Santiago Roig
Tal parece que los números ejercen una rara fascinación en los humanos, pero no todos los números, solo algunos. Por ejemplo, para la mayoría de las personas no es lo mismo cumplir, digamos, 50 años que 49 ó 51, el que sea una decena lo hace especial. Lo mismo pasa con los años terminados en cero, ya no digamos con doble o triple cero como el 2000. Todo esto viene a cuento por el reciente alboroto que se armó por el hecho de que en México rebasamos los 100,000 muertos por la pandemia. No estoy ni remotamente insinuando que el asunto sea menor, pero al menos en mi opinión era igual de grave haber perdido a 1, a 1345 ó 99,999 compatriotas, al menos para mí, que cuento a dos muy queridos amigos en esos tristes números.
Esta barrera psicológica, que sin duda lo es, ha sido usada para cuestionar nuevamente el desempeño del gobierno en el manejo de la pandemia y de manera muy especial el del principal responsable, el Dr. López-Gatell. Las invectivas frecuentemente van acompañadas de afirmaciones de que somos el país en la peor situación, que pudimos haberlo evitado, que deberíamos hacer esto o lo otro, en particular que deberíamos estar haciendo más pruebas o tests (por su nombre en inglés), que el problema se resuelve en ocho semanas y un largo etc.
No soy un aferrado defensor del gobierno o de alguno de sus integrantes en particular, pero tengo muchísimos años tratando de entender la realidad que me rodea y eso, según he visto, no se logra ni en una mínima parte si no es a través del conocimiento y del análisis que emana de usar ese conocimiento con la información pertinente. Afirmar que todo está mal sin aportar pruebas o con frases altisonantes pero vacías de contenido no me impresiona demasiado.
Tras esta larga introducción, veamos: ¿cuál es la real situación de la pandemia de Covid-19 en nuestro país? Esto me lo pregunto no como infectólogo o siguiera como doctor en medicina, que no lo soy, sino como una persona razonablemente preparada, con acceso a información pública y la capacidad de analizarla a nivel de los datos. En otras palabras, desde el punto de vista de cualquier ciudadano que busca entender, no llevar agua a su molino político.
Hay en internet varias fuentes de información que se prestan maravillosamente para analizar el tema, me gustaría recomendar (y empezar por ella) la página de worldometer específica en datos de Covid-19. Esta página nos presenta una enorme tabla con prácticamente todos los países del mundo y para cada uno una serie de métricas: total de contagios, total de muertos, población, número de tests aplicados y, a mi juicio un detalle interesante: el valor de estas métricas referidas al tamaño de la población, es decir total de contagios por millón de habitantes, por ejemplo. Adicionalmente la página permite, mediante un click en el encabezado de la columna de una métrica, ordenar toda la tabla de mayor a menor o a la inversa por el valor de la métrica, asignando un número de rango a cada país según el orden. En otras palabras, nos permite sin mucho esfuerzo ver donde se sitúa un país en el conjunto de naciones respecto a un parámetro en particular.
Quiero empezar por señalar que por el tamaño de su población México ocupa el décimo lugar en el mundo, somos casi 130 millones de mexicanos. Eso ya hace que cualquier problema adquiera unas dimensiones respetables. Si vemos ahora el número total de contagios por país México ocupa el lugar onceavo con varios países más pequeños por encima de nosotros. Tener menos contagios totales que países con la mitad o la tercera parte de nuestra población lo que ya debería indicar que algo tuvimos que haber hecho bien. En lo que se refiere a los muertos efectivamente tenemos un triste cuarto lugar en números totales. Personalmente me llama la atención que los tres países con mayor número de muertos que nosotros también son países con bastante más población que la nuestra. Esto no es un factor único, pero el tener muchos ciudadanos también implica, como una consecuencia, la probabilidad de tener muchos decesos.
¿Qué pasa si intentamos referir estas cifras al tamaño de la población de cada país? Esto se conoce como normalizar los datos, y permite que las comparaciones tengan un sentido más válido. La tabla también nos permite esto de forma sencilla dado que tiene las columnas de las métricas por millón de habitantes. De esta forma podemos ordenar el número de defunciones por millón y encontramos que México pasa del cuarto al doceavo lugar, ahora sí claramente por debajo de países mucho más pequeños en términos de población. En el caso de los contagios podemos hacer otro tanto y esta vez México pasa del onceavo al nonagésimo cuarto lugar. Como detalle curioso, el planeta en su conjunto, en el caso de esta métrica en particular, está justo debajo de nuestro país. Podría decirse que el contagio en México es el promedio planetario. No somos, entonces, el peor país del mundo.
¿Porqué si el contagio está en el promedio las muertes son tantas entonces? El mexicano, en términos sociales, educativos y de salud no está a la altura de otros países con menor mortandad y eso nos hace más vulnerables. Para empezar las comorbilidades (obesidad, diabetes, hipertensión, tabaquismo, etc.) juegan un papel decisivo, y eso se señaló desde el principio, desde febrero o marzo de este año. Tomando la base de datos de la Secretaría de Salud del 21 de noviembre del 2020 encontré que prácticamente el 43% de los contagiados de covid-19 presenta una o más comorbilidades; sin embargo, el 73% de los difuntos las presentan. La conclusión es obvia: si las comorbilidades no facilitan el contagio ciertamente incrementan el riesgo de muerte. Y mejor ni tocar el tema del desastroso estado del sistema de salud nacional, aunque esto también ha sido mencionado en conexión con la evolución de la pandemia en países como Italia, España y Francia.
Me gustaría tocar ahora el tema de los tests y el índice de mortalidad de los mexicanos. Aquí hay un truco numérico, lo que mi jefe alemán llamaba “Artefakt” o sea algo introducido, así sea involuntariamente, en los datos, de manera que sesgan las estadísticas en algún sentido. Este índice de mortalidad ronda el 10% y efectivamente es el más alto del mundo. (Ver 91-divoc.com), pero eso es debido a que en una decisión que ha sido muy discutida nuestro país optó por mantener el número de tests o pruebas que se hace deliberadamente bajo. El índice refleja el porcentaje que muere sobre el total de infectados. Al hacer pocas pruebas muchos infectados leves o asintomáticos no son, efectivamente, contados. Eso tiene como consecuencia el bajo número de contagios por millón que mencioné arriba, pero también el alto índice de mortalidad. Si México le hiciera caso a la vociferante oposición y aumentara el número de pruebas, crecería el número de infectados detectados, con la consiguiente disminución del índice de mortalidad, aunque de hecho se moriría el mismo número de gente, eso no cambia. Como los contagios por millón aumentarían dejaríamos probablemente de estar en la media mundial.
¿Y todo para qué? La realidad es que no he escuchado, hasta ahora, razones convincentes de porque conviene aumentar el número de pruebas; sin embargo, recurriendo nuevamente a la página del worldometer intenté averiguar si aumentar el número de tests disminuye los contagios o las muertes. La respuesta corta es no. Ya en detalle lo que hice fue sacar la correlación entre la variable de pruebas por millón de habitantes contra contagios y muertes por millón de habitantes para dos grupos de países: los que tienen más de 100,000 contagios y los que tienen más de 50,000 (que obviamente incluyen a los anteriores). A continuación, muestro la tabla:
N (países incluidos) | R Contagios / Millón Habitantes | R Muertes / Millón Habitantes | |
Más de 100,000 contagios | 61 | 0.3613 | 0.1005 |
Más de 50,000 contagios | 86 | 0.3956 | 0.0683 |
Si hubiera el más mínimo efecto de la cantidad de pruebas en la reducción de contagios o de muertes esperaríamos que los valores de R mostrados fueran mucho más cercanos a 1, y probablemente negativos, al menos en el caso de las muertes.
Como ejemplo gráfico muestro la dispersión de datos en el caso de países con más de 50,000 contagiados para la correlación de muertes y pruebas por millón:
Este es el caso más dramático, pero los otros estudiados no distan mucho de este en la dispersión, por lo que no tiene caso ponerlos.
En conclusión, las pruebas acompañadas tal vez por sistemas sociales autoritarios quizá darían algún fruto. Acerca de la influencia de estos sistemas sobre la evolución de la pandemia se ha escrito bastante por gente más preparada en el tema que yo, así que no abundaré en el asunto, lo que puedo afirmar es que México no es (y en mi opinión tampoco queremos ser) una sociedad así. Al resto del mundo no parece haberle funcionado.
Termino con el tema de la sub-representación de los datos, es decir que en realidad hay más contagiados y muertos de los oficialmente contados. Eso es muy probablemente correcto, pero no es un problema de México sino de la forma de levantar la información de esta naturaleza y es mundial. En Europa un estudio inglés (si no mal recuerdo) lo demostró hace ya muchos meses. La realidad la conoceremos en dos o tres años tal vez, del mismo modo que hoy aún no tenemos estadísticas confiables de cosas que pasaron en nuestro país en 2019 o aún antes.
En mi concepto, la andanada de críticas al gobierno por su gestión de la pandemia no tiene mucha base real, es alboroto político, cacerolismo puro y, aunque ocupe un lugar prominente en los medios, dudo que sea una mayoría la que piensa así; de hecho, no hace mucho una encuesta confirmó esta impresión. Creo que el ciudadano medio haría mejor en ver el desarrollo de la enfermedad en páginas como la de la Universidad Johns Hopkins, la ya citada worldometer que he usado profusamente y la curiosa 91-divoc.com que ofrece muchísimas opciones, de forma interactiva, en datos simples y normalizados para hacer comparaciones por países o por regiones del planeta. Está también, por supuesto, la información nacional que soportan varias organizaciones de investigación, alojada en CONACyT. De todas estas páginas el estudioso terminará por concluir que aun cuando la situación es grave, el barullo responde más a intenciones políticas que a la realidad de los datos duros.
La pandemia es difícil, enfrentarla con una división artificial por intereses mezquinos en vez de un esfuerzo solidario nos debilita como sociedad y como país. No quiero ni pensar en lo que ocurrirá cuando ataquemos el verdadero peligro para el planeta, que es el cambio climático, con esta falta de unión.
(Nota: los datos empleados en el análisis son del 21 y 22 de noviembre de 2020).