Dos libros

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Me llegaron dos libros al parecer de naturaleza distinta pero no tanto.

El libro El Traidor de Anabel Hernández y Charlie Wilson’s war de George Crile.

Hernández transcribe y complementa el diario de El Vicentillo, el hijo del Mayo Zambada, mientras que Crile describe el involucramiento del congresista texano Wilson y la CIA en la guerra de Afganistán en contra de los soviéticos.

Es poco usual que el hijo de un personaje central en el negocio de las drogas haga público un testimonio tan sorprendente por lo abierto y crudo, Hernández insiste en considerar al Mayo Zambada como el verdadero jefe de jefes del narco mexicano, aunque queda la duda sobre quién es el verdadero jefe, porque en algún momento, Zambada se queja de la enorme cantidad de dinero que reclaman los políticos al grado que piensa/siente que trabaja para el gobierno. ¿Se trata de jefes cambiantes?, ¿los presidentes son jefes?, ¿o hay algún capo di tutti capi que permanece oculto?

En el libro se testimonia sobre los millones que le entregaron a Calderón: “Calderón. Él mismo fue cómplice de la protección a la Federación. Su gobierno usó al ejército y a la PF para combatir al lado de ese grupo criminal contra los Zetas. Recibió millonarios sobornos de ellos y, según la Barbie, incluso encabezó reuniones con narcos (pp. 211-212). Llega un momento que el crimen autorizado o la complicidad entre los criminales y los políticos es tan fuerte que la lógica del crimen realimenta la ambición de ambos. Anabel Hernández acierta al considerar que sin el Estado no se entiende la expansión y poder del crimen.

Los criminales entendieron la dinámica del proceso político e intervienen para asegurarse de no tener sorpresas y mantener el control de las decisiones políticas, financian campañas políticas de las que el IFE/INE nunca se da cuenta. “El Cártel de Sinaloa contribuyó con millones de dólares a la campaña de Fox y del PRI [Francisco Labastida Ochoa], así, ganara quien ganara, estábamos bien” (78-79). Los criminales jugaron un papel central en la alternancia política mientras compraban accesos al poder que les servirían más adelante para consolidar su poder y evitar a la ley. Hernández documenta el dicho de los criminales sobre los millones que El Chapo le entregó a Fox para salir de la cárcel.

La autora profundiza: “En 2015 Gaxiola me explicó que gran parte de los acuerdos del Cártel de Sinaloa con el poder Ejecutivo se establecen desde los tiempos de las precampañas o campañas electorales. El abogado señaló que el cártel financiaba recurrentemente las campañas políticas de diversos candidatos a gobernadores y presidentes municipales, incluso de diferentes partidos políticos, porque así ganara uno o el otro, la organización nunca perdía (p. 173).

Charlie Wilson entiende que el poder en Estados Unidos se concentra en unas cuantas manos en el congreso, al grado que él como congresista con acceso a la asignación de recursos pudo violar la ley y las directrices políticas para llevar a cabo su guerra personal basada centralmente en matar comunistas.

Al igual que los narcos mexicanos, Wilson se mueve en las sombras de la secrecía, en los terrenos subterráneos del poder donde se manipula, se subvierte la ley y se promueven agendas particulares. En el caso de Wilson, Crile siente que la derrota soviética en Afganistán precipitó la caída del muro de Berlín o la desaparición de la URSS y aunque no lo aborda, la caída del gobierno en manos de oligarquías criminales, este último punto lo confirma Bill Browder en el libro, Red Notice: A True Story of High Finance, Murder, and One Man’s Fight for Justice.

Ambos libros demuestran, aunque no es su intención, el pisoteo de principios democráticos como la transparencia y la rendición de cuentas; como se imponen los proyectos personales o facciosos, en el caso de Wilson, el cruce entre la ultra derecha estadounidense con la furia anti comunista que imbuye a la cultura de Estados Unidos.

Ambos son denuncias poderosas. La de Anabel la ha llevado a salir del país y asilarse por estar amenazada de muerte, la de Crile la hicieron película y quedó enterrada entre los muchos libros sobre política estadounidense y el heroísmo anti comunista.

Uno queda horrorizado al leer estos libros, porque evidencian la fragilidad de la democracia, que el estado de derecho es una ficción hecha para que se le cumpla a unos cuantos, menos a los que la violentan para hacer avanzar sus intereses. Y al ver que el ejercicio de la libertad de expresión no está garantizado.

@shmil50