterra, y fue nombrado caballero de Santiago en 1766. Cadalso se quejó siempre de la irritante lentitud de sus ascensos. La graduación máxima que consiguió, poco antes de morir, fue la de coronel. Tuvo un magnífico éxito su sátira Un buen militar a la violeta, en el que critica a los ridículos y perfumados oficiales petimetres, que son igual de ignorantes que cobardes. Fue ascendido a coronel en 1782 y quince días después murió en el sitio de Gibraltar, cuando se lanzaba a galope tendido, sable en mano, contra una posición inglesa, desde la que una batería lanzó una granada que explotó bajo su caballo. Aquellos gobiernos que no hacen nada por la recuperación de Gibraltar están traicionando de modo infame las vidas de todos aquellos españoles que las perdieron por intentar recuperar ese trozo de tierra española. Sus grandes obras, Noches lúgubres y Cartas marruecas no vieron la luz en vida del autor, sino que fueron publicadas a expensas de Gaspar María de Nava, conde de Noroña, militar en cuyos brazos había muerto Cadalso. En sus Cartas Marruecas, nuestro coronel, magnífico latinista y buen humanista gracias a sus estudios con los jesuitas, tanto en España como en Francia, aboga por la tercera España, víctima siempre de las otras dos, que están en los extremos, y cuyo enfrentamiento es la causa de las desgracias que le ocurren a la tercera España, que es la más grande y la más sensata y equilibrada. Esta visión de España creemos que supera la de Antonio Machado, por su hondura y moderación. Cadalso, iniciador de un costumbrismo prerromántico, resulta un claro antecesor de Larra, sin la petulancia despreciativa del suicida, y también de la Generación del 98, sobre todo en relación con Ganivet, Unamuno y Azorín. Su humor humanista y cervantino es indesmayable.

Baltasar del Alcázar (1530-1606). Bravo soldado en Flandes y poeta jocoso, de alegría indesmayable a pesar de sus muchas heridas de guerra y haber caído en dos ocasiones preso por el enemigo francés. Sirvió en galeras a las órdenes del mismísimo don Álvaro de Bazán, el mejor marino de España. Sus grandes servicios en la guerra se premiaron con su nombramiento de alcaide del castillo y villa de Los Molares. Sus muchos epigramas fueron escritos bajo la influencia del genial español bilbilitano Marco Valerio Marcial, que aunque romano ya apunta la sal maña y su laconismo conceptista. En su canción Tres cosas me tienen preso el poeta soldado elogia con igual entusiasmo a su amada, al jamón y las berenjenas rellenas con queso. “Tres cosas me tienen preso/ de amores el corazón:/ la bella Inés, y jamón,/ y berenjenas con queso./ Una Inés, amantes, es/ quien no tuvo en mí tal poder,/ que me hizo aborrecer/ todo lo que no era Inés:/ trájome un año sin seso,/ hasta que en una ocasión/ me dio a merendar jamón/ y berenjenas con queso.” Las punzadas de muchas de sus preciosas quintillas son tan ácidas y penetrantes como las del divino Marcial, que Alcázar tanto imitaba.

Luis de Carrillo y Sotomayor (1581-1610). Cordobés, jovencísimo capitán de galera, poeta y crítico literario. Se educó en Salamanca y se trasladó después a Nápoles, donde fondeaba una de nuestras flotas. En su Libro de la erudición poética afirma que la poesía española debe volver a la sonoridad y la seriedad de la literatura latina. Debe escribirse únicamente para un público minoritario y debe expresarse a través de alusiones clásicas, metáforas audaces y un escogido vocabulario que incluya las palabras más arcaicas que se han ido perdiendo. Su obra constituye el andamiaje teórico del culteranismo. Tradujo espléndidamente a Ovidio y Séneca y cultivó la poesía que predicaba. Su poema más conocido es la Fábula de Acis y Galatea que decisivamente influyó en la Fábula de Polifemo y Galatea, del gran Góngora. Oigamos un poco una octava real de este capitán de galera: “mientras la ronca trompa no tumbare,/ y al más osado pecho y al cansado/ brazo del bogavante no alentare/ a despreciar el viento apresurado; / mientras el grueso ferro no dejare/ la seca arena con que está abrazado,/ ni velas visten de la entena extremos: / ¡oíd mis versos, pues que callan remos!”

Francisco de Trillo y Figueroa (1620-1675). Poeta, historiador y capitán. Abandonó Galicia a los once años y pasó el resto de su vida en Granada, salvo sus años de soldado en Italia y Flandes. En Flandes cobró fama de muy valiente y honrado caballero. De regreso a la ciudad del Darro, se entregó por completo a la poesía y a los estudios históricos, perteneciendo a todas las Academias granadinas literarias. Con pasión por las virtudes militares escribió un poema épico dentro del estilo culterano, que tituló Napolisea: poema heroico y panegírico al gran capitán Gonzalo Fernández de Córdoba. Pero lo más destacable de su obra son los versos ligeros, humorísticos, y a veces obscenos y cuarteleros, escritos en romances y letrillas, que reunió en Poesías varias, heroicas y amorosas, en la que se percibe notablemente la influencia de Góngora, aunque también utilizó la jerga de ladrones y soldadesca llamada “germanía”, y tradujo finamente y con alta categoría filológica poemas de Anacreonte. Como historiador no llegó a publicar en vida ninguna de sus obras, y sus manuscritos los posee la Biblioteca Británica, como son Historia de La Coruña, Historia y Antigüedades del reino de Galicia, Blasones y cruces de la nobleza de España, Historia política del Rey Católico y Epítome de la historia del rey Enrique IV de Francia. Poeta fácil y de gracejo encantador, imitó de tal manera a Góngora que durante mucho tiempo poesías de aquél han sido atribuidas al vate cordobés. Es su mejor elogio. Pongamos aquí uno de sus sonetos, que intituló “Desprecio de la Fortuna”: “Dichoso aquel a quien la amarga muerte/ no tronca el tiempo de sus dulces años,/ y aquel que no alimenta desengaños/ con el cebo engañoso de la suerte./ Dichoso (si hay alguno) aquel que advierte/ su riesgo al resplandor de los extraños, / y aquel que, mariposa a los engaños,/ entre las llamas el ardor advierte./ Dichoso el que con vuelo reposado/ a la cumbre se acerca fatigable/ de la alta ruina a que el honor aspira,/ y mucho más aquel que retirado/ vive de la fortuna incontrastable/ limando con su paz su cruel ira.”

Juan de Castellanos (1522-1607). Soldado, minero, pescador de perlas y poeta. Presenció importantes hechos de armas de la conquista española de América. En Cartagena de Indias escribió los primeros poemas que conocemos: Discurso del capitán Francisco Drake y San Diego de Alcalá en octavas reales. Su gran obra épica es la gigantesca Elegías de varones ilustres de Indias, cuyo modelo fue la Araucana, de Alonso de Ercilla. El poema consta de 119.000 versos en octavas reales. Y es insoslayable para cualquier historiador militar que quiera conocer bien las distintas etapas de la conquista española de América.

Pedro de Cieza de León (1518-1584). Soldado e historiador. Embarcó al Nuevo Mundo en 1531 bajo las órdenes de Jorge Robledo. Tomó parte en la fundación de Santa Ana de los Caballeros. Se unió al contingente de Sebastián de Balcázar en lo que hoy es Colombia. En 1547 llegó a Perú y presenció la guerra civil que se desató entre los conquistadores. Pasó tres años estudiando y escribiendo sobre la geografía y los indígenas del Perú, en un intento temprano de investigación etnológica. A su vuelta a España publicó Primera parte de la crónica de Perú. Otras obras suyas aparecieron después de su muerte: Segunda parte de la crónica de Perú que trata del señorío de los incas yupanquis y de sus grandes hechos y gobernación. La tercera parte de su Crónica, que trataba de la Guerra Civil de Quito, pareció perdida hasta que fue redescubierta por Rafael Loredo, La cuarta parte de la Crónica se publicó con el título de Guerras civiles del Perú en 1877. Pedro de Cieza de León es un cronista admirable. Es el primer cronista que emprende la historia de los Incas y que abarca todo el cuadro de la historia peruana, indígena y española.

Alonso de Contreras (1582-1641). Valiente capitán, pirata y mercenario que escribió su autobiografía. A instancias de su amigo el propio Lope de Vega escribió La vida del capitán Alonso de Contreras. La primera noticia que tenemos de las múltiples aventuras vividas por Contreras la da Lope de Vega en la dedicatoria a El rey sin reino. Contreras empezó a escribir su historia en 1630 y más tarde añadió varios pasajes. La historia está llena de emoción y nos absorbe. Después de haber combatido en Italia y en Flandes, Contreras se convirtió en pirata en el Mediterráneo. Tomó parte como tal en el cerco de Hammamet y tomó allí barcos turcos y bárbaros. Perdió pronto la fortuna que ganó como pirata, y se dirigió a Grecia, donde peleó como mercenario a las órdenes de los Caballeros de Malta. Al regresar a España se le acusó de ser uno de los cabecillas del complot de los moriscos de Hornachuelos (Badajoz), pero fue liberado sin cargos poco después. Viajó a Flandes, Puerto Rico, Santo Domingo y Cuba y los Caballeros de Malta lo nombraron gobernador de la isla de Pantellería. Contreras escribió también, Derrotero de Mediterráneo, manuscrito que permanece inédito en la Biblioteca Nacional de Madrid en una copia del primer tercio del siglo XVII y consiste en 107 hojas en cuarto. Sin duda su Vida merecería la composición de una obra de teatro de gran aliento, cuyo autor podría ser José Pedreira, buen conocedor del siglo XVII, sin duda alguna un siglo español, a pesar de Luis XIV. No hace falta fabricar un capitán de aquella época y abrir una serie de novelas prefabricadas teniendo nuestra literatura la persona y el personaje del capitán Contreras.

Doctor en Filología Clásica

Publicado originalmente en elimparcial.es