Triunfos contundentes o recuento de votos y…

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Diversas casas encuestadoras han coincidido en que Morena no arrasará en las elecciones concurrentes del próximo seis de junio, como planeaba este partido político.

Ni siquiera alcanzará el número de espacios suficientes en la Cámara de Diputados Federal como para bastarse por sí mismo para realizar reformas constitucionales, y quien sabe si echando mano de legisladores de los partidos aliados pueda reunir la mayoría calificada.

Quizá con todo y aliados solo alcance mayoría absoluta, lo cual solo le permitiría hacer reformas legales. Vaya, la coalición “Juntos Hacemos Historia” no tiene la mismas fuerza de aquella coalición del 2018; a diferencia de ésta, ahora le falta la candidatura motor: La de AMLO.

Sí, Andrés Manuel López Obrador ahí está, pero ya sin la fuerza de aquél entonces; con el desgaste propio del ejercicio de gobierno, más el desgaste que él mismo se ha labrado con su especial forma de actuar, con su carácter broncudo (por no decir autoritario).

Por más que insista en sus ‘mañaneras’ con su postura de defensa de la democracia, del voto libre, de luchar en contra de la corrupción, con el camuflaje ciudadano, ya no pega como en 2018 porque es evidente el manejo del doble discurso.

Su misma actitud tiende a influir en el ánimo del electorado en contra de la oposición y a favor de su partido (Morena), por lo tanto es una acción lesiva a la democracia.

Así que la otrora coalición “Juntos Haremos Historia” quedó en el pasado; hizo historia por su triunfo arrollador, contundente e inobjetable, llevándose no solo la Presidencia de la República, sino también la mayoría de la Cámara de Diputados, un buen número de escaños en el Senado, congresos locales y capitales de entidades del país.

Ah, pero ahora la tiene algo más difícil. Porque además los malos gobiernos municipales morenistas impactarán negativamente a las actuales candidaturas de Morena y aliados, y quizá para todos los cargos de elección popular en disputa en la demarcación electoral de que se trate. Claro, con sus excepciones.

La perspectiva de triunfo en las 15 gubernaturas en juego en 2021 se cayó casi a la mitad. Y en cuánto al Congreso, también los triunfos de mayoría (porque además ahora la coalición no es total), y la obtención de curules plurinominales más allá de los márgenes legales, pues se le reduce con los nuevos mecanismos para la asignación, tendentes a hacer efectivos los límites constitucionales de la sobrerrepresentación.

TRIUNFOS CONTUNDENTES 

Bueno, pues en el contexto anterior y en su avidez por ganar, tanto la oposición como Morena necesitan triunfos contundentes en las elecciones del próximo seis de junio; caso contrario, puede ocurrir lo siguiente:

Uno: Recuento de votos cuando (por indicio o como resultado del cómputo) la diferencia entre el primero y el segundo lugar sea igual o menor a un punto porcentual.

Dos: Empate en los resultados electorales tras el recuento.

Tres: Errores dolosos en los cómputos de la elección de que se trate.

Cuatro: Indebida nulidad de casillas, incluso, de la elección.

Cinco: Decidirse en los tribunales.

Por citar algunos supuestos.

Lo peor sería que el día de la elección ocurra violencia, robo de la documentación electoral o de los paquetes electorales con los resultados, destrucción de urnas con todo y votos, etc.; o sea, cualquiera de los supuestos que lleven a elección extraordinaria.

Además, en los recuentos de votos, los partidos políticos (todos sin excepción alguna) ponen en práctica sus mejores artes para anular votos que habían sido contados como válidos y contar como válidos votos que habían sido contados como nulos.

Se las ingenian pues para cambiar el sentido del voto bien contado por los funcionarios de las mesas directivas de casilla. Claro, en algunos casos sí son errores de éstos, sobre todo cuando quienes fungen como funcionarios no recibieron la capacitación porque fueron habilitados como tales de entre los electores formados en la fila de votantes el día de la jornada electoral.

En fin, es en los consejos electorales distritales y en los consejos municipales donde los partidos políticos necesitan de los representantes más avezados, astutos y eficientes para evitar las trampas en los cómputos de votos y en los recuentos, no por parte de consejeros y consejeras electorales, sino por parte de las propias representaciones partidistas.

Ah, y representaciones a prueba de “cañonazos” porque se han visto casos en que el representante de determinado partido político se vende y entonces deja hacer y pasar; o sea, entrega el triunfo. Incluso, no impugna, o impugna mal con tal de hacer perder a su propio partido.

En fin, la trampa ya no la hace la autoridad electoral, sino los partidos políticos.

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