Elecciones 2024: inicio de campaña

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Con cierto hartazgo, pues campaña la hay hace casi un año, llega el periodo legal para ejecutarla. ¡Por fin!

 

Anticipa la campaña presidencial iniciada el 1 de marzo, una primavera calientita. Fatiguita, dirían los andaluces y con justa razón.  Y no solo por el cambio climático y la consiguiente falta de agua –carencia que muestra a los opositores como carentes de ideas  y entendederas, clamando por agua al gobierno que no les cuadra, no habiéndola, no dotándola la naturaleza– y es lo que tenemos por delante, pues está claro que sí nos jugamos el futuro del país y no es cosa de clamar por que se eviten los discursos polarizantes. Lo que resta es en ellos señalar lo que ha de puntualizarse, que más que polarizar es no callar las incongruencias, sobre todo, de una facción opositora que no cambia un ápice de su discursos rijoso, oponente sin ideas ni propuestas nuevas, ni capaz de renovarse frente a su derrota de 2018, ofreciendo retorno al pasado sin visión de futuro incluyente para todos. Y eso es lo que representa Xóchitl Gálvez. Y si a alguien le parecen discursos polarizantes los de candidatos y columnistas, ese es su problema.

 

Una campaña presidencial difícilmente es tersa.

 

Desde ciertos analistas se dice que se exagera decir que está en pugna la Nación, pues advierten con extravío que no está en discusión el futuro de la Nación y, por lo tanto, su proyecto, pero se equivocan. Sí, si está en juego la Nación y su futuro. Lo está. Cuando hay el peligro de regreso del PRI, lo está. Dos proyectos perfectamente diferenciados, adelantan una campaña presidencial no aburrida, pero sí expuesta a ataques desde los opositores a Morena, antes que de mostrar sus propuestas. No tendrán una lista de propuestas sensatas, como que no las han tenido como opositores por 6 años y no se enteraron de su derrota en 2018 y han seguido en eterna campaña. Difícilmente podrán conseguir un discurso atrayente y renovado y solo lanzarán a Xóchitl Gálvez proponiendo una carcelototota. Pues sí, no cabía esperar algo mejor. Gálvez es como Bukele.

 

Una Gálvez que llega extraviada, que desaprovechó estos meses para construir candidatura, y eso ya no extraña a nadie, apela a viejas formas, viejos rostros apoyándola y viejas propuestas que no lo son, a fin de cuentas. Promete más Guardia Nacional – ¡por fin! decídanse opositores, después de tanto desdibujar su existencia desde los partidos que postulan a Gálvez– y lo mismo dice que quien a hace la pagará. Brillante, la muchacha. Ya lo sabe: es una pésima candidata en la peor opción.

 

Vistos los discursos de arranque, Sheinbaum debería dejarse del acartonamiento de voz y gestos, de esos anacrónicos templetes a lo priista que no la tornan distinta a ellos y deberá impulsar tres ejes: a) logros alcanzados, b) propuestas que sean más que un hipotético segundo piso de la Cuarta Transformación y c) responder de manera audaz, concisa, como bien sabe hacerlo, a las gracejadas de sus oponentes, más de Gálvez, extraviada y marrullera, pero torpe sin teleprónter. Ya se sabe. Igualita que Peña Nieto y eso promete.

 

Para López Obrador llega el final de su sexenio, y, en efecto, las destacadas conferencias matinales no diseñadas para veda electoral. Se deslucirán si lo amordazan por mandato legal y, ni hablar, pasar a lo que sigue, que su sexenio se acaba. Eso sí, que nadie olvide que fueron eficaces, pues han permitido mantener a raya y exhibir las mentiras de los opositores: medios y contrincantes. En adelante, deben ser lo suficientemente bien planeadas –su deslenguada actitud no lo ayuda– como para que sigan siendo la guía de la realidad nacional que distorsionan sus oponentes de manera tan descarada.

 

Lo dicho: tenemos por delante una primavera muy caliente como marca la democracia y en esa normalidad democrática, la urna como meta e instrumento que puede ayudar a evitar que regrese el PRI que postula a Gálvez. Es lo más peligroso de esta elección: el regreso del PRI. Lo más.

 

No puede negarse y es absolutamente evidente que el panorama presenta a una oposición insultante, muy ardida y acomplejada, pequeñaja que –usando un discurso de odio y uno más del miedo pidiendo un México sin miedo (al regreso del PRI hay que tenerlo y viene con Gálvez) paradójicamente busca infundirlo como en 1994– y antes que presentar propuestas, va apostando por la diatriba y la descalificación, cuando se ha dedicado 6 años a insultar a López, a Morena y seguidores, así como a oponerse a todo sin primar a cambio, nada sensato. Ahí está el vacío de propuesta alternativa opositora a lo que no les gusta: Tren Maya, Guardia Nacional, programas sociales o el Interoceánico. Va de defender negocio privado de guarderías a no ser oposición responsable si no atiende causas reales de su supresión o si no propone un modelo integral que las enriquezca. La oposición va de proponer un volver al pasado por volver –pese a los cuestionables resultados que obtuvo desde ese pasado– y, por lo tanto, la oposición es miserable y carece de toda responsabilidad. Eso es Xóchitl Gálvez.

 

Por supuesto que el PAN, divide. Es una tontería mayúscula y una gran mentira llamarse colocado en el lado correcto de la Historia. Ni es dueño de ella ni de la democracia. Así que sale sobrando su intentona de perfección barata. Cuando tienes a Guanajuato tomado por el narco, un cartel inmobiliario en CDMX y a un García Luna en tu haber, todo ello panista, no puedes llamarte a estar del lado correcto de la historia. No se adornen tanto, panistas.

 

Eso del miedo como burda táctica nos demuestra que en ese rubro tampoco son originales los opositores, ya lo hicieron en el pasado en el cual se regodean, representan y del que no quieren salir.

 

Sheinbaum puede perder las elecciones si no neutraliza opositores y sus remilgos, que no propuestas a los electores, si ningunea o evade dirigirse a ese 40 % que no votó en 2018 y que no se muestra interesado en un segundo piso de nada. Quiere concreciones.

 

México no merece ni necesita que regrese el PRI bajo las enaguas de Gálvez. Y es justo aquello que la representa antes que cualquier otra cosa. El PRI sí candidatea a Gálvez y votar por ella implica facilitar el regreso del PRI. Que los electores no lo olviden.

 

Los dos bandos serios en la contienda, pues Álvarez Máynez no amerita la mínima atención, no han cambiado un milímetro su discurso. Con eso llegaremos al 2 de junio y que hablen las urnas. Los electores al centro, no el futuro político de nadie.