En una fabula que ha llegado a formar parte de las conjeturas politológicas, el ensayista Isaiah Berlin hizo ver el problema entre la astucia y la fuerza: “Muchas cosas sabe el zorro, pero el erizo sabe una sola y grande (sus espinas)”. El debate viene desde Maquiavelo entre el zorro y el león. Al final, la astucia vence a la fuerza.
Esta percepción queda después del encuentro vía internet entre el presidente estadunidense Joseph Biden y el presidente mexicano López Obrador. Como ha ocurrido en los encuentros presidenciales desde López Portillo-Carter, las relaciones a nivel de presidentes es una especie de juego del gato y el ratón. O en las figuras fronterizas, México sería el Speedy González que huye del gringo acosador.
El dato mayor no ha sido analizado: es la hora en que EEUU no entiende a su vecino, quizá porque en la Casa Blanca no hay intenciones de entender. Así son los enfoques imperiales. Y los mexicanos escurren el bulto. López Obrador había ganado mucho con su trato con Trump y ahora tiene que buscar nuevos estilos con Biden.
Pero la gran lección aprendida es que México nunca ha ganado con la confrontación y siempre ha conseguido ventajas convenciendo al vecino poderoso a llevar la fiesta en paz.
Ahora deben venir programas conjuntos de colaboración entre dos economías que configuran un gran mercado de consumo y que tienen el dominio económico del continente. El gobierno del presidente López Obrador no ha sabido sacarle jugo al Tratado porque el acuerdo de globalización ha eludido la necesidad de programas mexicanos de educación científica y tecnológica y de apoyo a la empresa privada para la construcción de nuevas y mejores bases productivas.
México ha ganado mucho en la relación cuando pasa la confrontación a segundo plano y se centra en la colaboración productiva. La economía de EEUU seguirá siendo la locomotora de la economía mexicana. Pero aquí se requiere de un proyecto económico y tecnológico, no ideológico.
@carlosramirezh