René Juárez y los instrumentos de Dios

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Para los creyentes religiosos, dicen que Dios se vale de muchas cosas y a veces de las personas para cumplir sus designios, René Juárez exgobernador y ex de muchas cosas y cargos, fue uno de esos elegidos de Dios, o del destino o como usted quiera llamarlo.

Un hombre, de esos muchos de la “Costa chica” guerrerense, de ascendencia afro-mexicana, que se forjan día a día en la cultura del esfuerzo, hijo, también de una madre luchadora e incansable que forjó a sus hijos con el ejemplo, haciendo lo único que sabía hacer, trabajar y, más allá de ser honrada, honesta y responsable – que ya es decir bastante – ser honorable, eso fue lo que aprendió René Juárez Cisneros de su familia, un hombre fuerte y comprometido con sus ideales y con quienes le conocieron, un ser extraordinariamente humano ejemplar. Un mexicano honorable, en un país donde la honorabilidad escasea.

René Juárez, un hombre forjado en la vida de Acapulco, con todos los sinsabores y experiencias que implica la vida en el Puerto, donde conviven en el más puro sentido democrático todas las clases sociales de la capital de México, aprendió a conocer a los mexicanos, en el escenario de Acapulco, donde se puede reconocer al mexicano de Octavio Paz, retratado en “El laberinto de la soledad”. René Juárez, desde sus orígenes y en la gubernatura llevaba un récord, hasta el último cargo que ocupara, que lo pudo llevar a la presidencia de México, si hubiera sobrevivido al COVID.

Un GUERRERO – así con mayúsculas – del Estado de Guerrero, émulo del mismo Vicente Guerrero, de esa raza de guerrerenses, que sin decirlo, como los guanajuatenses, saben lo frágil que resulta la vida, conservarla o perderla es un albur en el que se vive inmerso a partir de que se nace. Nativo de la “costa chica” esa parte del país, de visita obligada, de esos pueblos de raíces africanas, que desde su origen, tan lejos de África, llevan en el color, la marca  de las injusticias humanas, esa raza de mujeres y hombres, contra quienes la humanidad derramó toda su miseria y a pesar del sufrimiento, su nobleza se impuso, porque en su corazón, no hay espacio para el resentimiento, su naturaleza es la bondad, esa nobleza les hace buenos.

Muchos son los pasajes y anécdotas que salpican la vida de René Juárez, y que irá conformando su leyenda, el caso de una persona cercana a él, que pasaba por un momento difícil económicamente, y no podía completar una cantidad que era necesaria, tampoco se atrevía a solicitar su apoyo, ese día se cruzan en el camino con René Juárez y sin saberlo René Juárez, el trance por el que atravesaba esa persona, tampoco había manera de que lo supiera, pues ésta persona no había tenido la confianza con nadie, para compartirle su angustia, sin embargo, le saluda y con discreción, sin preámbulo, sin saber su pena René y sin esperarlo su interlocutor, le respalda con una cantidad, que era precisamente la que necesitaba, la sorpresa del interlocutor y la benevolencia de René Juárez, acreditan, que el destino o Dios lo usaban para cumplir sus designios.

Otra anécdota, es aquella de un personaje muy destacado en la política nacional, quien requiriera de atención médica y, René Juárez encontró entre sus amigos la manera de apoyarle, pasado algún tiempo, llegó a sus oídos que los familiares de a quien ayudara, no tenían una buena opinión de René, lo que evidenciaba que ellos no supieron nunca quien fuera el benefactor de su pariente, ni René necesitaba que le agradecieran, ni aclararlo. Así hacia el bien René Juárez Cisneros. Dios perdió un brazo y México un presidente.

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