Diego Martín Velázquez Caballero
Gobernar Oaxaca brinda una experiencia singular del conocimiento político de México, no en vano la entidad ha proporcionado dos titanes a la presidencia mexicana. Alejandro Murat Hinojosa ha desarrollado un gobierno que impulsó la transformación pacífica de la región luego de conflictos y alternancias disímbolas. Con todo y la gravedad del linaje político partidista que acarrea el gobernador oaxaqueño, es un personaje que debe ser considerado competitivo en la competencia por la presidencia de la república.
Murat ha expresado su anhelo de difundir el ideal juarista en el entorno de la república, situación más que necesaria por la unidad nacional que pudo restaurar al país y, más o menos, hacerlo entrar en un periodo de gobernabilidad y progreso. La grandeza del pensamiento juarista hace falta en tiempos extraños como los que se viven ahora, frente al incierto escenario del mundo postcovid. Benito Juárez, no obstante, sus contradicciones, representa la posibilidad auténtica de la modernidad mexicana.
Murat gobernó Oaxaca sin la violencia, angustia y desidia de sus antecesores inmediatos; incluido su progenitor. Puede ser considerado como uno de los gobiernos de alternancia más estable. De ahí que su empeño por insertarse en los aspirantes a ocupar la primera magistratura del país, tiene legitimidad más que ambición y puede ser una bocanada de aire fresco en los propios destapados de MORENA.
Alejandro Murat enfrenta el dilema de sumarse a la coalición del PRIANRD donde no sería tomado en cuenta, desarrollar una candidatura independiente; o bien, migrar a las coaliciones políticas de Movimiento Ciudadano o Morena.
Hacen falta aspirantes presidenciales del sur mexicano. El debate político dentro de las distintas figuras que enumeran la baraja de la sucesión se olvida de que el Sur también existe. Aún cuando el presidente López Obrador proviene de una entidad característica y singular de la geografía latinoamericana de México, la sucesión se declara a favor del Norte del país y la Ciudad de México. El paso del lopezobradorismo por el gobierno del antiguo Distrito Federal, no significó la inclusión y tolerancia del centralismo mexicano hacia el regionalismo del Sur nacional. El Sur del país no sólo es folclor y tradición, es el México profundo del que sólo se habla, pero no se puede dimensionar su verdadera magnitud que, incluso, se extiende hasta el propio centro del país, por ello hay que manifestar una sorpresa positiva en el caso de aspirantes como Alejandro Murat.
En la visión geopolítica del futuro mexicano, el Sur desempeña un papel preponderante en la nueva relación Norteamérica-Centroamérica. El Norte y el Sur no son dos naciones antagónicas, es la falsa ilusión de quien sólo conoce la Macroplaza de Monterrey. El Norte y el Sur son visiones complementarias de una gobernabilidad que puede construirse en el futuro de un México incluyente y democrático. El Sur representará el foco de atención para contener la migración centroamericana a Estados Unidos, así como el detonante económico de una zona estratégica de desarrollo. Ojalá que otros gobernadores del Sur mexicano declaren su aspiración presidencial e inserten en la agenda sucesoria los intereses de sus regiones, necesarios para todo el país.