Estas caguamas no las tiene ni Obama

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Si desde tiempos de Sun Tzu se ha considerado un grave error estratégico no conocer al oponente tanto como a uno mismo, sorprende ver cuán común es considerar loco o tonto a todo político que se considere incómodo para quienes emiten ese juicio – sobre todo cuando así opinan quienes, se cree, tienen un “colmillo” más desarrollado.

Asumir que hay políticos locos y tontos es un despropósito tan grande, que termina haciéndolos impredecibles, imposibilitando el pensamiento estratégico. Al contrario, ningún tonto llega lejos en este ambiente, aunque las mejores ideas o candidatos nunca triunfan por sus propios méritos, mientras no sepan comunicar por qué son una alternativa sólida. Eso hace que ganen la atención personas que dicen o hacen premeditadamente disparates.

Una estrategia que ha sido exitosa para varios políticos es hacerse pasar por disruptivo. El objetivo principal: generar escándalo en torno a lo que dicen o hacen, para atraer la atención en torno a sí. Sabiendo esto, cada persona puede seguir varios fines.

Los disruptivos más comunes son, por ejemplo, los tuiteros que publican comentarios extravagantes, llegando a parecer tontos o abiertamente desequilibrados. En realidad, buscan distraer la discusión pública a través del escándalo, y atraerla a su lado de la cancha. Lo asombroso es ver cómo siguen teniendo éxito después de tantos años.

Otra variante de la táctica disruptiva es posicionarse rumbo a un cargo de elección a partir de conductas que otros pueden tachar como tontas o disparatadas. Por más que la gente se enchanche, si se le pone atención día con día y mes por mes, se gana reconocimiento y posicionamiento. Bastaría un pequeño giro en el discurso para ganar popularidad y construir una candidatura sólida: a final de cuentas, no existe la publicidad mala. ¿No lo creen? Van tres ejemplos.

El primero es el más exitoso: Andrés Manuel López Obrador. Mientras capitalizaba el hartazgo hacia los partidos tradicionales, colonizaba nuestro lenguaje con expresiones como “frijol con gorgojo” o “este avión no lo tiene ni Obama”. Sus expresiones coloquiales fueron un factor importante para que las masas lo identificasen como alguien similar a ellos. Todavía hoy pareciera errático en su conducta, mientras cita los viejos lugares comunes del nacionalismo revolucionario y posiciona frases coloquiales. ¿Tonto? ¿Loco? Quizás no sea un gobernante técnicamente hábil o entienda de gobierno, pero ciertamente conoce a la perfección el rol que desea jugar. Desacreditarlo por su persona y actitudes es no haber entendido que nada se ha entendido.

El segundo caso: Samuel García. Hace casi 6 años, el candidato por Movimiento Ciudadano por la gubernatura de Nuevo León saltó a la fama como el diputado local que donaba su dieta para obras en su localidad. Al preguntársele de qué vivía, respondía de su actividad como abogado, lo cual lo exponía a una situación de potencial conflicto de interés como legislador. Pero la gente suele ver las cosas bonitas y es selectiva con lo grave, como hemos visto repetidas veces en campañas. Últimamente, el hoy senador es objeto de constantes troleos en redes sociales, por sus videos y declaraciones. Ríanse o no, pero está subiendo como la espuma en las encuestas, mientras repiten “fosfo, fosfo”, se burlan de sus videos y adoptan el “ponte nuevo, ponte león, ponte Nuevo León”.

Finalmente, está el caso de Ricardo Anaya. Podemos criticar lo absurdos de sus videos, y cómo luce desconectado de lo que consideramos la realidad del país, mientras viaja desde una posición privilegiada. Cierto, se están burlando de él día a día. Pero en el inter, ya se está convirtiendo en una figura popular tras su pifia de las caguamas. No es tonto: sabe que, si seguimos burlándonos unas semanas más, habrá alcanzado el posicionamiento que no tuvo en 2018. Un giro en su discurso puede ganarle un público de clase media ilustrada, pudiendo llegar a la boleta en 2024. Aunque no creo que gane, podría ser un aspirante viable a la Presidencia en 2030 ó 2036, cuando el péndulo dé un giro.

¿Indignante? Desde luego, pero mientras crean que son actos de estulticia, los tontos serán otros.

@FernandoDworak