PRI 2024: la última y nos vamos

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I

A la vuelta de 93 años, el destino del PRI parece haber sido sellado, ahora sí de a deveras: la secretaria general del CEN del PRI, Carolina Viggiano, será candidata al gobierno de Hidalgo por parte del PAN. Acción Nacional nació en 1939 para oponerse al proyecto social, político e ideológico definido por el cardenizado Partido de la Revolución Mexicana.

Con apenas el 13.5% de la votación presidencial de 2018 y el 18.3% de la votación legislativa en 2021, el PRI encontró su último asidero político en una alianza del resto de la oposición –similar al equipo resto del mundo que suele jugar en el fútbol internacional–: el PAN conservador y neoliberal, el PRD reconvertido al liberalismo, el sindicato patronal de la Coparmex y su modelo de derecha antiestado y el liderazgo político empresarial ultraderechista de Claudio X. González.

En proceso de crisis y achicamiento desde 1982, el PRI ha enfrentado maldiciones intelectuales: Por una democracia sin adjetivos, de Enrique Krauze; Hora Cumplida, de Octavio Paz; Escenarios sobre el fin del PRI, de Gabriel Zaid, entre los muchos ensayos que advirtieron el agotamiento priísta y su proyecto político desde 1976.

Como los gatos, el PRI fue perdiendo vidas políticas:

–En 1936 con la expulsión del país de l general Plutarco Elías Calles, fundador del abuelo del PRI, el Partido Nacional Revolucionario, y la radicalización del ala cardenista del régimen.

–En 1939 con el nacimiento del PAN.

–En 1946 con la instauración del amparo agrario que terminó con la reforma campesina cardenista.

–En 1951 con el inicio de las primeras protestas campesinas y estudiantiles reprimidas por los gobiernos.

–En 1958 con la represión a los sindicatos comunistas de empresas públicas y los primeros presos políticos.

–En 1964 con la llegada del autoritarismo Díaz Ordaz que terminó con la vida política interna de los sectores corporativos.

–En 1968 y en 1971 con las respuestas autoritarias a las demandas antiautoritarias de sectores estudiantiles de la capital de la república.

–En 1976 con el inicio del ciclo de los administradores y economistas que instauraron el modelo neoliberal de desarrollo.

–En 1987 con el desprendimiento del sector progresista del cardenismo y la fundación en 1989 del PRD como el partido del proyecto populista priísta.

–En 1992 con la declaración del presidente Salinas de Gortari de que el PRI no sería más el partido de la Revolución Mexicana, sino el partido del liberalismo social, un concepto de origen juarista pero de contenido fondo monetarista.

–En 1994 con el asesinato del expresidente del partido y candidato presidencial priísta Luis Donaldo Colosio.

–En el 2000 con la primera derrota presidencial del PRI y la victoria del PAN.

–En el 2018 con la aplastante victoria electoral del candidato expriísta Andrés Manuel López Obrador y la humillación de la oportunidad priísta con la derrota de Enrique Peña Nieto.

II

Lo que ha descubierto la victoria electoral de López Obrador y su movimiento Morena en 2018 ha sido una realidad que la academia aún no había desentrañado: el PRI nunca fue un partido político formal. En los hechos, el PRI fue tres otras cosas: una esperanza, una ideología y, sobre todo, un sistema político. Por estas tres razones, el PRI no es inmortal, sino inmorible; morirá como partido, pero sobrevivirá como sistema de poder.

El neoliberalismo salinista liquidó al PRI como partido ideológico de un proceso histórico, pero lo mantuvo como una estructura de control social. Así, el PRI populista que formalizó Arnaldo Córdova en 1972 en su ensayo La ideología de la Revolución Mexicana, devino, sin problemas ni conflictos, en un PRI neoliberal salinista; y ahora, el PRI es el modelo sistémico que acurruca a los expriístas, excomunistas, expanistas, experredistas y excardenistas en las estructuras electorales de Morena y revive en la propuesta de López Obrador de un regreso a la centralidad y esquema unitario del viejo PRI.

La clave de la longevidad del PRI se encuentra en su mutación autopoiética de partido de un proyecto ideológico histórico a una estructura de dominación política al servicio de cualquier ideología: el grupo neoliberal anti RevMex de Salinas, el PAN, la élite de jóvenes burócratas peñistas y ahora los lopezobradoristas han aprovechado la existencia de una maquinaria de relojería para gobernar México desde cualquier posición ideológica.

La clave, pues, no es el PRI como partido de un grupo político de 1920 a 2022, sino la configuración de un sistema-PRI, es decir, en una estructuración del ejercicio del poder, en un simbolismo sistémico.

Pero no se trata de una cuestión ideal. El sistema-PRI tuvo la inteligencia histórica de nutrirse de las experiencias del pasado: por ejemplo, Octavio Paz encontró en Posdata una continuidad histórica en el liderazgo personal del poder en el Tlatoani-Virrey-Señor Presidente.

La gran aportación del Sistema del PRI fue construir un andamiaje de instituciones que funciona como mecanismos de relojería suiza. El sistema-PRI se ha mantenido, aún con el PAN y con Morena, desde su estructura: el presídete de la república como poder superior, la Constitución posrevolucionaria como reglas del juego centralistas en el Estado –el ciclo neoliberal solo no las aplicó–, el bienestar social como factor de legitimación mayoritaria.

El corazón del sistema-PRI –repito: con el PAN y Morena– ha sido el presidencialismo unitario, lo mismo con Santa Anna que con Juárez, Díaz y los presidentes posrevolucionarios hasta la fecha. Así, el Estado presidencialista ha sido el mecanismo del poder en México desde las monarquías indígenas. El PRI fortaleció este modelo en el subconsciente colectivo.

La segunda aportación del PRI fue la configuración sistémica, en el modelo de David Easton: una simbólica caja negra en cuyo seno se dirimía la distribución autoritaria y autoritativa de valores y beneficios. Todo se resolvía dentro del PRI y ahí la autoridad máxima era el presidente de la republica como hombre fuerte del poder o jefe máximo de la política. Cuando las negociaciones se salieron de los espacios de la caja negra, el sistema entró en crisis.

La tercera aportación priísta al sistema-PRI fue la relación de dependencia del partido: el PRI nació desde el poder para servir a la clase en el poder. El presidente convirtió al PRI en un aparato falangista: candidaturas, dinero para campañas, conteo de votos y legitimación de cargos pasaban de modo obligado por el presidente de la República y de ahí bajaban al partido.

El PAN no supo aprovechar esta experiencia y el partido nunca se sometió al voluntarismo presidencial; de haber sido así, el PAN como apéndice del presidente, sin duda que el partido hubiera durado más de dos sexenios en la presidencia.

La cuarta aportación del sistema-PRI fue la organización fascistoide de las clases productivas en el espacio partidista: la corporativización de los obreros y campesinos en un sector ayudó a administrar la lucha de clases sacándola de las fábricas y de los campos y llevándolo a una élite dirigente controlada por el PRI y por el presidente. El liderazgo de Fidel Velázquez como jefe obrero nacional, no solo de la CTM, simboliza los años de la estabilidad social y política que permitió tasas consistentes de crecimiento económico.

El PRI murió, aunque su estructura de poder quedó como aparato de dominación del Estado. Hoy los sectores productivos tienen que asistir a los salones de Palacio Nacional a negociar lo que debiera resolverse en el sistema productivo de patrones y trabajadores.

 

III

El sistema-PRI no es el PRI que conocemos. Nacido para gobernar en solitario y administrar los acuerdos en un amplio grupo gobernante, la autonomía relativa del sistema-PRI ha sido aprovechada con habilidad por el PAN y ahora por Morena en la presidencia. Por lo tanto, el PRI como partido histórico del grupo que hizo la revolución y construyó el sistema/régimen/Estado ha terminado su ciclo de existencia y puede desaparecer del mapa político sin que el país regresde a la disputa a balazos por el poder, y en caso de que se reanude la violencia política, será por disfuncionalidad operativa del sistema-PRI bajo la responsabilidad del grupo mayoritario.

El PRI como partido entró en crisis en 1992 cuando Salinas le quitó la ideología de la Revolución Mexicana y terminó su función histórica en 1994 con el asesinato de Colosio. Los bandazos neoliberales, poscardenistas y pospopulistas ya no han pasado por el PRI. La alianza desesperada del PRI con el PAN, el PRD, la Coparmex y el liderazgo falangista de Claudio X. González ha terminado por liquidar la herencia política e ideológica del grupo político que fundó el partido y bien pudiera hacer el principio del fin histórico del PRI.

La falta de cohesión interna en el PRI al perder el liderazgo legitimado por presidentes de la República surgidos del PRI ha conducido al partido tricolor no solo a las alianzas inexplicables con sus adversarios históricos, sino a la facilidad de priístas por servir a gobiernos de otros signos. los recientes nombramientos de priistas para cargos diplomáticos del gobierno de Morena evidencian la gelatinosa consistencia ideológica y política de los priístas.

Y no es un asunto nuevo: el candidato del PRI a la presidencia de la república en 2018, José Antonio Meade Kuribreña, carecía de militancia registrada en el partido y había servido como secretario de Energía y secretario de Hacienda del gobierno panista de Felipe Calderón Hinojosa y su proyecto neoliberal y conservador.

Ante la imposibilidad real de que gane las elecciones, el candidato priísta a la presidencia en el 2024 –sin alianza– estaría caminando hacia la salida del PRI del escenario político nacional y su sobrevivencia mínima en el espacio legislativo a través de la alianza con el PAN, el PRD, la Coparmex y el bloque ultraderechista de Claudio X. González. El mismo destino del PRD que impactó con Cárdenas en 1989 y que hoy casi pierde el registro como partido.

De ahí que el epitafio priísta ya está escrito: ¡!!el PRI ha muerto, vivan el PAN, Morena, la Coparmex y el Señor X.!!!

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