Antes de las recientes elecciones tenía la sensación de vivir en una nación estéril. Pero el domingo 6 de junio la gente salió en busca de las urnas para expresar su mal humor frente al peor de los gobiernos en muchas décadas. En medio de unos comicios palpitantes renació de una manera maravillosa la reivindicación de reunirse con otros para expresarse contra lo que consideramos atenta contra nuestra libertad. Hacía mucho tiempo, bastantes años, sin dirigirnos la palabra. Las redes sociales se convirtieron en una plaza pública en la que teníamos muchas cosas que decirnos. Descubrimos a plena calle que debíamos de luchar juntos en busca de un mejor porvenir.
Había muchas interrogantes sobre nuestro pasado y nuestro futuro. Entre el impacto de la pandemia y el desastre del gobierno nos vimos atrapados en un peligroso estancamiento social y la miseria. Frente a un presidente que ha concentrado un enorme poder –como nunca antes en nuestro pasado reciente– vimos la amenaza que nos podría conducir a una dictadura. Aunque la ambición del caudillo de prolongar su poder aún sigue latente. La militarización del país es una mala señal.
Las elecciones eran algo así como nuestro camino a Damasco. Muchos sucumbieron a la luz cegadora del caudillo. En los últimos cinco lustros el corazón político de la nación había estado bajo el control de una falsa izquierda. La llegada del líder moral de Morena fue un mal presagio. Es inexplicable el desprecio de Obrador hacia el poder cuando él y nadie más que él son la esencia del verdadero poder, una especie de reencarnación de Luis XIV de Francia. Amlo, llegó al poder con el apoyo incondicional de políticos de cualquier filiación, incluidos de la extrema derecha como el yunque y hasta de la narcopolítica, pero siempre rodeado de imbéciles funcionarios que lo acompañan en la rutina de siempre: las mañaneras, que como floreros, son parte de la escenografía. En medio de las arbitrariedades cotidianas llegamos a atestiguar en una de las conferencias matutinas cómo un “periodista” se puso de rodillas ante el falso Mesías para pedir la palabra. Ese “reportero” que se hincó para preguntar, nos lleva a reflexionar ¿qué clase de periodistas son los que acuden todos los días a las mañaneras? Esos individuos son personas convertidas en bagazo, a los que Obrador y su vocero los exprimen para sacarles el mayor jugo y convertirlos en desechos. Periodistas de habla tartajosa, de oficio servil, que tienen la lengua mutilada.
Ante los insultos a la prensa y por igual a todos los “enemigos” del presidente, ninguno de estos “periodistas” ha sido capaz de despojarse de su miseria interior, frente a alguien más insustancial como el presidente Obrador. Al tabasqueño éstos le rinden culto como a los próceres finados que habitan en los museos. Desde su púlpito ha lanzado sus últimas peroratas contra los electores. El discurso viperino ofende de manera burda, con palabras cizañosas a quienes ejercieron su voto libre y secreto.
En la gris magnitud de la mañana, tras el resultado de la elección el presidente se ha dirigido, un día sí y otro también, con su rostro oscuro y sus ojos llenos de zafarranchos, a cuestionar con parrafadas de siniestra bufonada a quienes piensan y opinan mal de él. Palabras lanzadas como puñetazos que resultan insoportables para una sociedad que está harta de sus excesos y sus mentiras.
El tabasqueño no digiere su derrota y tardará en hacerlo. Fue cínico y locuaz su llamado canalla al PRI “para trabajar juntos”. Está claro que el resultado de la elección fue una puñalada al corazón de la cuarta transformación. Morena perdió la capital del país y el Valle de México y lo que lo todos sabemos y queríamos: arrebatarle el control de la Cámara de Diputados, un poder legislativo que se debe dignificar para recobrar el brillo perdido desde hace muchos años. Los partidos opositores deberán acatar el llamado de las urnas.
Obrador se ha convertido en enemigo de su propio pasado. Las reivindicaciones de la izquierda él las ha sepultado con su gobierno autoritario. Desde el poder se ha encargado de atacar y combatir a las organizaciones civiles y a las instituciones autónomas, empezando por la comisión de los derechos humanos y por dar un trato criminal a las protestas tanto de mujeres como de cualquier tipo de disidentes.
Ante un panorama tan nebuloso, es un hecho que vendrán días tumultuosos rumbo a las elecciones de 2024 como parte de un movimiento social en busca de un mejor porvenir. Millones de ojos están atentos al futuro inmediato.
Por ahora, las elecciones de 2021 dejaron petrificado a Obrador, quien quedó inmovilizado al ver con terror la caída de su popularidad, un liderazgo engañoso y puesto en entredicho, donde cada ciudadano que acudió a las urnas puso su grano de arena para terminar en buena medida con su reinado.
Mientras tanto seguiremos soportando las peroratas de las mañaneras del falso Mesías de los evangelios apócrifos que vive atrapado en el pasado, estancado siglos atrás, que no comprende que el siglo XXI inició con vertiginosos cambios sociales, científicos y tecnológicos.