La propuesta de nuevo enfoque-mismo régimen que plantea al presidente López Obrador tiene cuando menos tres dilemas: mismo modelo de desarrollo con sus insuficiencias, reformas sobre reformas sobre reformas para crecer un poco más que la media de 2.2% del periodo 1983-2018 o apelar a un nuevo modelo de desarrollo basado en un pacto nacional productivo de Estado.
Las opciones no son nuevas: Díaz Ordaz optó por un plan de desarrollo, Echeverría decidió por una Comisión Nacional Tripartita, López Portillo le entró a una Alianza Nacional para la Producción, De la Madrid-Calderón apelaron a un Plan Nacional de Desarrollo y Peña Nieto se montó en un Pacto por México.
Ninguna de estas experiencias tuvo continuidad. Pero la parte más limitada fue la decisión de definir un proyecto, pero luego abandonarlo y buscar el camino cómodo de la coyuntura y las circunstancias.
A los gobiernos federales les ha faltado explorar por experiencias conocidas de modelo de desarrollo transexenales: la sustitución de importaciones y el desarrollo estabilizador duraron cada uno más o menos tres sexenios.
En este contexto, el único camino para México sería aplicar la experiencia de los Pactos de la Moncloa de la transición española de la dictadura de Franco a la democracia con desarrollo. El presidente Suarez tuvo la lucidez para entender la lógica del cambio: el modelo dictatorial de Franco había terminado con su muerte el 20 de noviembre de 1975. En tres años, Suárez operó una triple transición: a la democracia con la ley de reforma político-electoral, económica con los Pactos de la Moncloa y de régimen con la nueva Constitución.
La aportación de Suárez a las transiciones fue la articulación de decisiones. Por sí sola ninguna hubiera tenido éxito y las tres reformaron el sistema/régimen/Estad español.
López Obrador se encontró con un sistema/régimen/Estado en ruinas. Las reformas anteriores ayudaron a distensionar las relaciones sociales, pero no a reactivar la vida nacional. Ahí se entendería su discurso lopezobradorista de cambio de régimen.
El pivote del cambio de régimen de López Obrador estaría en la economía porque las relaciones de producción determinan las relaciones sociales, políticas y de clase. Las reformas políticas 1971-2018 han democratizado el régimen en cámara lenta, pero sus resultados se hunden en una economía mediocre de 2% de PIB.
Los Pactos de la Moncloa de España fueron acuerdos entre todas las clases sociales y productivas para detener la crisis inflacionaria, modernizar el modelo de desarrollo y llevar a España a potencia europea. En este sentido, los Pactos implicaron, sobre todo, un acuerdo entre trabajadores y empresarios y con el aval de todos los partidos políticos.
Los Pactos de la Moncloa mexicanos tendrían que plantear tres reformas: la de la planta productiva y las relaciones obrero-patronales, la reforma de funciones económicas del Estado para potenciar el PIB y la reforma económica de un plan de choque heterodoxo para realinear la economía en sus principales variables relativas. Se trataría de una reforma de régimen para comenzar de cero: economía y producción.
Sólo con una gran reforma integral se podría alcanzar la meta de 4% a 6% de PIB que desea el presidente López Obrador. Como están ahora el Estado y la producción el PIB sólo podrá crecer máximo 2.5%. Por tanto, las opciones de López Obrador son dos: cambiar el régimen o ser una continuidad del PRI.
@carlosramirezh