Mentor Tijerina Martínez
El Senador Ricardo Monreal habla de una “sucesión adelantada”, pues, de acuerdo a los precedentes mexicanos, el Presidente debería abrir la sucesión en la última etapa de su mandato.
En la era de gobiernos priístas, el Presidente designaba por “dedazo” a su sucesor bajo la regla: “el que se mueve no sale en la foto”.
El primero en romper este molde fue Vicente Fox, quien, como Gobernador opositor panista de Guanajuato, empezó su campaña de promoción con miras a la elección del 2000 con dos años de anticipación.
Calderón siguió el camino del candidato “retador” en las primarias presidenciales del PAN del 2005-2006, rompiendo con el entonces Presidente Fox al renunciar a su cargo en el gobierno y ser elegido candidato presidencial con el apoyo de la militancia panista.
El entonces Gobernador priista del Estado de México, Enrique Peña Nieto, al igual que Fox, aplicó una estrategia mediática de promoción de sus logros como Gobernador con varios años de anticipación a la sucesión presidencial del 2012.
Después de la derrota del 2006, López Obrador, inició una campaña permanente de recorridos y movilización territorial a lo largo y ancho del país que lo llevaría a la presidencia en el 2018.
En el contexto electoral mexicano post-2000, para estar en posibilidades de triunfar en la elección presidencial es necesario ganar el posicionamiento en la opinión pública con anticipación. Esperarse hasta el último momento puede ser fatal.
Uno de los factores del triunfo de AMLO en el 2018 fue su alto nivel de posicionamiento y organización territoriales, producto de años de recorridos y presencia en todos los estados y municipios del país.
La estrategia de AMLO rumbo al 2024 consiste en ganar el posicionamiento del juego sucesorio a través de una campaña permanente que impida que el espacio y la agenda electorales sean controlados por sus adversarios.
Bajo el actual tablero electoral, la oposición no ha logrado construir una alternativa programática, organizacional, ni de liderazgos que haga frente a la 4T, por lo que el objetivo de la estrategia presidencial es dominar la ofensiva del juego sucesorio.
La estrategia presidencial no está exenta de riesgos.
Uno de ellos es que los actores al interior de MORENA no se sometan las reglas del juego presidencial y se genere una ruptura mayor al interior del grupo gobernante, como podría ser el caso de Ricardo Monreal, quien se rebeló abiertamente al no haber sido incluido en la lista de “elegidos” a participar en el proceso. Monreal propone abrir el juego sucesorio mediante elecciones primarias en MORENA.
Otro escenario es que la oposición descifre el juego sucesorio de AMLO e imponga, por encima de la narrativa presidencial, una innovadora estrategia de polarización y cambio de juego.
El autor es Consultor Político.