Mujeres más pobres

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¿Qué es la pobreza? ¿Cómo medirla y cómo enfrentarla desde la perspectiva feminista? Se trata de armonizar las políticas económicas y sociales con la igualdad de género.

La sola mirada de ingreso y gasto, carencias diversas, sin el enfoque de las capacidades, como dice Amartya Sen, deja fuera otras medidas para el bienestar. La pérdida y acceso de servicios sociales y médicos tienen un impacto diferenciado en la vida de las mujeres.

Las mediciones o estudios multidimensionales del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), hay que decirlo, si cuentan con indicadores adicionales que deben evaluarse con perspectiva de género.

Por ejemplo, ¿qué significa para las mujeres el aumento del porcentaje de las carencias en el acceso a la alimentación nutritiva y de calidad de un millón de personas? O el otro dato del crecimiento de la pobreza en zonas urbanas que pasó de 36.4 por ciento a 39.2 por ciento; es decir, 28 puntos, afectando a las trabajadoras de las ciudades, quienes ahora no tienen cómo resolver problemas de salud personal y el de sus familias.

El dato de Coneval dice que disminuyó el acceso a los servicios de salud, pasando de 16.2 a 28.2 por ciento; esto es, 15.6 millones más que en 2018. ¿No son las mujeres las que más demandan estos servicios? La respuesta es sí, según estudios feministas. Encima, el ingreso per cápita disminuyó 6.9 por ciento, y por mes las “ayudas”, remesas y otras transferencias sólo fueron de 743.5 pesos mensuales.

Sufrieron con la crisis sanitaria y económica las mini empresarias obligadas a cerrar pequeños emprendimientos —papelerías o salas de belleza— sin apoyo del gobierno.

Otro dato estremecedor que ofrece el Coneval es la pérdida de calidad y espacios de la vivienda y los servicios básicos en la misma de 1.7 puntos porcentuales cada una. ¿Qué es eso? Casa, luz, gas o drenaje, cuando ahora niñas y niños quedaron en casa. ¿Qué significa?

Lo que sabemos en concreto, según Coneval, es que 44.4 millones de mujeres están pobres en el país, y dice que se trata del porcentaje de caída más alto, de 1.8 con relación a 2018.

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Pérdidas escandalosas que con mirada de género son peor, al quedar invisible el trabajo doméstico no remunerado y con la pobreza de tiempo asociada a éste. Las mediciones del organismo autónomo sobre la discriminación laboral y salarial contra las mujeres, la falta de servicios escolares y de estancias infantiles y el cierre de emprendimientos, no nos dejan entrar a los sesgos de género.

Según el Instituto Nacional de las Mujeres, es necesario desarrollar la autonomía económica de las mujeres y fomentar la conciliación de la vida privada con la doméstica, alentando el ingreso masivo de los hombres a la esfera del cuidado y más empleo decente para las mujeres, por ejemplo. Contradictorio a lo que sucede en la vida real y hasta absurdo.

Para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), de acuerdo con un estudio publicado en 2004 —hace 17 años—, ya era un desafío impostergable armonizar las políticas de crecimiento económico, equidad social e igualdad de género, puesto que la pobreza es resultado de relaciones de poder que afectan de manera diferenciada a hombres y mujeres, a indígenas y afrodescendientes, a personas mayores y habitantes de territorios deprimidos.

La pobreza es además la carencia de recursos y capacidades que impide a las personas cumplir algunas actividades básicas, como permanecer vivas y gozar de una vida larga y saludable, reproducirse y trasmitir su cultura, interactuar socialmente, acceder al conocimiento y gozar de libertad de expresión y pensamiento. Tremendo. Veremos.

Periodista, directora del portal informativo semmexico.mx